Home

Nación

Artículo

La semana pasada Jorge Oñate (izquierda) estuvo en diligencias judiciales en la Fiscalía acompañado de su abogado.

JUDICIAL

La novela de Jorge Oñate

El cantante vallenato sigue envuelto en un drama que involucra muerte, familia, política y música.

27 de septiembre de 2014

Homicidio, política y pleitos familiares pueden ser ingredientes indispensables para una buena telenovela, pero si se le agrega un poco de vallenato podría ser el guion perfecto para un ‘culebrón’ colombiano. Todos esos ingredientes están presentes en un caso que involucra al cantante Jorge Oñate y a los Ovalle, una familia de trayectoria política en el departamento del Cesar.

Efraín Ovalle, exconcejal del Cesar y primo del célebre cantante, fue asesinado el 25 de febrero de 2012, cuando se encontraba dentro de un vehículo cerca de su casa, en el barrio Venecia del municipio de La Paz. Ovalle era reconocido por su gran poder político y porque era casi una tradición que el candidato que tuviera su visto bueno llegara al poder. Por su parte, Oñate también ha reconocido en varias entrevistas que desde niño le ha gustado la política y que ha apoyado a varios candidatos a la Alcaldía de La Paz, con tan mala suerte, que siempre ha perdido.

Su último fracaso ocurrió a finales de 2011, cuando su esposa Nancy Zuleta buscaba convertirse en la alcaldesa de ese municipio. Oñate pidió el apoyo de su primo Efraín Ovalle, pero este se decidió por Wilson Rincón Andrade, quien terminó siendo el alcalde electo para el periodo 2012-2015. Este fue el motivo para que familiares de Efraín Ovalle indicaran que el asesinato se debía a una venganza política.
La familia Ovalle dijo que una semana después de que Nancy Zuleta perdiera las elecciones, Jorge Luis Oñate, hijo del artista, fue hasta su casa, los intimidó con una pistola y les reclamó por no apoyar a su madre. Luego de las acusaciones, aparecieron los testimonios de Manuel Ricardo Benavides y John Carlos Landero, alias Curumaní, dos ‘urabeños’ que relacionaron a los Oñate con el crimen.

En una de sus declaraciones a la Justicia, Benavides aseguró que fue contactado por Eduardo Rodríguez, alias Eduard Chía, quien le dijo que el dinero para la ‘vuelta’ venía de los Oñate. Los dos hombres se convirtieron en testigos clave para el proceso, pero unos meses después el pleito de las familias caribeñas se complicaría aún más.

A solo un día de la audiencia en donde ratificarían sus acusaciones contra Eduard Chía y tres presuntos sicarios más, Benavides fue trasladado a Valledupar  y Curumaní apareció muerto en su celda. Más misterio se sumaba a la historia, pero Jorge Oñate negaba cualquier tipo de relación con el crimen, “¿por qué mi familia iba a tomar represalias, si antes ya habíamos perdido tres alcaldías y no había pasado nada?”, dijo en ese momento.

La novela continuó. Eduard Chía fue capturado y las autoridades concluyeron que los autores intelectuales intentaron contratar a los Urabeños para que cometieran el asesinato, pero como estos se negaron, contactaron a Marco de Jesús Figueroa, alias Marquitos Figueroa, quien se presume era el brazo armado del detenido gobernador de La Guajira ‘Kiko’ Gómez y uno  de los que dominaba el tráfico de gasolina en la frontera con Venezuela.

Hasta ese momento solo habían caído los autores materiales. Pero cuando un anónimo se comunicó con la Policía y aportó los números telefónicos de varios miembros de la banda de Marquitos Figueroa, se interceptaron cerca de 15.000 llamadas que permitieron llegar a los posibles autores intelectuales.
Después del análisis, en agosto pasado se capturó en Valledupar a Armando Gnecco, conocido como Mandarino y sobrino de Jorge Oñate; a Orlando Mendoza, alias Guanábano y Victoria Mendoza, alias Toya.
Gnecco sería determinador del crimen de Efraín Ovalle. Según se registra en algunas de las llamadas interceptadas, Guanábano llamó a Gnecco, le pasó a Jorge Oñate y aparentemente hablaban de la familia Ovalle. En otra conversación se escucha cuando Gnecco dice: “A estos hijueputas, a esos Ovalle. Los pelan porque los pelan, la muerte les va a venir”.

Las interceptaciones telefónicas permitieron identificar que Gnecco financiaba personas para que le dieran información sobre las audiencias de los capturados por el crimen de Ovalle, entre ellas se encontraba la Toya, quien se valía de su cargo como funcionaria del CTI para pedir información reservada, además de asistir a las audiencias, donde según la Fiscalía, transmitía información a Oñate sobre lo que ocurría. Incluso abordó  a una fiscal en Barranquilla para intentar manipular el caso.

Como si esto fuera poco, Guanábano y Toya terminaron siendo tíos de Eduard Chía, el primer capturado por el asesinato.

En una entrevista Jorge Oñate había dicho que no conocía a Chía. Sin embargo, se filtraron algunas de las llamadas que confirmarían las conversaciones entre el cantante y Chía. 

Luego de esto, el pasado martes el cantante acudió a un interrogatorio en el que insistió en su inocencia. Oñate se mostró evasivo, no dio respuestas contundentes y divagó sobre lo que se le preguntaba, sin brindar afirmaciones concretas. “Yo no cometí ese crimen, mi labor es divertir a la gente”, enfatizó.
No obstante, aceptó que su voz era la de las grabaciones y que decidió ayudar a Chía porque es una persona benévola y porque era el sobrino de Eduardo Mendoza. Así mismo, insistió en que es mentira que su hijo Jorge Luis Oñate hubiera amenazado a la familia Ovalle.

En los próximos días la Fiscalía determinará si se le imputan cargos al cantante vallenato, de ser así, vendrían las audiencias preparatorias y un eventual juicio. Mientras esto ocurre, el juicio de Chía avanza y de ser hallado culpable del asesinato de Efraín Ovalle, enfrentaría una pena de mínimo 35 años por homicidio agravado y concierto para delinquir. 

Aunque la esposa y el hijo de Jorge Oñate aparecen mencionados en la investigación que adelanta la Fiscalía, aún no se sabe si se les involucrará en el proceso. Las intrigas en esta novela colombiana están en su punto más alto y aunque la trama avanza, el desenlace todavía parece estar lejos. 

Cantantes en problemas

Jorge Oñate no ha sido el único cantante vallenato que en algún momento ha tenido que acudir ante la Justicia.

Diomedes Díaz: La muerte de Doris Adriana Niño en 1997 fue uno de los momentos más difíciles para el cantante. Fue condenado a 12 años de prisión y desde ese momento vivió en la clandestinidad hasta que en 2001 el Tribunal Superior de Bogotá le rebajó la pena a tres años y se entregó.

Juan David ‘el Pollito’ Herrera: El tres veces rey vallenato fue condenado este año a 12 años de cárcel luego de ser hallado culpable de acceso carnal con menor de 14 años y acto sexual abusivo.  En 2009 ya había sido detenido luego de ser demandado por inasistencia alimentaria.

Tomás Alfonso ‘Poncho’ Zuleta: En 2010  las declaraciones de Cocoliso, exintegrante de las autodefensas, hicieron que la Fiscalía Quinta especializada de Valledupar acusara al artista por el presunto delito de favorecimiento de grupos paramilitares.