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LA ESCALADA

Ola de secuestros de la delincuencia comun en el país.

3 de octubre de 1988

Los secuestradores estaban nerviosos. Minutos después del secuestro se disparó un extrarrápido y preciso operativo militar, con helicóptero y todo, que cercó a los 5 hampones que se habían llevado de la finca "Canoas", en Soacha, municipio a 12 km de Bogotá, a Juanita Montoya de Bermúdez, una joven bióloga de la sociedad bogotana. Los hombres en su huida hirieron a 5 personas con una granada en un retén de policía que trató de detenerlos. Despues abandonaron el carro y se dividieron en dos grupos. Dos se llevaron a Juanita monte adentro y los otros tres se internaron por otro camino.
En el momento en que estaban cargando sus armas la joven decidió fugarse y, de una, emprendió a correr sin rumbo fijo. Al llegar a un barranco le tocó echarse a rodar en medio del fuego que abrieron sus captores.
Segundos después, llegó la policía que la rescató sana y salva, matando a uno de los secuestradores y capturando a otros tres.

Este espectacular final cinematográfico fue la culminación de una semana que vivió un auge del secuestro, como no se había visto en mucho tiempo. Y si ningún apellido podía ser más representativo que Montoya en Bogotá, lo mismo se podría decir de Echavarría en Medellín y de Grajales en Cali, víctimas también de secuestros.

El de Medellín logró impactar a una ciudad donde se pudiera pensar que todo se ha visto y que ya nada sorprende. Doña Elena Olarte de Echavarría, de 84 años y con problemas de salud (marcapasos), fue secuestrada a la altura de Aguas Claras, en la carretera Santa Elena-Medellín el 30 de agosto, en compañía de su hija María Elena Echavarría de Robles y de un nieto menor de edad. El niño fue liberado prontamente, pero al cierre de esta edición no se sabía nada del paradero de la viuda y de la hija de Carlos J. Echavarría, fallecido patriarca antioqueño, hijo del fundador de Coltejer. Algo sorprendente en este caso es que esa rama de la familia Echavarría ha tenido más reconocimiento por los servicios prestados al desarrollo de la industria nacional, que por ser poseedora de una inmensa fortuna. La señora Elena Olarte de Echavarría y su hija son personas acomodadas, pero están lejos de clasificar en la categoría de los super ricos de hoy.

En Cali, al igual que en Bogotá, se vivió un final feliz. El industrial Gerardo Grajales Hernández, que había sido secuestrado el 8 de agosto en su hacienda Miraflores, ubicada al norte del departamento del Cauca, fue rescatado sano y salvo 21 días después.
Grajales declaró: "El secuestro es como una pesadilla que a nadie se la deseo. Fue horrible. Esto es una infamia". En la operación de rescate la policia capturó a 8 personas y mató a dos de los captores. Grajales pudo ser liberado gracias a un exitoso operativo de los servicios de inteligericia del Ejército y la Policía. Los secuestradores habían enviado una foto de Grajales a la familia para demostrar que estaba vivo. Después de que ésta fue entregada, el mensajero fue seguido, lo que permitió ubicar el sitio del secuestro.

Aunque el secuestro es ya parte de la vida diaria de los colombianos, es indudable que se está presentando una escalada. "Hasta ahora toda la evidencia es que se trata de casos aislados sin relación uno con otro", afirmó a SEMANA una fuente de los servicios de inteligencia. A pesar de esto se pueden observar dos tendencias claras: que las autoridades están combatiendo el fenómeno en forma exitosa y que los secuestradores pertenecen mas a la delincuencia comun que a la guerrilla. Ninguno de los tres secuestros arriba referidos ha sido atribuido a grupos guerrilleros y esto, a pesar de que los secuestradores de Juanita Montoya llevaban hasta granadas, armamento poco común para este tipo de operaciones. Los secuestradores de doña Elena Olarte y su hija han dado muestras de gran profesionalismo y sangre fría.
"Sin duda alguna se trata de veteranos", comentó a SEMANA una persona allegada a la familia. Los de Juanita Montoya, por el contrario, según testimonios de ésta, eran muy jóvenes, inexpertos y nerviosos. En cuanto a los de Grajales, la torpeza de mandar un mensajero que volviera hasta ellos con la policia detrás indica que la operación también estaba en manos de gente bastante amateur.

En todo caso, es desalentador que en momentos en que se reanuda un proceso de paz con la guerrilla, que podría eventualmente disminuir el número de secuestros por parte de ésta, se intensifique este delito por parte de la delincuencia común. --