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La desbancada

La bancada uribista está en crisis. SEMANA explica por qué.

10 de octubre de 2004

En los últimos días las relaciones del gobierno con su bancada parlamentaria han estado más que tensas. Hace dos semanas, cinco uribistas lideraron el hundimiento de la Ley de Protección al Inversionista, impulsada por el Ministerio de Comercio Exterior. Y el pasado miércoles, dos miembros de la llamada 'bancada de gobierno' solicitaron realizar nuevas audiencias al proyecto de reforma pensional. Con ello, no sólo retrasaron la discusión de este tema prioritario para el gobierno sino que, de paso, están dilatando la realización del penúltimo debate que le queda a la iniciativa de reelección.

La distancia entre el presidente Álvaro Uribe y su bancada no es reciente. En 2003, el mandatario se quejó ante los parlamentarios por los pocos esfuerzos que hicieron a favor del fracasado referendo. Este año recibió como un baldado de agua fría la noticia de que los uribistas se dejaron ganar varias elecciones de funcionarios y cargos directivos del Congreso. La vicepresidencia del Senado y la presidencia de las comisiones primera y cuarta, entre las más importantes para los proyectos del Presidente, quedaron en manos de la oposición. Y por si fuera poco, los parlamentarios eligieron a Humberto Sierra como magistrado de la Corte Constitucional, derrotando a su candidata, Consuelo Caldas.

Con estos antecedentes, el futuro inmediato para la agenda del gobierno en el Congreso, no es muy alentador. SEMANA expone las 10 razones principales por las que la llamada 'bancada uribista' está en franca crisis.

1. El uribismo es una colcha de retazos, compuesta por grupos políticos con múltiples intereses. En él convergen personas que provienen de los partidos Liberal y Conservador, de otros nuevos como Cambio Radical y el Nuevo Partido, y de más de 22 movimientos. Algunos de ellos, empresas electorales de cuyos antecedentes y propuestas políticas y programáticas poco se conoce, tales como Progresismo Democrático, Renovación Acción Laboral Moral, Integración Popular (Mipol), Huella Democrática y Vanguardia Social y Moral Vamos Colombia, entre otros.

2.A la proliferación de movimientos, coaliciones y partidos se suma la ausencia de un liderazgo interno de la bancada. Tanto en el Senado como en la Cámara, las figuras más visibles del uribismo como Rafael Pardo, Germán Vargas, Gina Parody, Mauricio Pimiento, Claudia Blum o Zulema Jattin tienen poca capacidad de jalonar las voluntades de otros parlamentarios para que acompañen las iniciativas gubernamentales. Esto se debe en buena medida a que el uribismo no tiene una estructura de partido, con las jerarquías necesarias para que unos jefes puedan alinear a las mayorías que dicen hacer parte de la corriente de apoyo al gobierno.

3.Además del Presidente, no hay otro liderazgo externo a la bancada. En particular, los dos ministros del Interior que ha tenido la administración Uribe, Fernando Londoño y Sabas Pretelt, no han tenido capacidad suficiente de consolidar los apoyos efectivos de la bancada alrededor de los proyectos de interés del gobierno. "Fernando Londoño pecaba de exceso verbal, pero generaba confrontaciones con nosotros. Sabas Pretelt no tiene el liderazgo que necesitamos y tampoco invita a nuevos sectores a acompañar nuestras iniciativas", reconoció a SEMANA un parlamentario uribista que pidió no revelar su nombre.

4. El uribismo, más que un proyecto ideológico, es un conjunto de personas que se han sumado al Presidente más popular en la historia reciente de Colombia. Sin embargo, menos del 10 por ciento de los parlamentarios que hoy se declaran uribistas acompañaron a Álvaro Uribe en su campaña electoral. Las circunstancias políticas y electorales no han producido las garantías de solidaridad que necesita la agenda del gobierno.

5.Muchos de los representantes uribistas consideran que el gobierno no construye los proyectos con ellos, y que por esta razón las iniciativas que se aprueban en el Congreso son radicalmente diferentes a las que presenta el Ejecutivo. Además, se han resentido por los regaños de Palacio. Uno de los momentos de mayor tensión para los miembros de la bancada uribista fue cuando el Presidente reprendió a algunos de ellos por no haberse comprometido a fondo con la campaña a favor del referendo. Otro, cuando hace una semana el Presidente hizo visible ante las cámaras de televisión su descontento con la gestión de los congresistas.

6. Para buena parte de los uribistas, el gobierno se dio cuenta tarde de que no puede subestimar a los parlamentarios y de que la popularidad del Presidente no es suficiente para que los proyectos sean aprobados en el Congreso. Mucho menos cuando, a principios de la gestión de Uribe, el entonces ministro Londoño amenazó con cerrar el Congreso si no se aprobaba el paquete de reformas propuesto por el gobierno. "En un sistema presidencial como el nuestro, la popularidad del Presidente no se transfiere inmediatamente al Congreso. Para que exista gobernabilidad, hay que reconocer el trabajo parlamentario", afirma el representante liberal Luis Fernando Velasco.

7. Una de las estrategias que quiso poner en marcha el presidente Uribe para convocar el apoyo de los congresistas y despertar la lealtad de su bancada tiene que ver con las expectativas de reconocimiento público que los parlamentarios tendrían al apoyar las propuestas parlamentarias. Sin embargo, la estrategia de pegarse a Uribe para ganar popularidad ha ido perdiendo fuerza. Frente a algunas de las iniciativas del Ejecutivo, más bien ha sucedido lo contrario. Muchos uribistas sienten que resultaría costoso, en términos electorales, apoyar proyectos impopulares como la reforma pensional o la tributaria. Adicionalmente, perciben que los cupos en eventuales listas uribistas para las próximas elecciones de Senado y Cámara son escasos, y que en ellas no habrá cabida para tanta gente.

8. La llamada bancada uribista tiene problemas de identidad e integración. En sus filas se encuentran congresistas con intereses políticos radicalmente diferentes. Unos de opinión, altamente reconocidos. Otros, políticos tradicionales menos visibles ante la opinión. En las propias toldas del uribismo se habla del grupo de los "uribistas urbanos" y los "uribistas rurales", aludiendo a las diferencias irreconciliables de estilo político que existen entre los integrantes de la bancada.

9. Paradójicamente, el proyecto de reelección presidencial, que ha sido el que más cohesionó la bancada, ahora la debilita. Sobre todo por el manejo que desde Palacio se le ha dado a la iniciativa. Los uribistas sienten que el gobierno le ha dado concesiones burocráticas al Partido Conservador y a parlamentarios aislados, sin tener en cuenta los intereses de los que siempre han acompañado al Presidente. Así lo reconoció la representante Sandra Ceballos, la semana pasada, cuando dijo a El Espectador que estaba de acuerdo con los congresistas en que "nos tiene que dar la oportunidad de mostrar gestión en igualdad de condiciones. Yo le ayudo a quien me ayudó, a quien creyó en mí, en vez de estarles abriendo espacios a extraños y a enemigos". Pero más allá de que el gobierno haya otorgado cuotas burocráticas a congresistas que con el tiempo se convirtieron al uribismo, lo que más preocupa a algunos de los parlamentarios es que Palacio ahora tiene poco para repartir. "Ya han entregado todo, a los uribistas más incondicionales no los han apoyado. Y ya el gobierno no tiene con qué apoyar la gestión futura de los uribistas de siempre", reconoce uno de ellos.

10. Finalmente, algunos de los uribistas sienten que están en el más difícil de los escenarios políticos. Ante el gobierno, son tratados como cualquier otro parlamentario, y ante sus colegas en el Congreso, son los enviados del Presidente.

Por todo lo anterior, en el plazo inmediato uno de los mayores retos del gobierno, si quiere sacar adelante proyectos tan cruciales como el pensional y la reforma tributaria, es convocar y realinear a los congresistas uribistas, por aquello de que no hay cuña que más apriete que la del mismo palo.