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LA GUERRA BLANCA

Los enfrentamientos en La Gabarra, el sur de Bolívar y el Putumayo demuestran que los cultivos <BR>de coca son el eje de la pelea entre paras y guerrilla.

27 de septiembre de 1999

la región del Catatumbo ha sido tradicionalmente dominada por el ELN. Allí se estableció
desde hace casi 30 años la dirigencia de ese grupo subversivo. Inclusive el desaparecido cura Pérez
montó en esa región su centro de operaciones. Y en ella murió. La razón para que el ELN convirtiera a
las selvas del Catatumbo en su principal fortín militar está relacionada con la existencia en esa zona del
departamento de Norte de Santander del oleoducto Caño Limón-Coveñas, principal objetivo terrorista de
ese grupo guerrillero desde comienzos de la década de los 80.
No obstante los tiempos han cambiado. Con los 90 llegó al Catatumbo la bonanza de la coca, que terminó
por involucrar no sólo a la población campesina sino a los propios frentes guerrilleros del ELN. A la
postre la coca terminó proporcionándole al ELN muchos más réditos que los obtenidos por los atentados al
oleoducto, pero con la diferencia de que los cultivos contaban con el respaldo de los campesinos de la región.
Pero el ELN estuvo solo en el negocio por muy poco tiempo. A comienzos de los 90 empezaron a llegar al
Catatumbo los primeros frentes de las Farc, que venían detrás de la bonanza de la coca. Para las Farc el
negocio no era desconocido. De hecho, esa organización subversiva había fomentado de tiempo atrás los
cultivos ilícitos en el sur del país, especialmente en Guaviare y Putumayo.
Las únicas diferencias que tuvieron las Farc y el ELN en la zona fueron por razones distintas al cultivo de
coca. Las Farc nunca han estado de acuerdo con los atentados terroristas que realiza el ELN contra el
oleoducto en razón a que el crudo cae al río Catatumbo y esto termina por afectar el transporte de insumos y
estupefacientes. El río es la autopista del transporte de pasta de coca en la región.
Los resultados de tanta proliferación de cultivadores no se hicieron esperar. Las selvas del Catatumbo
triplicaron en menos de tres años toda la producción de coca. En efecto, en estos momentos existen
cultivadas cerca de 40.000 hectáreas, según cifras suministradas por la gobernación de Norte de Santander.
El incremento desbordado en las hectáreas cultivadas de coca hizo que la situación en ese departamento
se volviera realmente crítica. Un estudio realizado por distintos organismos de seguridad del Estado
concluyó que "es notorio y escandalosamente evidente que esta región está dedicada en su totalidad a
cultivar y procesar los elementos básicos para producir cocaína". El estudio estableció, además, que buena
parte de la producción y comercialización del estupefaciente está siendo controlada por los grupos
guerrilleros que operan en la zona.
Pero la verdad es que no sólo los grupos guerrilleros están interesados en el negocio de la coca. El jefe de
las autodefensas Carlos Castaño ordenó a comienzos de año a sus frentes iniciar una ofensiva contra las
organizaciones subversivas en el Catatumbo. Con la orden de Castaño empezó la tragedia de los habitantes
de La Gabarra, jurisdicción del municipio de Tibú. Las incursiones paramilitares han dejado cerca de 250
muertos y producido un desplazamiento masivo hacia Venezuela. La tragedia de La Gabarra ha hecho
pensar a varios analistas que detrás de la masacre de campesinos lo que existe es una guerra por el
dominio territorial. Para el alcalde de Cúcuta, José Fernando Bautista, la guerra del Catatumbo está
directamente relacionada con los extensos cultivos de coca que existen en esa zona del departamento.
Pero ¿qué es lo que hay realmente detrás de esta batalla sin cuartel?

La guerra de la coca
Para el analista Alfredo Rangel la lucha en La Gabarra es vital para el futuro del ELN. "El ELN sabe, más allá
del aspecto meramente simbólico, que el Catatumbo es el último bastión territorial que le queda. En caso de
perderlo a manos de los paramilitares será muy difícil evitar su desintegración debido a una posible
desbandada de sus miembros".
Rangel coincide con otros analistas, entre ellos Camilo Echandía, de la Consejería de Paz de la
Presidencia de la República, y Alejandro Reyes, de la Universidad Nacional, en el hecho de que no se trata
de una guerra exclusivamente por motivos económicos. Para ellos la plata que genera la coca es un
instrumento que les permite a los actores del conflicto continuar librando la guerra. Echandía considera
que "la coca les brinda los recursos económicos para neutralizar el avance del enemigo. Es decir, la
plata de la coca sirve para debilitar al adversario mediante la compra de armas y equipos sofisticados".
En otras palabras, el dinero del narcotráfico es el que está determinando la suerte misma de la guerra entre
los paramilitares y los grupos guerrilleros. Quien logre transferir esos recursos hacia la compra de nuevos y
mejores equipos habrá dado un gran paso hacia su consolidación militar y territorial. Alejandro Reyes es
mucho más enfático: "Quien logre controlar la coca gana la guerra. Porque la guerra produce un desierto
económico que lo único que logra es fortalecer la economía ilegal. Es por ello que mientras se cierran las
fábricas se abren los laboratorios para procesar cocaína".
Lo más dramático, sin embargo, es que el fenómeno de La Gabarra se repite en el sur de Bolívar y el
Putumayo, territorios donde en los últimos años se ha disparado el cultivo de coca y donde, curiosamente,
se han incrementado de forma alarmante los enfrentamientos entre paramilitares y guerrilleros (ver mapas).
"Desde que uno comienza a subir de San Pablo hacia la serranía de San Lucas lo que más llama la atención
son los extensos cultivos de coca, la mayoría de los cuales están protegidos por los guerrilleros del ELN y
de las Farc", dijo a SEMANA una de las personas secuestradas por el ELN en el avión de Avianca días
después de su liberación. En esa región _según cálculos de la gobernación de Bolívar_ podría haber entre
3.500 y 5.000 hectáreas cultivadas con coca. En el Putumayo, en los últimos años, los cultivos pasaron de
17.000 a 40.000 hectáreas, según el gobernador Jorge Devia.
El asunto es mucho más complejo de lo que parece. Por cuenta de la guerra, paradójicamente dos de los
enemigos más radicalizados _guerrilla y paras_ terminaron por beber en las mismas aguas contaminadas
de la coca para poder financiar la confrontación armada. Eso hace que el reto sea todavía mucho más
grande para las autoridades, que deberán combatir no sólo a cada uno de los actores del conflicto sino que
tendrán que duplicar los esfuerzos para erradicar su principal fuente y motor.