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Pablo Catatumbo es el tercer miembro del Secretariado de las Farc en Cuba (en el centro, entre los otros dos, Iván Márquez y Ricardo Granda). Su llegada puede imprimir una dinámica más ágil a las conversaciones, pero esto, probablemente, tomará su tiempo.

POLÍTICA

La Habana: pausa en el bolero

Mientras el proceso de paz está en receso, se calienta el debate sobre qué hacer con las Farc.

13 de abril de 2013

Mientras la negociación Cuba está ‘parqueada’ hace casi mes y medio en el subpunto inicial del tema agrario, el primero de la agenda, en Colombia crece la polarización y arden toda clase de discusiones sobre si los jefes de las Farc pueden participar en política y si deberán o no “pasar por la Picota”, como dijo el Procurador. En estas circunstancias, si las conversaciones no cogen ritmo rápidamente, corren el riesgo de empantanarse. 

Aunque la llegada a La Habana de Pablo Catatumbo, uno de los artífices de esta negociación, debería imprimirle dinámica, todo indica que eso no va a ocurrir tan rápido como algunos quisieran. No solo porque el jefe guerrillero y su delegación deben pasar por un obvio proceso de ajuste, sino porque la incertidumbre de las elecciones en Venezuela probablemente gravita sobre la decisión de las Farc de pisar el acelerador. Por lo pronto, el inicio del nuevo ciclo de conversaciones, previsto para esta semana, se va a demorar, al menos, por unos días.

“En el próximo ciclo estamos convencidos de que firmaremos el acuerdo agrario con los delegados de las Farc”, trinó el pasado 23 de marzo el discreto jefe de la delegación del gobierno en Cuba, Humberto de la Calle, hablando de la ronda de conversaciones prevista para comenzar el 2 de abril. Una semana después de ese trino se informó que el ciclo se aplazaba y las conversaciones se retomarían solo “la tercera semana de abril”. 

El primero de marzo, las Farc y el gobierno informaron que habían “avanzado en la construcción de un acuerdo en los siguientes temas: acceso y uso de la tierra; tierras improductivas; formalización de la propiedad; frontera agrícola y protección de zonas de reserva”. Veinte días después, al término de una ronda más de negociación, dijeron que seguían exactamente en los mismos temas, que componen el subpunto 1.1 del tema agrario. Ahí está ‘estacionada’ hace casi mes y medio la negociación. 

Quizá las semanas transcurridas desde el fin de la última ronda, el 21 de marzo, les sirvan a los negociadores y sus equipos técnicos para avanzar en los demás y para que se cumpla el trino de Humberto de la Calle. Sin embargo, aunque los delegados oficiales estaban listos para viajar a Cuba el miércoles 17 de abril, no lo harán, pues el comienzo de la nueva ronda se aplazará, al menos, por varios días.

Esto no es necesariamente una mala noticia. Tener varias páginas de acuerdos suscritos con las Farc en torno a la parte más compleja del tema agrario –se dice que hay varias cuartillas redactadas y firmadas– es un avance al que no llegó ninguna negociación anterior con esa guerrilla. Y ese primer subpunto del tema agrario es el más complejo políticamente. Los otros, con excepción del sexto, “seguridad alimentaria”, pueden ser evacuados más fácilmente, como dijo De la Calle.

Por otra parte, además del refuerzo de Catatumbo, las Farc dieron una demostración de unidad y compromiso con el proceso saliendo al paso de los rumores sobre eventuales diferencias del Bloque Sur, uno de los más poderosos de esa guerrilla, con un comunicado en el que su jefe, Joaquín Gómez, declaró que “acatará y cumplirá al pie de la letra con los acuerdos a los que se llegare”. 

Sin embargo, es un hecho que, a cinco meses de iniciadas las conversaciones, no haber pasado del primero de los 21 subpuntos que tienen los cinco temas de la agenda (más otros seis, espinosos, del capítulo de implementación, verificación y refrendación) no es exactamente la más contundente demostración de dinámica de las conversaciones, sobre todo si se quiere firmar antes de noviembre. En especial porque no son sencillas las circunstancias que rodean la negociación en Colombia.

La marcha del 9 de abril cristalizó la profunda polarización entre el gobierno y los partidarios de un final negociado del conflicto armado, y quienes se le oponen. El fiscal y el procurador están enfrascados en un debate público sobre si los guerrilleros deben pagar cárcel o no y en torno a las condiciones de su participación política, que será el siguiente punto en discusión en La Habana. 

Naciones Unidas y la Universidad Nacional preparan a toda marcha el foro sobre este tema, que tendrá lugar el 28, 29 y 30 de abril en Bogotá. Las comisiones de paz del Congreso, por su parte, inician el 18 en Quibdó una serie de nueve mesas para discutir en las regiones los cruciales asuntos de las víctimas y la verdad. Y el presidente Santos volvió a insistir, como lo hizo en enero, en su alocución televisada del 9, en la necesidad de un mecanismo de refrendación popular de los acuerdos, que aún está por definirse y que las Farc insisten en que sea una Asamblea Constituyente.

Para completar, una delegación de cuatro personas de la Corte Penal Internacional visitará Colombia en los próximos días, para dar seguimiento al Informe Preliminar con el que la oficina del fiscal de ese organismo emitió lo que algunos han considerado “la última advertencia” de la Corte a Colombia. 

El informe sostiene que, aunque hay una “base razonable” para creer que las guerrillas (y los paramilitares) habrían cometido desde noviembre de 2002 crímenes de lesa humanidad y desde noviembre de 2009, crímenes de guerra (esas son las fechas a partir de las cuales la Corte podría tener jurisdicción en Colombia), apunta a que, respecto a las guerrillas, el Estado ha cumplido con su labor de investigar a los máximos responsables de las Farc y el ELN. 

En ese caso, la CPI no intervendría, aunque lo deja sujeto “a la apropiada ejecución de las sentencias de los convictos”. Con toda probabilidad la visita, que es de bajo perfil, va a hacer aún más agudo el debate sobre cuál debe ser el tratamiento que se de a los jefes de las Farc en caso de un acuerdo.

En resumen, mientras el ya lento ritmo de bolero que traían las conversaciones en La Habana pasa por una prolongada pausa de casi un mes, en Colombia la política en torno al proceso se acelera y la polarización crece. Si Pablo Catatumbo logra ajustarse con rapidez al cambio que significa pasar de las montañas del Cauca a un hotel en Cuba e imprimir en la delegación de las Farc una nueva dinámica, las cosas pueden cambiar. 

Eso solo se sabrá en las próximas rondas. Si para entonces no hay cambios en los tiempos del proceso, su credibilidad, sobre la cual ya no pocos ponen un signo de interrogación, puede empezar a verse seriamente afectada. La consigna del día debería ser: ‘Cantinero, póngase al menos un bolerito, para seguir bailando’.