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O R D E N    <NOBR>P U B L I C O</NOBR>    <NOBR></NOBR>

La consigna es el silencio

En la Universidad del Atlántico han sido asesinados varios directivos y circulan las amenazas pero nadie se atreve a señalar responsables.

7 de mayo de 2001

Elvira Chois entro a la Universidad del Atlántico cuando tenía 16 años y hoy es la vicerrectora académica. Conoce, por tanto, el pulso de esa institución y con la calma y la cautela que la caracterizan califica la coyuntura actual de su alma mater como muy compleja y cargada de tensiones. Aunque la institución ha pasado por momentos críticos, nunca como ahora había sido tan golpeada en la integridad física de sus miembros. A tal punto que no existe un dato cierto sobre el número de muertes violentas que la han afectado en los últimos años y nadie se atreve a asegurar que todas hagan parte del mismo plan. Y con el miedo gravitando sobre la vida cotidiana la consigna es el silencio.

“Hay que tenerle miedo al miedo para no ser presa de él”, dice Chois, antes de insistir en que la Universidad del Atlántico es hija de su tiempo y la situación por la que atraviesa hay que ubicarla en el contexto de lo que le pasa al país.

Por lo mismo, el silencio no es gratuito. El fantasma de las listas negras —que nadie sabe o admite saber de dónde provienen— circula por los corredores, mientras que las amenazas reales obligan a estudiantes, profesores y funcionarios a abandonar la ciudad. Actualmente la universidad permite que un grupo de estudiantes amenazados siga sus cursos desde Bogotá, donde se encuentran, como ellos mismos dicen, desplazados.

La hora de la muerte

Las tres víctimas que cayeron en el último año habían sido directivos: Alfredo Castro Haydar ocupó el cargo de vicerrector de bienestar universitario, Luis Meza se desempeñó como secretario general y Lisandro Vargas, asesinado el 23 de febrero pasado, fue primero vicerrector de extensión y luego académico. Todos, por coincidencia, habían sido también sindicalistas y se les conocía por sus posiciones de izquierda.

¿Tuvo esto alguna relación con el hecho de que fueran asesinados? De nuevo, se impone el silencio. Hasta las autoridades judiciales de la ciudad callan. El director seccional de Fiscalías, Mauricio Quintero, explicó a SEMANA que el caso era considerado “de trascendencia nacional” pero no brinda detalles. Incluso los detenidos del caso fueron trasladados a Bogotá. Los investigadores de la Sijin que indagan el caso tampoco revelan pista alguna.

El pasado 12 de febrero un hombre llamado Starling Rafael Moreno, sospechoso de haber participado en el homicidio del profesor Alfredo Castro, fue asesinado en un barrio del sur de la ciudad. Tres días después, cuando el Cuerpo Técnico de Investigaciones de la Fiscalía (CTI) capturó a Oscar Rodríguez Herrera, otro sindicado por el mismo crimen, la prensa local atribuyó a fuentes judiciales la versión de que Rodríguez era guardaespaldas de un conocido jefe paramilitar del Magdalena. Sin embargo, un mes después, nadie sostenía tal afirmación.

Todas las personas entrevistadas por SEMANA coincidieron en algo: lo que está sucediendo en la Universidad del Atlántico es reflejo de lo que sucede en otras universidades públicas. Las de Antioquia, Magdalena, Córdoba, Nariño y la Nacional de Bogotá también vienen siendo escenario de una guerra sucia entre grupos supuestamente simpatizantes de la guerrilla y otros que se presumen paramilitares.

Toda esa tensión se da en medio de otra turbulencia en la que se juega la futura dirección de la universidad. Ubaldo Enrique Meza, elegido como rector hace tres años en la consulta interna y ratificado por el consejo superior, presentó su renuncia al cargo el pasado lunes 26 de marzo para no incurrir en inhabilidad y poder presentar nuevamente su nombre a la comunidad universitaria en la consulta que se realizará el próximo 28 de mayo.

Meza ha tenido que enfrentar numerosas denuncias e investigaciones en su contra por presuntas irregularidades. Actualmente en la Fiscalía Regional cursan más de 20 procesos por delitos contra la administración pública, la mayoría de ellos imputables a su administración. Aunque también se le reconoce una buena gestión. Reformó el sistema de admisiones para hacerlo más equitativo y transparente, estableció el concurso público de méritos para la selección de docentes y el nombramiento de decanos por méritos académicos, algo que antes no sucedía. También se reconoce que sacó a la institución del ostracismo para ponerla a trabajar por la ciudad y estableció numerosos convenios con entidades nacionales e internacionales.

Lo único claro para todos es que, como dice Elvira Chois, “la universidad cayó presa en la trampa de la realidad nacional” y se le metieron la violencia y la corrupción.

Sin embargo la gente de la universidad no se da por vencida. Tiene logros que mostrar en medio de la tragedia y espera que algún día los violentos entiendan que la transformación de la sociedad se hace a punta de trabajo y no de bala.