Home

Nación

Artículo

El exministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias y su esposa, Catalina Serrano. | Foto: Archivo SEMANA

NACIÓN

La cárcel y el exilio: los recuerdos de la esposa de Andrés Felipe Arias

En un segundo capítulo de su pódcast, Catalina Serrano narra detalles de su viaje a Estados Unidos, la cárcel de su esposo y el drama de sus hijos al ver a su padre privado de la libertad.

17 de marzo de 2021

Es una narración en primera persona de una mujer, una madre, una compañera. Catalina Serrano, esposa del exministro Andrés Felipe Arias, condenado por el escándalo de Agro Ingreso Seguro, lanzó este miércoles el segundo capítulo del pódcast que está realizando sobre el calvario que soportó tras el escándalo judicial de su esposo, las razones por las que cree en su inocencia y la politización de la justicia. Y sobre cómo pasó de ser una colombiana feliz a pisar territorio americano con sus hijos, cobijada de miedos y temores.

En este capítulo, Catalina habla del exilio y la cárcel federal que pisó su esposo. En junio de 2014 -detalla la mujer- Arias salió del país. Ella y sus dos hijos, lo hicieron cinco días después. “No estábamos huyendo, nos estábamos defendiendo”. Atrás quedaron la casa, los sueños, los proyectos. “Llevamos tres maletas, ropa de verano y unos pocos juguetes que logré rescatar para hacerles más fácil el desarraigo a mis hijos”, cuenta.

Serrano utilizó los personajes de la película La vida es bella para mostrar su mejor cara. Mickey, Minie y Blanca Nieves fueron los personajes que utilizó para hacerles creer a los niños que en Estados Unidos, como en Colombia, estarían bien. Incluso, más allá de lo que pudiera pasar con Andrés Felipe.

Llegaron a la casa de un amigo de Arias, un hombre generoso que se desbordó en atenciones, pero era incómodo. “No era nuestro espacio”.

Los primeros días en Estados Unidos -relata- vivieron entre papeles, reuniones con abogados y oficios que les permitiría tramitar con urgencia la solicitud de asilo. Después vino otro problema: el colegio de los hijos. No había dinero y los colegios públicos son gratis. La idea era buscar la mejor institución educativa oficial. “Están en Weston”, le recomendaron. Allá, en la ciudad ubicada en el condado de Broward, en la Florida, vivieron.

Desde la distancia batallaron jurídicamente para defenderse de uno de los escándalos más sonados de los últimos años que involucró a Andrés Felipe, su esposo. “Estábamos relativamente tranquilos y felices, nos teníamos los cuatro, estábamos sanos y unidos”, recuerda.

En octubre de 2014 les concedieron cita para el asilo y recibieron permisos para trabajar, pero algo cambió. “Fuerzas oscuras, poder y maldad empezaron de nuevo a hacer de las suyas. El país, que inicialmente nos apoyó al salir de Colombia y prometía darnos la protección, cambiaba de idea”, expresa.

Alistaban a los niños para asistir a clase, cuando golpearon fuertemente la puerta. Al otro lado estaba un grupo federal de policías “armados, bruscos y serios”. Preguntaron por Andrés Felipe Arias. La casa estaba rodeada de fuerza pública. El Gobierno había solicitado su extradición.

Los policías federales le pidieron a Catalina que se llevara a los niños, mientras esposaban a Andrés Felipe de pies y manos y lo montaban a una camioneta negra gigante. “Días después, Eloisa, mi hija mayor, me confesó que no dejó de llorar ese día pensando en lo que había pasado con su papá”, narra.

Las imágenes del 24 de agosto de 2016 no las olvida. Ella estaba sola, con dos hijos, en un país ajeno, con un idioma que entendía, pero no era su gran aliado, enfrentada a la necesidad de buscar abogados de nuevo. El tema no era Agro Ingreso Seguro, esta vez era la extradición.

Fueron meses difíciles, oscuros. La primera semana, sin tener contacto telefónico con su esposo, fueron eternos. No comía. Tampoco dormía.

Quince días después lo observó por primera vez en la cárcel. Andrés Felipe lucía overol verde, medias de talón blancas y sandalias de caucho. “Me negaba a aceptar que mi esposo, el papá de mis hijos, se viera sometido a tal humillación”.

Cada vez que se despedían, que lo dejaban en su celda, no era fácil para ella, una imagen fuerte, imposible de olvidar, dice Catalina, quien recuerda la aparición de un huracán en Estados Unidos.

“Las visitas en el penitenciario se cancelaron y las ventas de comida en la cárcel, también. El reclusorio quedó sin abastecimiento. Sé que nunca antes Andrés Felipe había sentido tanta hambre”, describe.

Algunos días -puntualiza- el exministro la veía junto con sus hijos desde una pequeña ventana en la cárcel, pero ellos no lo observaban a él. No importaba. Sabían que él estaba al otro lado.

La narración de Catalina Serrano contará en cada capítulo los sucesos vividos hasta la actualidad, cuando todavía Arias juega unas fichas a su favor con la Justicia. Y serán publicados a través de sus redes sociales.