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La Colombia posible

Granada, un pequeño municipio de Antioquia asediado por los actores del conflicto, le dice al país que es posible seguir adelante en medio de la crudeza de la guerra.

16 de abril de 2001

Cuando empezó la toma de Granada el pasado 6 de diciembre Blanca Aristizábal nunca se imaginó que de la herencia de su papá y los 20 años de trabajo que invirtió en su almacén de electrodomésticos sólo quedaría una pila de latas retorcidas y tiestos de televisores enterrados entre toneladas de ladrillo y polvo. Pero a pesar del dolor y la adversidad ella se resiste a tirar la toalla. Gracias al prestigio de que goza hizo un préstamo en una de las dos cooperativas que funcionan en el pueblo y las puertas de su almacén volvieron a abrirse unas cuadras más abajo. "No es fácil empezar de nuevo pero uno no puede dejarse vencer por lo que pasó", sentencia mientras recibe a un grupo de curiosos interesados en sus artículos de promoción.

Como Blanca, muchos están jalonando con su ejemplo para que retornen las 8.000 personas que huyeron hacia Medellín o hacia pueblos vecinos. Ramón Hoyos y Carlos Zuluaga son dos de ellos. A punta de trabajo y terquedad han construido confianza para que las veredas no las contagiara el miedo. "Unos meses atrás 40 familias de campesinos nos tuvimos que refugiar en el pueblo pero a Dios gracias hemos vuelto. Uno no puede dejar tirado lo que tanto sudor y lágrimas ha costado", sostiene Hoyos, quien desde hace un año dirige la Asociación de Agricultores de Granada. Ambos se niegan a que Minitas deje de ser la despensa agrícola de la localidad. "El municipio nos ha prestado platica y de cuando en cuando no, dice Zuluaga, quien preside la Junta de Acción Comunal de esta vereda situada a dos horas de Granada.



Voluntad para levantarse

Si bien, en palabras del propio presidente Pastrana, tras su ataque a Granada "la guerrilla de las Farc causó el peor estrago de la lucha armada en Colombia", este pueblo se ha obstinado como el que más en vencer el dolor y la desesperanza que ya arrastraba desde que los mercenarios de Carlos Castaño cegaron la vida de 17 personas cuatros semanas atrás.

Porque así los actores de la guerra continúen en la zona y la zozobra suba y baje al vaivén de los rumores los granadinos tratan de resistirse a ese juego maniqueo, contando desde luego con el apoyo de la fuerza pública. "Mientras el Ejército esté cerca la gente se siente con confianza y termina por no hacer caso a todo lo que oye", asegura John Jairo Ramírez personero del municipio.

Son estas circunstancias las que hacen que la empresa de reconstruir a Granada, puesta en marcha cuando las heridas estaban más vivas, represente algo más que un acto de altruismo.

Según Alberto Gómez, coordinador del comité de reconstrucción de Granada, la solidaridad no se ha dejado de sentir. "Aún sin empezar la remoción de los escombros los municipios vecinos, las colonias granadinas del país, las iglesias de Oriente y entidades como Antioquia Presente estaban viendo cómo nos podían colaborar". La visita del presidente Pastrana la semana siguiente a la catástrofe fue fundamental, como lo indica el alcalde del pueblo, Iván Darío Castaño. "Además de subirnos la moral con su presencia llegó con recursos del Inurbe y de la Red de Solidaridad para apoyar a los damnificados".

El grado de organización local es la garantía para que el proyecto de la reconstrucción marche a todo vapor. Así lo reconoce Margarita Restrepo, directora de Antioquia Presente, fundación que en 17 años ha participado en los desastres más grandes del país en casos como el terremoto de Armenia y la avalancha del río Páez. "Cuando acudimos a ofrecerles nuestra ayuda encontramos unos comités funcionando a todo vapor y unos dirigentes con mucha capacidad de convocar y gestionar".



La Colombia posible

Si bien una tragedia semejante no coge a nadie preparado, en cierto modo a Granada no le fue difícil aglutinar rápidamente a sus gente alrededor de una causa común. "Aunque aquí siempre hemos sido muy solidarios un caso como este puso de pie a todos los granadinos sin importar en qué lugar del país se encontaran", asegura Abelardo Aristizábal, miembro del comité interinstitucional por la reconstrucción. "Esto es como un motor de cuatro tiempos. Mientras unos están arriba otros están abajo y hacen que el motor camine".

"Quienes están al frente de la reconstrucción tienen el deseo de que todos sientan como suyos los proyectos y en eso ayuda mucho la confianza que el pueblo tiene en el buen manejo de los recursos", opina Oscar Jiménez, párroco del municipio. A este sacerdote todos le agradecen su compromiso con los que más están sufriendo los rigores de la guerra. "El conoce la gran influencia que tiene la Iglesia en Granada y sabe cómo sostener el ánimo de la gente", asegura Abelardo Aristizábal. En esta tarea lo acompaña un grupo de sicólogos de la dirección local de salud que busca mitigar el trauma que la disputa armada deja en la población.

Los granadinos están convencidos de que la credibilidad en sus instituciones locales es una realidad que las dos últimas administraciones municipales han construido a pulso. "Si no fuera porque le metimos comunidad a todos los proyectos y porque además de transparencia logramos triplicar los presupuestos a punta de gestión la gente no seguiría creyendo en nosotros", aseguran los ex alcaldes Carlos Zuluaga y Alberto Gómez. A pesar de haber sido retenidos por la guerrilla en más de una ocasión por lo menos ambos pudieron terminar sus períodos, algo inusual en esta región del oriente antioqueño, donde los alcaldes que no han sido asesinados los han obligado a renunciar o a trabajar desde Medellín.

A Gómez lo escogió la Cámara Junior de Antioquia como el mejor alcalde de su departamento en 1997. No es un secreto que la continuidad de estas administraciones está dejando un semillero de líderes que se preparan para el relevo. Apenas rayando los 24 años el actual alcalde, Iván Darío Castaño, hace parte de él.

Con calidad de vida Granada pretende relegitimar al Estado en una zona que tradicionalmente ha brillado por su ausencia. Salud, educación y agua potable para sus 18.000 habitantes, apoyo a las cadenas productivas y proyectos sostenibles a largo plazo son garantía de que en circunstancias agravadas por el cerco de los violentos se pueda vivir. "Estamos aquí porque creemos que esto tiene que cambiar", dicen los estudiantes de último grado del liceo nocturno (ver recuadro).

Todos estos proyectos, que cuentan con un alto grado de participación ciudadana, siguen en pie a pesar de que no pocas veces han estado en peligro de desaparecer por escasez de recursos o porque la miopía de los violentos los obstruyen. Pero lo cierto es que así la realidad de vivir en medio de la confrontación armada sea más dura de lo que uno puede imaginar, Granada es ejemplo de cómo con solidaridad y fortaleza institucional se puede vivir en medio de la guerra sin perder la esperanza.