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LA METAMORFOSIS

Con el proceso de paz el país cambia el tema del elefante por el de la paloma.

28 de julio de 1997

Cuando el pasado 23 de junio, en su acostumbrada alocución televisada de los lunes el presidente Ernesto Samper anunció que su gobierno abriría nuevamente la puerta para un proceso de paz, muchos calificaron la iniciativa como una nueva cortina de humo para desviar la atención de la opinión sobre el proceso 8.000.Sin embargo, a diferencia de propuestas como implantar la pena de muerte, convertir el Congreso en unicameral o construir un canal interoceánico que fueron flor de un día, la de explorar nuevamente las posibilidades de una negociación con la guerrilla cogió vuelo. Hoy los colombianos están cambiando el tema del elefante del 8.000 por el de la paloma de la paz.
Lo que pocos entienden es cómo hizo el gobierno para transformar el episodio de las Delicias, la más grande derrota militar sufrida por el Estado colombiano en los últimos años, en un indiscutible triunfo político. El capítulo de la liberación de los soldados no fue una negociación sino una entrega. El gobierno cedió prácticamente en todo, incluyendo la humillante exigencia de transmitir el himno de las Farc por televisión. Sin embargo a la opinión pública _que no entiende de conceptos como despeje o internacionalización del conflicto_ lo único que le importa son los resultados, no las implicaciones. Y lo cierto es que los soldados volvieron sanos y salvos a sus casas.
La estrategia
Pero ¿qué hay detrás de la propuesta del presidente Samper? ¿Puede el país hacerse ilusiones sobre un nuevo proceso de paz? Pensar que el único propósito que tiene el gobierno es enterrar el proceso 8.000 es simplista. El interés de Samper va más allá. En momentos en que analistas y autoridades han dicho que este año electoral podría ser uno de los más violentos en la historia de Colombia, a lo que le está apuntando Samper en el corto plazo es a lograr una tregua no declarada que le permita realizar las próximas elecciones. Con el término inicial de 60 días para explorar las posibilidades de comenzar un diálogo el gobierno estará allanando la mitad del camino hacia las elecciones para alcaldes y gobernadores que se realizarán el 26 de octubre. De ahí en adelante, muy seguramente tratará de seguir ganando tiempo entre prórrogas e intentos de aproximación buscando como meta llegar lo más cerca posible de las elecciones presidenciales de mayo.
Aunque el tratar de realizar unas elecciones en paz es un objetivo loable, hay quienes piensan que detrás de la jugada de Samper hay varios peligros. El primero de ellos es que para darle cuerpo a este proceso se requieren algunos mecanismos operativos. El primero de ellos son los 'cabildos por la paz' que se propone realizar el gobierno en los municipios más afectados por la violencia para discutir la situación específica de cada región. A pesar de que Samper ha dicho que no se trata de los "diálogos regionales" propuestos por la guerrilla, a los cuales siempre se ha opuesto, quienes tienen experiencia en este campo aseguran que una cosa es lo que se diga en el Palacio de Nariño y otra lo que realmente sucede en la práctica. Según los conocedores es previsible que tanto los grupos subversivos como los sectores políticos que quieren participar en las elecciones aprovechen los cabildos para crear un clima de distensión que les permita ganar a ambos espacio político. La consecuencia inmediata de esto sería una posible alianza entre políticos y guerrilla que le ayudaría a esta última a incrementar y consolidar su poder en las regiones en las cuales tiene influencia. Hay también quienes creen que en la táctica del gobierno hay un interés claro en favorecer la candidatura de Horacio Serpa. La jugada de Samper logró el milagro de poner para la próxima campaña electoral a partidarios y contradictores del gobierno del lado de la paz y convertir este tema en el más importante de la campaña. Sin embargo muchos creen que el que más se beneficiará realmente será Serpa, que es a quien los electores identifican como el candidato de la paz. El mismo, en el foro realizado recientemente por El Espectador con los candidatos presidenciales, anunció que, de ser presidente, personalmente asumiría los contactos con los jefes guerrilleros para buscar la paz. Y en este terreno lo cierto es que Serpa, quien ha sido consejero para la Paz, ministro del Interior y además se ha pasado la vida haciendo política en una de las zonas más violentas del país, le lleva ventaja a los demás candidatos. El interés del gobierno, sin embargo, no es sólo garantizar elecciones en paz y darle una plataforma política a Horacio Serpa. La liberación de los soldados de las Delicias le abrió la posibilidad, ya prácticamente descartada, de retomar un tema que puede llegar a cambiar la versión que haga la historia sobre el gobierno Samper. A lo que el Presidente aspira es a mantener abierta una puerta para las negociaciones hasta el final de su mandato y lograr con ello que este gobierno no sólo sea recordado por el escándalo de la financiación de la campaña con dineros del narcotráfico sino también como el que logró allanar el camino hacia la paz.
¿Que quiere Tirofijo?
Es fácil entender por qué al gobierno le interesa una negociación. Lo que no es tan lógico es por qué le interesa a la guerrilla. No es fácil comprender por qué en menos de un mes las Farc han cambiado de posición y ahora sí están dispuestas a negociar con este gobierno. En la entrevista concedida por su dirigente Alfonso Cano al Noticiero 24 Horas en mayo pasado las Farc aseguraron que por ningún motivo negociarían con un gobierno al que consideraban ilegítimo y corrupto. Sin embargo, el día de la entrega de los soldados de las Delicias, el jefe del secretariado mayor de las Farc anunció su decisión de estudiar un acercamiento con el gobierno poniendo como condición para ello, entre otras cosas, la reorganización de las Fuerzas Militares, el desmonte de los grupos paramilitares y las Convivir, la renegociación de los contratos petroleros, la reforma agraria y el freno a la apertura y las privatizaciones.
¿Qué llevó a las Farc a este viraje de 180 grados? En primer lugar, la historia de las guerrillas en el mundo demuestra que éstas siempre están dispuestas a sentarse en una mesa de negociación, simplemente porque no pierden nada al hacerlo. Dialogar no es conceder, pero cualquier proceso de paz le permite a la guerrilla ocupar más espacios políticos de los que tenía antes. En Colombia siempre ha habido procesos de paz (ver recuadro) y estos generalmente han desembocado en un fortalecimiento de la subversión. Cada nuevo proceso no sólo les da pantalla sino que además aumenta la legitimidad de la guerrilla como interlocutora. Al final siempre es posible correrse en cualquier momento sin llegar a firmar nada. La guerrilla sabe que muy pocas veces había estado en condiciones de sacar tanta ventaja de una negociación como ahora. "Ellos son conscientes de que en este momento la paz es más importante para el gobierno que para la guerrilla y que pueden sacar provecho de eso. Por eso fue que aparentaron haber cambiado de parecer", aseguró a SEMANA un ex asesor de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz.