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“La elección será entre el Santos mejor amigo de Chávez y el Santos mejor amigo de Uribe”

En su libro ‘Rebelde con causa’, una entrevista hecha por el periodista Jaime Jaramillo Panesso, Pacho Santos revela detalles de su infancia, qué significa el apellido Santos, y por qué compite contra su primo Juan Manuel. SEMANA reproduce algunos apartes.

21 de septiembre de 2013

¿Antes de que Álvaro Uribe le ofreciera la Vicepresidencia, usted estaba apoyando a alguien diferente? 

No. La verdad he sido votante independiente. Voté por Andrés Pastrana en las elecciones anteriores pues la decisión era Horacio Serpa o Ernesto Samper, de quien siempre sentí que no era transparente, y los hechos me dieron la razón. Voté por Barco, por Antonio Navarro, en solidaridad por la muerte de Carlos Pizarro y la matanza de la gente del M-19. No he sido gran militante de partidos, he sido más militante de personas, de ideas y de causas.(...)

¿Qué opinó de Juan Manuel Santos cuando entró como candidato del uribismo?

Mucha preocupación. Siempre tuve la idea de que Germán Vargas Lleras y Juan Manuel Santos se hacían los distantes en público y, por debajo de la mesa, eran unos ‘soterrados’ enemigos del referendo reeleccionista. (…) A mí no me gustaba el referendo reeleccionista. Me parecía que una reelección era suficiente. Pero lo que era insólito era la deslealtad de Juan Manuel moviéndose por debajo de la mesa con Vargas Lleras. Y el tiempo me confirmó mis sospechas. (…) 

¿Votó por Santos?
Por disciplina uribista, sí. Me tocó. No había otra salida. (…)

¿Qué le reconoce a Juan Manuel Santos?
Su habilidad para hacerse elegir, un hombre sin carisma ni ideas propias, ni originalidad. Se le reconoce la ambición y la capacidad de mimetizarse en los escenarios apropiados a sus intereses. Si él no se hubiera metido de ministro de Defensa jamás habría sido presidente. Logró engañar a todo el mundo y se hizo elegir. 

Le reconozco que algunas cosas las ha hecho bien: por ejemplo, el recaudo lo aumentó de 67 a 100 billones de pesos pero no los ha sabido invertir, los ha despilfarrado en burocracia y publicidad, y no los ha puesto en cosas que le queden al país.(...)

¿Es usted un hombre de paz? ¿Qué opina del actual proceso de paz?
El proceso de paz se parece a la publicidad de Davivienda. Se da en el momento equivocado y se discute una agenda equivocada. Se da en el momento equivocado porque parece más una cortina de humo y una estrategia electoral que un proceso fundado en una realidad objetiva. ¿Por qué negociar cuando el Estado estaba por primera vez, en muchos años, acorralando a los jefes y cabecillas de las Farc? (...) 

¿Qué opina de que un Santos suceda a otro Santos?
Esto no es un tema de apellidos, acá lo que está en juego es la vigencia de unas ideas que perdieron importancia y desviaron el buen rumbo que llevaba Colombia. La verdadera sucesión es la que habrá del terrorismo a la seguridad, de la desconfianza a la confianza, del gobierno derrochador al gobierno austero que invierte en lo social, del liderazgo lejano y displicente a un gobernante cercano y preocupado que no ve en el ejercicio del poder un privilegio sino una responsabilidad. Santos es más cercano a Samper y a Serpa que a mí. Santos es mi primo hermano pero es hermano mental de Samper y Serpa. Uno no elige la familia pero los amigos ideológicos sí los puede elegir. En suma la elección que van a hacer los colombianos es entre el Santos mejor amigo de Chávez y el Santos mejor amigo de Uribe. 

¿Qué son para usted los Santos?
Una familia que le ha servido al país. Don Pacho Santos Galvis, mi bisabuelo que se suicidó, fue un político muy importante a finales del siglo XIX. Fue representante a la Cámara por Santander, era de Curití, y tenía un porvenir político brillante hasta que descubrió que tenía una enfermedad terminal, creo que era lepra, y decidió terminar su vida con arsénico. Hoy está enterrado en el cementerio laico o de masones en el pueblo con una lápida que reproduce la bellísima carta que le dejó a su madre informándole que se iba a suicidar. Luego viene Eduardo Santos, presidente de la República. Uno no sabe si por destino o karma esta familia siempre ha estado en el epicentro del país, de la democracia, del periodismo. (…) 

¿Por qué los Santos han marcado la vida nacional?
Don Pedro Santos Meneses, el padre de mi tataratía Antonia Santos Plata, se involucró en la guerra de independencia. Los Santos Plata tenían la guerrilla de Coromoro que fue definitiva para ganar la Batalla de Boyacá. Hostigó a los refuerzos españoles que no alcanzaron a llegar a las batallas del Pantano de Vargas y Boyacá, que fueron definitivas en nuestra independencia. Antonia Santos había sido capturada unos días antes y fue fusilada el 6 de agosto de 1819, un día antes de nuestra independencia. Sin lugar a dudas, hemos estado involucrados desde siempre con la lucha por un país mejor.

Adicionalmente, los Santos han marcado la vida nacional porque El Tiempo se convirtió en el principal periódico, y, para bien o para mal, prensa y política han ido en este país de la mano. El Tiempo fue un epicentro de poder muy importante. (…) Yo recuerdo que los presidentes pasaban por mi casa: los dos Lleras, en especial Alberto muy amigo y sobre todo consejero de mi papá, y también López, Gaviria, Samper, Barco, Betancur o Turbay. Con la desaparición de Hernando Santos, El Tiempo dejó de tener esa capacidad de influir en esos círculos de poder. Hay que reconocer que la influencia de El Tiempo fue desproporcionada en un país centralista(...)

¿Qué recuerda de su infancia?
Mi infancia fue feliz pero tuve que encontrar mis propios mecanismos de supervivencia. La infancia me marca como una persona que depende de sí misma, que es capaz de sobrevivir en el caos y capaz de entender que en la debilidad también está la fuerza. Fui un niño muy enfermizo, asmático, y tenía unas alergias en las piernas y en los brazos que cuando sangraban los pliegues de la piel de noche amanecía con los brazos y las piernas pegados por la coagulación de la sangre. Fue, de todas maneras, una infancia normal rodeada de una tribu de niños, con el contacto de seres muy interesantes a través de mi padre y sus amigos. (…)

¿Cómo era Hernando Santos (su papá) como periodista, como padre y como hombre público?
Como periodista vivió trabajando día y noche en el periódico. Fue un taurino increíble, un hombre inmensamente afectuoso, un liberal en el gran sentido de la palabra que me enseñó a no odiar. Siempre me decía que por más difícil que fuera la situación, el odio le hacía más daño a la persona que odia que a la odiada. Fue un periodista muy político y un hombre que jamás hizo un negocio. Recuerdo que cuando le preguntábamos por qué nunca había hecho un negocio nos contestaba con esta anécdota: “A mí Julio Mario me ofreció un negocio una vez pero no lo acepté, porque si le acepto un negocio acabo de barrendero de ‘El Tiempo’”. Era pragmático. (…)

¿Por qué se fue a estudiar al exterior?
Me fui a estudiar al exterior porque las mejores facultades de Periodismo estaban por fuera de Colombia. (…) El triunfo sandinista se acababa de dar y la izquierda revolucionaria se iba a tomar Centroamérica y Latinoamérica. El FMLN empezó su ofensiva final en El Salvador. Ese ambiente universitario era muy atractivo. Iba a conferencias con el Comité de Solidaridad con las Víctimas de El Salvador. 

Me metí a estudiar las contradicciones de América Latina con muchos profesores de izquierda y acabé apoyando las revoluciones sandinista y centroamericana, la guerrilla guatemalteca, todo ese fenómeno que existía en Centroamérica y que tenía razones históricas como la exclusión. Nunca simpaticé con la guerrilla colombiana porque había una democracia en Colombia. 

En El Salvador y en Guatemala era distinto, me atraía la lucha revolucionaria contra las dictaduras. Participé en comités de apoyo a la revolución sandinista. Cuando fue Kissinger a la universidad salimos a la calle a protestar. Conocí en las elecciones de 1984 a Jesse Jackson, luchando contra Reagan (el diablo) y hoy me doy cuenta qué tan equivocado estaba. Tuve una inmensa simpatía por estas organizaciones revolucionarias pero como dice Churchill: “El que no es de izquierda cuando joven es que no tiene corazón y el que no es de derecha cuando viejo es que no tiene cerebro”.

¿Cómo vivió su familia los momentos dolorosos del secuestro?
La gente muchas veces no dimensiona el impacto que tiene un secuestro en la cotidianidad y el sentido de futuro de una familia. La gente olvida a esa esposa que tiene que atender el día a día con fuerza y optimismo, pero que en las noches se sumerge en la expectativa de que su esposo no regrese. Es sentir la muerte sin la certeza de la muerte. El secuestro es un estado permanente de muerte latente. En el secuestro no solo el secuestrado sufre, también lo hacen de manera más intensa la familia por la incertidumbre y la impotencia. 

¿La religión jugó un papel importante?
La fe en Dios jugó un papel fundamental. Hacia marzo había tomado la decisión de suicidarme, había roto la máquina de afeitar y tenía envueltas las cuchillas debajo del colchón. Había tomado la decisión de cortarme las venas un domingo en la noche. Quería ponerle fin a esa incertidumbre. Yo quería terminar con el dolor y la soledad. Ese domingo súbitamente me dieron el periódico El Tiempo. Abro las páginas editoriales y el padre Llano había escrito una columna para mí en la que me decía: “Solo Dios puede quitarle a usted la vida”. (…)

El mensaje era clarísimo: mi vida no era mía, era de Dios. Y tomé la decisión de no continuar con el plan que tenía trazado hace semanas. Saqué las cuchillas de debajo de la cama y las boté por el inodoro. El padre Llano había sido un instrumento de Dios para salvarme la vida. El día que me encontré con mi padre unos meses después cuando me liberaron, le pregunté por qué había publicado esa columna. La sorpresa fue mayúscula cuando me contó que la tenía hacía varias semanas y no la había querido publicar pero que ese domingo decidió hacerlo. Hubiera sido una semana antes o una después y no habría salvado mi vida. (…)

¿Por qué se fue a España?
Me había tocado salir corriendo. Exiliado. Mi primer destino fue Miami. Pero me aburrí. Llegué a España y sentí que me tenía que quedar allí. Dormí durante un tiempo en la habitación de la empleada de Juan Carlos Iragorri, corresponsal de El Tiempo. Hablé con el expresidente Belisario Betancur y le pedí ayuda con Jesús de Polanco, quien me llamó y me ofreció el puesto de asistente de redacción en el periódico El País. Allá tuve muchos amigos que se convirtieron en ángeles de la guarda, los papás de Salud Hernández, entre otros.

Al principio no fue fácil acomodarse a un país extranjero y a una cultura que, aunque parecida, es diferente a la nuestra. Recuerdo que un señor no me quería alquilar el apartamento porque era un sudaca y no tuve más opción que pagarle un año por adelantado para que me lo arrendara. (…)

Mucha gente dice que usted no está preparado para gobernar a Colombia, que usted parece un ‘arlequín’, dicen jocosamente en ‘La Luciérnaga’ de Caracol. ¿Qué opina de eso?
Esas críticas y señalamientos son la reacción normal de la gente cuando ve a un político como yo, que se sale de las formas tradicionales. Es la reacción natural cuando la gente percibe que sí hay políticos capaces de decir lo que piensan y de hacer lo que dicen. Y así soy yo. En Colombia algunos pocos sectores caricaturizan a la persona que habla con franqueza y de manera espontánea. Y, por otra parte, en cuanto a la experiencia, qué mejor experiencia que haber sido ocho años copiloto del presidente Álvaro Uribe Vélez.