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El movimiento revolucionario de liberación Carapaica dice estar dispuesto a dar la vida por el proyecto bolivariano. Es una de las 30 milicias urbanas que viven, con el conocimiento del gobierno en el barrio 23 de enero de Caracas

VENEZUELA

La 'Jihad' de Chávez

El grupo radical que acaba de aparecer criticando la revolución bolivariana puede ser un invento del propio Presidente venezolano.

23 de enero de 2010

El lunes de la semana pasada apareció en el noticiero de RCN un video de un grupo encapuchado armado hasta los dientes que a primera vista parecía ser algo relacionado con la jihad islámica. Cuál no sería la sorpresa cuando resultó que se trataba de una guerrilla urbana venezolana. El grupo, autodenominado Movimiento Revolucionario de Liberación Carapaica, es una de las más de 30 organizaciones que conforman las milicias urbanas creadas por Chávez, tras su intento de golpe de Estado en 1992. En total, se rumora que estos grupos paramilitares están integrados por más de 2.000 hombres y se ubican con el conocimiento del gobierno en el barrio 23 de enero, uno de los más pobres de Caracas.

Su reaparición ahora llamó la atención por el mensaje desafiante y crítico que contenía contra el gobierno de Hugo Chávez. Teniendo en cuenta que el Presidente se había jactado esa misma semana de estar entregándole armas al pueblo para defender la revolución bolivariana, desconcertó el surgimiento de una disidencia armada dentro de esa organización.

En un escritorio con tres personas sentadas y más de 15 hombres detrás cargando bazukas, granadas, fusiles Fal y lanzacohetes AT4, el jefe del movimiento se presentó como el comandante Murachí y comenzó a enumerar su memorial de agravios contra el gobierno. Denunció que las instituciones del Estado revolucionario bolivariano "estaban secuestradas por seudorrevolucionarios que se hacen llamar socialistas". Agregó que la mayoría de los hombres que están asumiendo cargos de dirección política ha incurrido en enriquecimiento ilícito. Y a la luz de estos argumentos, le exigió al comandante rectificar el rumbo del proceso bolivariano, comenzando por la "destitución inmediata de su tren ejecutivo". Acabó su alocución con un desafiante "Patria o muerte".

Todo esto tenía algo de extraordinario. Que Chávez, el presidente más radical de izquierda en América Latina desde Fidel Castro, fuera acusado de traicionar la revolución era tan dramático como ridículo. Mientras anunciaba la expropiación de los almacenes Éxito, les declaraba la guerra a las muñecas Barbie como símbolo de la sociedad de consumo y denunciaba que el terremoto de Haití había sido producido por los gringos, el enmascarado Murachí y sus muchachos daban la impresión de acusarlo de corrupción y dejar a mitad de camino el sueño bolivariano.

Esto no estaba en el libreto y dio pie a risas entre los antichavistas y pánico entre sus seguidores. Jaime Bayly en su programa se atrevió a pronosticar que Murachí estaba a punto de ser "fumigado", pues el Presidente no era una persona muy dada a la insubordinación dentro de sus filas. La teoría no era descartable. Con 5.000 millones de dólares en armas, espías en todas las cuadras y el antecedente de recurrir a la vías de hecho, el movimiento Carapaica no parecía tener muchas posibilidades de sobrevivir en una casa en el centro de Caracas.

Al día siguiente la telenovela dio un giro inesperado. En entrevista con Claudia Gurisatti y otras declaraciones telefónicas, Murachí pasó de crítico de la revolución a defensor acérrimo de Chávez. Explicó que el comandante era todavía imprescindible para el socialismo bolivariano y que todavía compartían su discurso antiimperialista y su línea de gobierno. Afirmó que el 80 por ciento de los venezolanos lo apoyaba y que sus críticas iban hacia la inmoralidad y la indisciplina de algunos dirigentes que lo rodeaban. Afirmó también que las armas que ellos tenían, que eran de uso privativo de las Fuerzas Armadas, las habían adquirido a través de personas corruptas dentro del Ejército venezolano, pero sin el conocimiento de Chávez.

Con esto, el grupo de tenebrosos encapuchados de la jihad bolivariana comenzó a parecer más bien invitado a una fiesta de disfraces. Si todo el show era en el fondo para apoyar a Chávez, no era imposible que fuera él mismo quien hubiera hecho el montaje. La teoría de que todas las fallas de la revolución no eran responsabilidad del 'fuhrer' venezolano sino de la rosca que lo rodeaba era un guión que definitivamente le servía al Presidente. En primer lugar, para radicalizar su revolución que, según Murachí, estaba perdiendo pureza e impulso. Y en segundo lugar, para purgar parte de su cúpula con el argumento de que ésta era la culpable de la pérdida del norte. Para ambas cosas nada más útil que invocar los reclamos de Murachí y sus milicias revolucionarias.

Sin embargo, las milicias bolivarianas no pueden solamente ser tomadas en chiste. Todo lo que tiene por detrás la mano de Chávez implica un elemento de peligro. Es un hecho que Venezuela tiene varios grupos de paramilitarismo que antes no tenía y que las amenazas de estos grupos son reales y peligrosas. Además, para nadie es un misterio que la clase política de Venezuela es la más corrupta del continente en la actualidad. También hay quienes afirman que nada mejor para Chávez que crear un escenario de terrorismo a pocos meses de las elecciones legislativas de septiembre, cuando, se pronostica, podría perder la mayoría. Otros profundizan en este sentido y afirman que Chávez está detrás de estas marionetas con el propósito de atemorizar y desviar la atención popular de los problemas serios que atraviesa el país.

En toda esta opereta hay un elemento positivo. Uno de los puntos clave de la presentación en sociedad del movimiento Carapaica es advertir que una guerra convencional contra Colombia sería catastrófica. Como ese libreto pudo haber sido elaborado en el Palacio de Miraflores, ese mensaje de pronto conlleva una "rectificación" de políticas equivocadas, como diría el propio Murachí. De ser así, la puesta en escena de los guardianes de la revolución bolivariana podría tener algo de constructivo.