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O R D E N    <NOBR>P U B L I C O</NOBR>    <NOBR></NOBR>

La inocencia armada

La última operación del Ejército reveló que las Farc han reclutado 150 niños de la zona de distensión este año y que recibieron las armas provenientes de Jordania.

1 de enero de 2001

Cuando arrojó el fusil AKM-47, de fabricación jordana, salió de los arbustos que la escondían de los soldados y levantó los brazos en clara señal de rendición, Ingrid Mayerni Ortiz, de 14 años, sintió el fogonazo de una bala que se le incrustaba en el tobillo izquierdo y que fue disparada por uno de sus compañeros de guerra. Cayó al suelo y rodó deliberadamente hasta encontrar una pequeña zanja que la protegió del fuego cruzado que se desató después de que tomara la decisión de entregarse. Pero las balas le seguían rozando su cuerpo hasta que un soldado de la Quinta Brigada del Ejército fue a rescatarla del lugar que la protegía precariamente.

Cuando logró sacarla y cargarla en dirección de un jeep que aguardaba con el motor prendido en la carretera, el soldado fue blanco de una granada lanzada de un mortero por guerrilleros de las Farc y murió instantáneamente. Ingrid cayó al suelo pero ya estaba fuera de peligro. Minutos después los combates terminaron y los pocos guerrilleros que habían resistido estaban muertos, incluyendo un número no determinado de niños. Como Ingrid, quien hoy se encuentra a salvo y en manos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf), 13 menores más, reclutados por las Farc durante este año, fueron capturados por el Ejército la semana pasada en desarrollo de la Operación Berlín, que desarticuló dos columnas del frente móvil Arturo Ruiz de las Farc en Santander. Otros cuatro menores lograron desertar antes de que se iniciaran los combates.

Pero la captura de los 13 niños, la deserción de cuatro más y la muerte de 10 más —cuyas edades oscilan entre los 13 y los 17 años— son apenas un abrebocas. Según las cifras de la Quinta Brigada del Ejército, recopilada durante meses de labores de Inteligencia, 150 niños han sido reclutados por las Farc desde principios de este año en Caquetá, Guaviare, Meta y Vichada con el propósito de que engrosaran las ocho columnas del frente móvil señalado y que fue creado en enero con el fin único de recuperar los territorios perdidos en las zonas del Magdalena Medio —incluyendo el sur de Bolívar y el Catatumbo— y que hoy son dominados por los grupos de autodefensas liderados por Carlos Castaño.

“Esa zona es caliente porque hay cultivadas por lo menos 40.000 hectáreas de coca”, explicó el general Martín Orlando Carreño, quien comandó las operaciones militares. “Aunque nos faltan seis compañías más, sabemos que los guerrilleros vienen caminando desde el Caquetá” (ver mapa).

Además de encontrar niños nutriendo las huestes guerrilleras el Ejército incautó, por primera vez, 37 fusiles AKM-47 de fabricación jordana, que entraron a la zona de distensión a mediados de este año provenientes del Perú y que fueron negociados en el mercado internacional de armas por la guerrilla.



Niños de la guerra

El saldo frío de esta operación del Ejército muestra, una vez más, los rostros cruentos y macabros de la guerra que se libra en Colombia día tras día. Y el más aterrador y doloroso de ellos lo constituye la conversión de niños en estado de indefensión —como los raspachines de hoja de coca y los huérfanos que habitan la zona de distensión— en máquinas de guerra.

Durante los combates, cada que el cerco se hacía más estrecho y el Ejército lograba rodear las columnas de las Farc, iban apareciendo menores que eran capturados o que habían decidido desertar luego de encontrar un lugar seguro para esconder el fusil (en muchos casos de igual tamaño que ellos mismos) y de hallar en sus bolsillos un papel impreso por el Ejército que los invitaba a “reencontrarse con su familia” y a “recibir los beneficios que la Ley les da” si se entregaban.

Estos volantes eran lanzados permanentemente desde los helicópteros de la Quinta Brigada y según tres menores entrevistados por SEMANA, el volante resultaba convincente pese a que los cabecillas de los frentes los quemaban. Entre los desertores se encontraba Ingrid, la niña herida en combate y rescatada por el soldado muerto posteriormente. Pero, a diferencia de otros menores, Ingrid decidió entregarse en el único momento que no tuvo la vigilancia de sus superiores: cuando empezaron los combates. “Ahí le dije al cucho (cabecilla del frente) que yo ya no quería estar allí, que no iba a dar más plomo y que me iba”, relató la menor a SEMANA. “Fue ahí cuando levanté los brazos y me lancé a correr”.



Historias de infancia

Pero la historia de Ingrid, hasta el año pasado, no había sido diferente a la de cualquier niño citadino que vive con sus padres y va al colegio. Ella terminó quinto de primaria en el Liceo Mariana del barrio Girardot del suroriente bogotano. Pero su vida cambió dramáticamente cuando tuvo que irse a Mesetas (Caquetá) detrás de su madre y de sus dos hermanas, quienes no encontraron otra forma de sobrevivir que cuidando una finca en Jardín de Peñas, vereda aledaña a Mesetas, luego de que su padre las abandonara.

Apenas Ingrid llegó a la finca los milicianos de las Farc le echaron el ojo y trataron de convencerla de que entrara a las filas de la organización. “Pero yo no quería, yo quería seguir estudiando, dijo la menor. Pero mi mamá no se devolvía a Bogotá y yo seguía allá sin hacer nada, hasta que un día llegaron los de la columna Arturo Ruiz y me dijeron que o me iba con ellos o no me dejaban salir de allá”.

La niña recibió un entrenamiento básico de tres meses y luego pasó a integrar el nuevo frente móvil. “Cuando acabaron las prácticas comenzamos a caminar por carretera destapada, por páramo, por veredas, un día sí, un día no, explicó. A veces cogíamos rápidas (lanchas) y cuando ya fue que nos cogió el Ejército. Ese día completamos cuatro días sin comer”.



Armas jordanas

Fuera de que saliera a la luz el reclutamiento indiscriminado de menores esta operación puso al descubierto que los 37 fusiles AKM-47 incautados son de fabricación jordana. Ello confirma las versiones de que la guerrilla ha estado negociando en el mercado internacional la compra de fusiles, municiones, granadas y explosivos.

Al momento la Quinta Brigada y la Fuerza de Despliegue Rápido lograron desarticular dos de las ocho columnas que conforman la brigada móvil Arturo Ruiz. Rogelio, el guerrillero que comanda el frente, se encuentra en una de las cuatro columnas que no han logrado su arribo al Magdalena Medio. Allí espera no sólo evadir el cerco que el Ejército le tendió sino ganarle la guerra a Castaño con 100 niños que los tiene caminando desde el Caquetá desde julio pasado. n