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La muerte de una aerolínea

Los 12 socios de West Caribbean decidieron liquidarla. Pero tendrán que indemnizar a las víctimas de sus accidentes y responder por sus millonarias deudas.

11 de septiembre de 2005

Tal vez si no hubieran ocurrido los dos siniestros de West Caribbean este año, el país no se habría enterado de la difícil situación que venía atravesando la aerolínea. Todavía tenía la imagen de una empresa que se lanzó hace siete años a conquistar el mercado de la aviación en Colombia con tarifas bajas y con una visión contundente: "Toda nuestra flota es operada por una tripulación experimentada que tiene muchas horas de vuelo en grandes aerolíneas y que recibe constantemente entrenamiento en la casa matriz de cada fabricante. La mayoría de nuestra flota está dotada de sistemas de navegación satelital que garantizan mayor seguridad".

Los primeros años todo parecía funcionar bien. Hasta diciembre pasado, sus 12 aeronaves operaban cinco rutas regionales, 13 nacionales y siete internacionales. Pero la suerte se le acabó al llegar este año. Seis aviones de su flotilla fueron puestos en tierra por sus arrendadores, ante los atrasos en el pago de los contratos de leasing. De los restantes, cuatro quedaron en servicio y dos en mantenimiento. Y dos de los que volaban se accidentaron. Uno, un bimotor, se estrelló en Semana Santa cuando decolaba de Providencia hacia San Andrés, con un saldo de ocho personas muertas y seis heridas. Y el otro, en agosto pasado, en Venezuela, cuando cubría la ruta entre Panamá y Martinica. Allí murieron los 153 pasajeros, todos franceses, y los ocho miembros de la tripulación.

A raíz de estos accidentes, se conoció que la compañía había sido multada por la Aerocivil con 45.000 dólares, por varias violaciones, incluidas que los pilotos y la tripulación estaban volando muchas horas más de las permitidas, además de su falta de entrenamiento. Para completar, ya el 2 de mayo pasado la empresa había sido sometida al control de la Superintendencia de Puertos y Transporte, debido a sus problemas financieros. Le exigió presentar un plan de reestructuración de sus deudas para que siguiera siendo viable. Pero ya era demasiado tarde. Su nivel de endeudamiento asciende al 94 por ciento. Es decir, que por cada peso que tiene como activo, debe 94 centavos.

Al observar los últimos estados financieros, sus activos son de 53.000 millones de pesos, y sus pasivos totales o deudas son de 50.000 millones. Pero la superintendencia encontró que la compañía utilizó la figura contable del crédito mercantil formado, algo así como el valor del good will de la empresa, para inflar su patrimonio en 18.000 millones de pesos. Algo que, según la superintendencia y de acuerdo con los principios de contabilidad, es inaceptable.

Frente a todos estos problemas, ya no quedaba otra alternativa que convocar a una asamblea extraordinaria de accionistas y tomar una decisión. Así se hizo la semana pasada, y los 12 socios decidieron terminar con la empresa. Ahora lo que les espera es asumir la responsabilidad civil por las enormes indemnizaciones que generó el accidente de Venezuela. Y la carga laboral de sus 550 empleados, junto con las millonarias deudas a sus acreedores, y las altas cargas fiscales y parafiscales.

De esta manera, lo que arrancó como un sueño de un grupo de empresarios antioqueños de prestar con excelente calidad el servicio de transporte aéreo, contando para ello con una moderna flota de aeronaves y con el más capacitado y experimentado talento humano, terminó en un gran fracaso.