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JUSTICIA

La lección del caso Arias

Andrés Felipe Arias, tras dos años detenido, recobra su libertad. Antes de diciembre se sabría si es culpable o inocente.

15 de junio de 2013

El caso de Andrés FelipeArias bien podría convertirse en materia de estudio de las facultades de Derecho: así como en las clases de Biología se abre una rana para que los estudiantes de bachillerato aprendan Anatomía, en este caso una lectura en detalle de lo que ocurrió con las cuatro solicitudes que hizo el exministro de Agricultura pidiendo su libertad pueden dar una lección de cómo funciona la Justicia en Colombia.

El 26 de julio de 2011 a Andrés Felipe Arias, luego de imputarle cargos por cuatro presuntos delitos relacionados con el escándalo de Agro Ingreso Seguro, lo dejaron detenido con el argumento de que estando en libertad podía manipular a los testigos, que eran quienes habían trabajado con él en el ministerio y a quienes él había visitado en su reclusión en La Picota.

Arias esperó entonces, detenido en la Escuela de Carabineros, hasta que los demás rindieran testimonio. Todos dijeron que él no había tratado de inducir sus versiones. El exministro pidió de nuevo la libertad.

Esta vez, le tocó el turno de decidir al magistrado Hermes Lara, quien de nuevo se la negó  acogiendo el argumento del fiscal del caso en el sentido de que faltaban aún 14 testigos de la Fiscalía por declarar y sobre ellos el exministro Arias podría influir.

 Una vez más Arias esperó a que pasaran los testigos. Y volvió a pedir la libertad, convencido de que esta vez la lograría. Sin embargo, el tercer magistrado en revisar su solicitud, Ramiro Riaño, también se la negó el pasado 6 de mayo. Según el togado, como faltaban aún testigos de la defensa por declarar no se había despejado todavía el riesgo de obstruir la Justicia. Tras esa audiencia, en los medios publicaron escenas desgarradoras de él y su esposa abrazados en lágrimas e incluso del exministro afirmando ante los micrófonos “Solo falta que me maten, mátenme”. 

Arias entonces renunció a 11 testigos y, a 19 a los que no podía renunciar, su defensa les tomó una declaración juramentada, en la que ellos dijeron que no solo él no los había manipulado, sino que si quisiera podría hacerlo porque ellos habían dado todos sus testimonios.

Esas declaraciones escritas pusieron en tela de juicio al fiscal del caso, que había utilizado el argumento de que faltaba recoger la prueba de esos testigos para pedir que lo mantuvieran detenido.

Con esa decisión en la mano, Andrés Felipe Arias volvió a solicitar la libertad. Y finalmente, el viernes pasado, la magistrada Patricia Rodríguez se la concedió. “Escuchar la providencia de una mujer independiente y sensata, lo reconcilia a uno con la Justicia”, dijo a SEMANA Jorge Gómez, exmagistrado de la Corte Suprema, y hoy defensor de Arias. Cabe anotar que Rodríguez, en su paso por la Fiscalía, fue una de las dos fiscales que sacó del olvido el caso de las chuzadas del DAS.

La magistrada dejó entrever una diferencia de criterio con el magistrado que negó la libertad a Arias el 6 de mayo: según ella, no había razón para creer que Arias podía obstruir a la Justicia con una supuesta manipulación de los testigos que su defensa había llamado.

Andrés Felipe Arias llegó a la audiencia diciendo que el hecho de estar lejos de su esposa y de sus hijos, lo hacía sentirse “debilitado”. “No he sido vencido en juicio, ni estoy condenado. Le pido a usted que me permita defenderme en libertad”, le dijo el exministro a la magistrada.

La detención de Arias, por todos esos motivos, comenzó a rayar con lo absurdo, por no decir politizada, en un sistema penal como el colombiano que en teoría es garantista. 

Arias está acusado por celebración indebida de contratos, peculado a favor de terceros e interés ilícito en la celebración de contratos. Si la Corte lo llega a condenar, su pena podría ser hasta de 15 años de cárcel. Sin embargo, el caso tiene elementos tanto a favor como en contra del exministro.
El hecho de que le den la libertad no significa que sea inocente, pero sin duda hace ver su proceso más equilibrado.