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LA CASA VALENCIA

Las elecciones del domingo demostraron que en Antioquia se ha consolidado una nueva dinastía política: la de los Valencia Cossio. Esta es su historia.

11 de abril de 1994

LOS AMAN O LOS ODIAN, pero los Valencia Cossio se quedaron sin rivales en la política antioqueña. El actual gobernador del departamento es obra de ellos, y como padres putativos del llamado fenómeno Juan Gómez Martínez, han puesto a funcionar una maquinaria que no conoce límites ni horizontes, y que camina a paso de vencedores, sin temor al precio, en pos de una nueva presidencia para la región. Sin duda, la mayor virtud de este clan de humildes pero astutos antioqueños es mandar a través de quienes no pueden hacerlo por cuenta propia.
Carecen de abolengo y de fortuna heredada, pero dicen haber recibido el estímulo para estudiar, surgir, avanzar y practicar a cabalidad esa máxima paisa de "no arrugársele a nada". Han sido directores de institutos descentralizados, senadores, funcionarios municipales, dirigentes políticos nacionales y hasta diplomáticos.
Su secreto, en palabras de un amigo, es "evaluar el hecho social y prever sus repercusiones futuras; y, siempre, montarse en la cresta de la ola antes de que ésta rompa en la playa". Ramiro maneja el diario destino de su jefe y amigo, el gobernador Juan Gómez Martínez. El segundo, Fabio, consolida desde el Senado de la República una hegemonía que, en la actual campaña electoral, ya la querrían para sí los dos candidatos presidenciales. Por ahora, Andrés Pastrana es el beneficiado. La mejor prueba de sus habilidades es Juan Gómez Martínez. Heredero de una de las principales familias antioqueñas, codueña de El Colombiano, Gómez Martínez estaba muy bien instalado en su cómoda silla de director, hasta el comienzo de la campaña para la primera alcaldía popular de la ciudad, en 1987, cuando los dos hermanos se la movieron de su sitio. Lo convencieron de que él, Juan, era el hombre para regir los destinos de la ciudad, la provincia y posiblemente el país. Eran metas que el periodista jamás se había planteado. Según cuenta el propio Fabio, tuvieron que rogarle para que aceptara las postulaciones a la alcaldía, Constituyente y la gobernación. Gómez Martínez sabía que, aparte de su posición social y su periódico, estaba, literalmente, a años luz de ser un fenómeno político. Pero entonces Ramiro -jurista y ex jesuita- y Fabio -abogado y político- se lo inventaron.

EL PACTO DE CHICHICASTENANGO
Todo sucedió durante una gira vacacional por Centroamérica, a la que asistieron Ramiro, Fabio, Juan y María Teresa, la esposa de Gómez Martínez. Al calor de algunos whiskies, y en medio de la expectativa despertada por el tema de la elección popular, la conversación se centró en las posibilidades de Juan para ese cargo. El primero en sorprenderse fue el aludido; pero, más que él, su esposa, quien expresó su negativa a tamaño despropósito. Juan no era hombre de esos menesteres. Desde hacía 20 años la clase alta y el notablato empresarial antioqueño se habían retirado de la política activa y la habían dejado en manos de caciques populares. Pero al final, los tres firmaron un acuerdo amistoso, bautizado con el nombre indígena guatemalteco de Chichicastenango, población en la que se encontraban en ese momento. Según el pacto, la acción se iniciaría una vez entrara en vigencia la nueva ley democratizadora. Juan no intuía cómo pasar de periodista a política en un santiamén, pero los Valencia Cossio conocían el poder de El Colombiano. Desde entonces, el periódico ha estado permanentemente abierto a las andanzas del antiguo director por la vida pública, y no hay edición donde no aparezca haciendo algo.
Después de su regreso a Colombia, y sin consultárselo a Gómez Martínez, quien viajó después a Argentina, Ramiro ordenó colocar una serie de vallas por la ciudad con un mensaje muy simple: "Qué bueno para Medellín, Juan Gómez Martínez en la Alcaldía". La reacción fue positiva y sorpresiva. Lo demás es historia.
Sin embargo, a Gómez Martínez le correspondió el más duro momento de la historia local, caracterizado por las bombas de los narcotraficantes y la eliminación sistemática de policías. Su insistencia en el diálogo causó ampollas en el gobierno de Virgilio Barco, y la ciudad fue estigmatizada nacional e internacionalmente. En esos días difíciles, Ramiro se convirtió en la voz de la conciencia del mandatario municipal, y al fiel secretario se debe la dura posición adoptada por Medellín frente al gobierno central. "Esa belicosidad del alcalde no era suya", dijo un compañero de universidad de Valencia Cossio. "Era la voz reconocible de Ramiro". Durante sus años de estudiante becado en la Universidad Pontificia Bolivariana fue el rebelde por excelencia.
Cumplido su período, Ramiro regresó a sus actividades en el sector turístico y Fabio tomó la iniciativa para empujar a la nueva figura. Llevó a Gómez Martínez a la Constituyente, por encima de la indiferencia del Partido Conservador, que nunca vio en el ex director de El Colombiano un político nato. Luego, tras una hábil y virulenta campaña, Fabio Valencia Cossio lo instaló en la gobernación. Pero como Fabio era senador, Ramiro volvió al rescate en su privilegiada condición de secretario privado.
Desde el primero de junio de 1992 es un lugar común decir que Ramiro Valencia Cossio es el gobernador titular y Juan Gómez Martínez el oficial. Ramiro toma las decisiones nombra, destituye, controla la agenda de su jefe, establece frentes de trabajo, y decide quién ve y quién no al gobernador. Es, a todas luces, el poder detrás del trono. Pero según Ramiro, él tiene muy claro el respeto hacia su jefe y amigo, y siempre le consulta todo. "El me tiene confianza porque sabe que nunca le miento", dice. Tal vez por eso haya personas como el dirigente conservador Alvaro Villegas Moreno, ex asesor político de los Gómez Martínez y ahora enemigo de los Valencia Cossio, quien, franca y abiertamente. dice: "Juan es solamente un firmón". Para el diputado liberal Rodrigo Flórez Ruiz el asunto es grave porque Ramiro se ha convertido en el amo y señor de la administración departamental, con el agravante de que los tres mil movimientos que se han registrado en la nómina -entre insubsistencias, nombramientos, renuncias, supresiones e incorporaciones- han sido manipulados por Fabio Valencia Cossio para tejer una red de apoyo a la Fuerza Progresista del Coraje, el movimiento de Fabio. Sin embargo, el senador rechaza rotundamente las acusaciones de clientelismo, aunque reconoce que lo que se ha hecho en el departamento es reemplazar "a la gente que no sirve por personas que hacen las cosas bien". Para Ramiro, el poder, simplemente, es para ejercerlo. Pero según los cálculos de los observadores existen 10 mil votos efectivos aportados por las familias de todos aquellos favorecidos con cargos públicos.

CON EL CABALLO GANADOR
La habilidad de Fabio Valencia Cossio para apostarle a caballos ganadores es legendaria. Después de haber comenzado como simple empacador de votos en la campaña presidencial de Misael Pastrana, ha llegado a ser representante a la Cámara, miembro principal del Directorio Nacional Conservador, promotor de varias leyes dé gran alcance, amigo político del propio Pastrana y de Alvaro Gómez, interlocutor de César Gaviria y, por excelencia, relacionista público de sí mismo. Su audacia llega tan lejos que en momentos en que Augusto López Valencia, presidente de Bavaria, se enfrentaba en el cuadrilátero al equipo económico de la actual administración, Valencia Cossio lo lanzó como posible nombre para la Presidencia de la República, con todo y lo que eso significaba para un futuro apoyo económico. Fabio cuenta hoy con un importante caudal electoral en Antioquia, y su radio de acción lo ha ampliado hasta Bogotá. Su nombre es pan de cada día en la candidatura de Andrés Pastrana Arango, porque si éste gana, muy posiblemente le deje a Valencia Cossio espacio suficiente para tener ministro propio. No sorprendería que fuera su propio hermano, Ramiro, quien, ante esa remota posibilidad, no descarta que "cuando hay un deseo, hay un camino", y ojalá ese camino lo llevara al ministerio de sus predilecciones: el de Relaciones Exteriores.
Los coqueteos presidenciales de Fabio incluyeron contactos ojo a ojo con el liberal Ernesto Samper Pizano, con quien sostuvo hace pocas semanas una intensa polémica. Samper, en un examen de la campaña de Pastrana hecho a través de El Tiempo, consideró un error gravísimo la alianza con el "más grande clientelista" conservador, Fabio Valencia Cossio. Fabio se desquitó diciendo que Samper le había ofrecido la vicepresidencia al gobernador Juan Gómez Martínez, a cambio de sus votos. "Para Ernesto Samper yo era bueno cuando creía que podía contar con mi apoyo en Antioquia, pero soy malo y clientelista desde que, naturalmente, respaldé a Andrés Pastrana", dijo Valencia a SEMANA.
La hegemonía de los Valencia Cossio en el panorama político departamental y, por extensión, en el nacional, se compara con la de un José Name Terán en la Costa o la de un Bernardo Guerra Serna en la Antioquia liberal. Pero hasta los críticos más acérrimos de la pareja piensan que, por lo menos en ese terreno, los Valencia Cossio traen nueva sangre al ruedo. Y eso, por lo menos, es un cambio.
VIDA NUEVA, ROSTRO NUEVO
Internamente, sin embargo, el lastre sigue siendo la cuna. Un reconocido empresario y tecnócrata dijo a SEMANA que lo que les sobra en manejo político les falta en posición social, y eso siempre los mantendrá en un estrado aparte. "Lo sabemos -dice Fabio Valencia Cossio-. A nosotros nunca nos perdonarán nuestro origen humilde". Pero para Ramiro, más que para cualquiera de sus 10 hermanos, su romance estudiantil y posterior matrimonio con Margarita Duque Ramírez, perteneciente a una importante familia de Medellín, fue una forma rápida de ascenso social.
En materia de apariencia, los dos hermanos se preocupan por el vestuario y la imagen, e, incluso, han llegado a entrar en la moda del peeling de piel, para combatir las marcas de un acentuado acné juvenil. El tratamiento fue coordinado por Javier Piedrahita, mejor conocido como Fausto de Colombia en una finca cerca de la ciudad. El olvidado cantante es también el artista de la casa de los Valencia, y, en ocasiones, de la de los Gómez Martínez.
En Ramiro, el deseo de lucir atractivo parece ser más acentuado, debido a su confesada admiración por las reinas de belleza. Conoce y es amigo personal de las que han representado a Antioquia en los concursos nacionales. Jorge Jana, columnista de la revista Aló, llegó a denunciarlo hace tres semanas por acoso insistente contra la antioqueña Alexandra Betancur, la actual virreina nacional de la belleza. "Ayer estuvo en mi oficina -confesó Ramiro el jueves pasado a SEMANA-. ¿Acaso uno visita a quien lo acosa?".
Si bien los apellidos Valencia Cossio despiertan recelos entre los representantes de la alta sociedad medellinense, hay un común denominador que los cree honestos y honrados. Sin embargo, sus opositores políticos insisten en que se han apropiado de una buena parte del fisco a través de la "Valenciocracia" que invade a la administración departamental.
El dirigente liberal Ramón Elejalde Arbelález dice que el grupo familiar se ha logrado instalar en el poder de tal manera que no existen "constitución. ni leyes que le pongan talanquera a sús personales ambiciones". Parientes cercanos y lejanos -y amigos, como el cantante Fausto- se incrustan en la administración central y en los institutos descentralizados del departamento, con cargos formales o representaciones en juntas directivas.
"Somos 11 hermanos, y todos tenemos a trabajar y a surgir, y a rompernos el alma en lo que sea -dice Ramiro- Y no hay familia que haya sido tan escudriñada como la nuestra. ¿Que tenemos errores? Setenta veces siete, como todo ser humano. Pero si tuviéramos algo qué esconder, ya nos lo hubieran sacado".
De todas maneras, se ve con desconfianza el hecho de que durante la secretaría privada de Ramiro Valencia Cossio, su esposa, Margarita, haya recibido la Notaría 25 de Medellín, en una zona de poca competencia, como el barrio Laureles.
También se ve con cierto recelo el hecho de que, durante la celebración de los 20 años de haber obtenido el título de abogado en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, el secretario privado hubiera ordenado llevar al ágape aguardiente a granel, por cuenta de la Fábrica de Licores de Antioquia.
Frente al poder alcanzado por los Valencia Cossio, el gobernador no da muestras de preocupación ni parece importarle lo que la gente diga. Sin embargo, sus amigos que lo consideran un ser bueno y noble, quisieran decirle a toda hora:"Juan, no seas bobo".
Lo cierto es que los dos se necesitan, y por lo que dice Ramiro, más él a Juan que vizeversa. "Juan es esencia pura -dice Valencia Cossio-. A mí me gustaría que se me contagiara su paz interior. El es un hombre libre que no tiene ansia de poder, y ejerce el poder con una sonrisa. Eso, a mí, me da envidia ".
En ese estado de cosas, el propio Fabio Valencia Cossio tiene un chiste de su propio cuño para definir el estilo personal de cada uno. La anécdota muestra al trío cruzando la concurrida avenida La Playa, cuando, al llegar al separador central, los reconoce un campesino. "Doctores", les dice el hombre al verlos. Ramiro lo mira con arrogancia, y pasa de largo; Fabio, en su condición de político, lo escucha unos minutos y se excusa, con la promesa de buscarlo más tarde. Juan, en cambio, se detiene, conversa con el hombre y se marcha con él.
Es un hecho comprobado que Gómez Martínez no establece prioridades entre un ministro de Hacienda y un labriego. Nació con el poder de su papá y de El Colombiano, y sigue a sus amigos como el campesino de la avenida. Una persona que ha trabajado al lado de los Valencia Cossio, y que conoce las debilidades y virtudes del dúo, resume la situación de esta manera: "El poder se les ha convertido en una enfermedad". -