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“La delincuencia comienza desde la misma ley”

El testimonio de un joven que ha estado en el hampa desde los 13 años. Empezó atracando, fue fletero, jíbaro, jefe de una banda y hasta sicario. Tras dos carcelazos considera que la Justicia está podrida porque ahí “todos comen”.

3 de febrero de 2018

Carlos tiene 34 años y el cuerpo severamente averiado por las perforaciones de ocho tiros que ha recibido como saldo de su vida criminal. Su actividad en el hampa arrancó cuando era un adolescente. Su padre fue asesinado y él supuso que tenía que conseguir el sustento a como diera lugar. Lo hizo poniéndole una navaja a su primera víctima en el cuello “Estaba con otro amigo y andábamos sin plata.

Nos fuimos para el lado de Bosa y cogimos a un muchacho que vimos con un celular y unos anillos de oro. Le pusimos la patecabra en la garganta, no lo dejamos mover, le quitamos los anillos y nos fuimos a venderlos a una casa de compraventa”, recuerda.

Desde entonces la delincuencia fue su todo. De la navaja pasó al revolver, y de los atracos a transeúntes a planear con su propia banda asaltos en supermercados “dos se encargan de cuidar y otros dos de ‘pierañear’ en las cajas”, explica.

Cuando cumplió los 18 se inició como fletero. Una banda que robaba camiones lo contrató para que condujera uno hasta Villavicencio, pero la Policía lo detuvo y terminó arrestado. Fue llevado ante un juez y debía pagar tres años de cárcel, pero por ser la primera vez que tenía problemas con la Justicia la pena le fue reducida.

Apenas estuvo un mes en la cárcel La Modelo y pudo volver a casa. La banda pagó el abogado y la “fianza”. Casi cinco años después Carlos nuevamente cayó y su situación parecía más complicada. Debía afrontar una pena de más de 35 años pero todo terminó reducido a cinco años de cárcel gracias a que pagó 100 millones de pesos “cincuenta para el fiscal y cincuenta para el juez” asegura.

Con toda esa experiencia a cuestas, Carlos tiene varias conclusiones. Dice que la cárcel en nada resocializa –por el contrario, forma delincuentes–, cree que el sistema está viciado de raíz porque “ahí todos comen” y explica que si ha dejado de delinquir no es por temor al imperio de la Justicia, sino porque está muy malherido y no quiere que lo maten otros delincuentes. “Si hace rato que estoy sano y en diciembre me pegaron seis tiros, gracias a Dios estoy vivo”.