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Lo que hasta hace poco hubiera parecido una historia de los días de la Colonia, se volvió actualidad, puesta de presente por los 80 trabajadores del Servicio de Erradicación de la Malaria que la semana pasada marcharon desde Pereira hasta Bogotá para decirle al país que la crisis de esa institución de salud ha permitido el renacer de enfermedades que parecían haber quedado olvidadas para siempre en los relatos de Indias.
Malaria o paludismo, dengue y fiebre amarilla son las tres enfermedades que renacieron de sus cenizas --o mejor, de las del SEM-- y que, según José Segundo Franco, Jefe de la División Técnica de ese organismo, son manifestación de una crisis que es "multicasual". En efecto, no sólo hay problemas económicos y laborales, sino que los conflictos de orden público se suman a aquellos para generar parálisis en las campañas de erradicación.
Para empezar, el SEM solicitó para este año un presupuesto de 1.205 millones de pesos, de los cuales sólo le fueron aprobados 597 millones, un 49.6% de lo pedido. Además, de acuerdo a las explicaciones de un funcionario del ministerio de Salud, como el presupuesto del SEM está ubicado dentro del renglón de inversión y no en el de funcionamiento, las apropiaciones son más lentas y lo aprobado para 1985 aún no ha comenzado a hacerse efectivo, lo que ha agravado las cosas, derivando en una parálisis de 4 meses para iniciar el año. Sin sueldos ni viáticos, los rociadores y visitadores no pueden sobrevivir, ni mucho menos desplazarse a las zonas afectadas. Tampoco cuenta la campaña con drogas ni fumigantes y hacen falta medios de transporte. Este programa suele utilizar la mula, los planchones y pequeñas lanchas y, cuando se juntan la suerte y algunos recursos, un jeep. El transporte aéreo, que sería vital para laborar en ciertas regiones alejadas es un lujo que los trabajadores de SEM no pueden darse.
Desde 1958 cuando nació, hasta 1973, el SEM recibió ayuda económica de la Unicef. Los resultados iniciales en cuanto a erradicación de la malaria fueron espectáculares. Para 1965 se había logrado eliminar la transmisión de la enfermedad de 1.600 kilómetros cuadrados, de lo 536 mil dentro de los cuales se había comenzado a trabajar. Pero a fines de los sesenta, la situación comenzó a deteriorarse. Durante los setenta, la cuestión se fue agravando y en 1979 se reportaron 60.738 casos de paludisno, cifra que prácticamente se había duplicado para 1983. Según los especialistas, esta nueva cifra (105.002 caos) debe multiplicarse por cuatro para obtener el número total de casos, pues las estadísticas revelan que por cada caso denunciado hay 4 más que no son reportados. Esto daría un alarmante total de medio millón de casos de paludismo en el país en 1983 con 2.000 muertes registradas), a las puertas del siglo XXI. No es de extrañarse entonces que en los Llanos Orientales y la Costa Pacífica, la malaria haya vuelto a ser una de las primeras causas de mortalidad.
Anofeles y otros bichos
El paludismo comienza a notarse con fiebres, frío y sudoración periódicos. El conductor de la malaria es el mosquito conocido como "anofeles", especie cuyas hembras son las que pican y chupan la sangre, como alimento. Los plasmodium son los agentes causantes de la enfermedad. Se alojan en las glándulas salivares del insecto, que al chupar la sangre pasa la saliva, con lo cual la víctima de la picadura contrae el mal. En Colombia, cerca de 970 mil kilómetros cuadrados, el 85% del territorio nacional, es área malárica, habitada por 18 millones de personas, un 65% de la población. Hoy en día, las zonas de más alto riesgo (ver mapa) son: Urabá, Bajo Cauca, Litoral Pacífico, Magdalena Medio, Amazonía, Catatumbo y Sarare.
El dengue, por su parte, es producido por el mosquito Aedes Aegyptis y de acuerdo con un informe presentado hace algunos meses por el entonces ministro de Salud, Jaime Arias, se estima que 15 millones de habitantes, un 53% de la población colombiana, están expuestos a contraer esta enfermedad en áreas urbanas. Esta población reside en 3 millones de viviendas urbanas, ubicadas a menos de 1.600 metros sobre el nivel del mar y que se encuentran infectadas por el agente transmisor. Y, como en la variedad está el placer, en Colombia existen los 4 tipos de dengue que pueden hallarse en el mundo. Las últimas epidemias del llamado "dengue clásico", similar en su sintomatología a una gripa, se presentaron en la Costa Atlántica, el valle del Magdalena y la cordillera Oriental con más de un millón de casos en 1979. La fiebre amarilla es más bien selvática y las comunidades humana afectadas por ella son los cazadores colonizadores, madereros y demás que se ubican en las selvas. En el área expuesta se encuentran más de un millón 600 mil personas. Entre junio del 83 y julio del 84 se vacunaron 31.265 de esas personas, a un costo de 5 millones de pesos y gracias a una vacuna producida por el Instituto Nacional de Salud.
Para el dengue, en cambio, no hay vacuna, y el único control posible es la destrucción de las zonas infectadas como aguas empozadas, desechos de llantas, etc., a través de la fumigación. Las ciudades que requieren mayor fumigación actualmente son Cúcuta, Barranquilla, Santa Marta Cartagena.
En materia de malaria no existe tampoco una vacuna, pero al menos hay alguna esperanza. El departamento epidemiológico de la Universidad Nacional, a cargo del doctor Elkin Patarroyo, viene trabajando en la elaboración de una vacuna con muy buenos resultados, a tal punto que investigaciones paralelas que se desarrollan en los Estados Unidos y en Brasil le solicitan periódicamente información y le ofrecen intercambio de descubrimientos.
Mosquitos y balas
Y como si todo lo anterior no fuera suficiente, resulta que allí donde más mosquitos hay, es precisamente donde más tiros se disparan. Las zonas más afectadas por el paludismo, padecen igualmente de "fiebre guerrillera": Magdalena Medio, Urabá Sarare, Bajo Cauca, etc., lo que dificulta enormemente la labor de fumigadores y visitadores. El director del SEM, Rodolfo Gómez León, informó recientemente que en los últimos 25 años han desaparecido o han sido asesinados 57 empleados, muchos de ellos en los últimos dos años.
Aldo Cadena, presidente del sindicato de trabajadores del SEM, relató a SEMANA cómo "nos encontramos bajo dos fuegos: de un lado, el Ejército que al vernos entrar y salir con tanta frecuencia de estas zonas, cree que colaboramos con la guerrilla; y del otro la guerrilla, que desconfía de nuestra investidura oficial". Existe además una especie de guerra "de laboratorio" en la cual Ejército y guerrilla se disputan el control de las drogas contra la malaria (quinina, cloroquina, sulfas y otras) para evitar que el enemigo pueda utilizarlas. De modo que los trabajadores de la Malaria tienen que bandearse hoy no sólo contra los mosquitos, sino también contra las balas.--