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La otra batalla

Ante el favoritismo de Álvaro Uribe en la competencia por la Presidencia, habrá una guerra sin cuartel en la elección al Congreso. Los uribistas allí no son tan fuertes.

12 de febrero de 2006

Dos de los más conocidos jefes políticos del uribismo, Germán Vargas Lleras y Juan Manuel Santos, tuvieron un agrio enfrentamiento público la semana pasada. Santos reclama su condición de soldado del Presidente, una carta valiosa desde el punto de vista estratégico. Vargas considera que su movimiento, forjado tras varios años de intenso trabajo, y su lealtad con Uribe desde 2002, merecen respeto. Santos dice que ambos se deben unir. Vargas Lleras demuestra que eso no es posible, en lo cual tiene razón, pero es un argumento que le quita puntos. El tema es de fondo: la batalla por el Congreso en 2006 será crucial, y el uribismo no tiene, para enfrentarla, el mismo favoritismo que ostenta en la competencia por la Presidencia. La oposición -es decir: la izquierda del Polo Democrático y de Alternativa Democrática, y el Partido Liberal- está consciente de que este campo ofrece mejores oportunidades. Su estrategia será criticar aspectos centrales del gobierno actual y proponer un cambio que permita darle un viraje a la política presidencial. En especial, en la política social. ¿Qué harán los uribistas? Para empezar, están profundamente divididos: el grupo de Vargas Lleras, Cambio Radical; el de Juan Manuel Santos, partido de la 'U'; el Partido Conservador; el Equipo Colombia, de Luis Alfredo Ramos, y otro más, de Mario Uribe. Los seguidores del Presidente saben que su reelección es muy probable si prevalece el clima de opinión que hoy registran las encuestas, y quisieran que en un segundo cuatrienio Uribe pudiera contar con una bancada sólida, que le permita gobernar con comodidad. Pero la división está a la orden del día por la proliferación de fuerzas de naturaleza muy diversa y por las rivalidades regionales de los jefes políticos. Es una especie de 'operación avispa' no planeada, que puede resultar poco rentable en relación con el número de curules que pueden alcanzar tantas listas separadas. Y un problema logístico muy complejo: todas desean subirse en el tren que jalona la locomotora uribista. ¿Podrá el Presidente hacer campaña para todos? Los partidarios del Presidente que aspiran al Congreso tienen otro escollo: no hay un espacio evidente para un grupo de candidatos, con buen perfil y prestigio. Gina Parody, por ejemplo, hasta el momento está sin lugar. Su estilo político no cuadra en la misma foto con muchos de los 'manzanillos' de la 'U', ni con candidatos del 'uribismo rural' como Eleonora Pineda y Rocío Arias, de Colombia Democrática, por ejemplo. Tampoco son claras las opciones de Enrique Peñalosa y su grupo para lograr curules en el Congreso. La salida del Partido Liberal y su reiterado apoyo a la seguridad democrática hacen que Peñalosa sea visto por muchos como el candidato más cercano a Uribe. Y esto lo pone en una doble encrucijada. No sólo porque competirá con el Presidente por un electorado similar. También porque la dinámica electoral obliga a que todo candidato presidencial tenga un grupo de candidatos al Congreso que apoyen sus aspiraciones. ¿Arriesgarse con una lista independiente, respaldada con firmas? ¿Pedir pista en alguno de los partidos uribistas y perder visibilidad y la identidad de un grupo que lleva varios años trabajando con coherencia temática? La primera parece ser una opción más viable que la segunda, ya que esta semana empezará a recoger firmas para poder lanzarse como independiente bajo el movimiento nacional que espera construir: "por el país que soñamos". La reforma política que busca favorecer a los partidos y aglutinar fuerzas es ampliamente considerada como positiva. Pero muchas de las listas que tendrán altas votaciones en el Congreso, reúnen a viejos políticos profesionales que desplazan a los candidatos 'de opinión'. El partido de la 'U', por ejemplo, tiene en sus filas caciques tradicionales como Fuad Char, Aurelio Irragorri, Luis Eduardo Vives y José Name. Además, las tres principales listas uribistas, la de Cambio Radical, la del partido de la 'U' y la del Partido Conservador, tienen identidades propias muy ligadas a sus coordinadores. Sobre todo, a Germán Vargas y Juan Manuel Santos, que compiten por ser las 'auténticas' organizaciones del uribismo. Y aunque la reelección congeló la competencia entre presidenciables como Peñalosa, Vargas Lleras y Santos -incluso de Rafael Pardo y Andrés González, quienes migraron al oficialismo liberal- todos tienen aspiraciones legítimas para 2010 o para otras elecciones. De alguna manera, los espacios electorales del uribismo ya están copados por los 'pura sangre', quienes no les dejaron campo a otros menos fanáticos de la obra de gobierno, pero con argumentos para respaldarlo. "El dilema entre el uribismo independiente y el de maquinaria es el mismo que existe entre el urbano y el rural. El primero tiene la opinión, pero el segundo tiene los votos", dice el candidato presidencial Rodrigo Rivera. Algo parecido ocurre con los miembros de la Nueva Fuerza Democrática (NFD). Muchos de ellos reconocen una nueva relación con el uribismo -respetuosa pero algo distante-, desde cuando su líder político, Andrés Pastrana, aceptó la embajada en Washington. Sin embargo, Juan Camilo Restrepo, Gustavo Bell y Juan Gabriel Uribe no se sienten cómodos con el Partido Conservador, cuya dirigencia está fuertemente enfrentada a Pastrana, pero reconocen que no será fácil superar el umbral si lanzan una lista independiente. Para agravar el panorama, en los últimos días se deterioraron las relaciones entre algunos pastranistas y el Equipo Colombia, de Luis Alfredo Ramos, porque sus listas no han cerrado la puerta a candidatos tan controvertidos como el ex general Rito Alejo del Rio. Frente al Partido Conservador, Camilo Gómez -representante de la NFD- dice que "dirigentes del partido han cambiado sus posiciones ideológicas por otras personales. Quienes promovemos una política de opinión no cuadramos con partidos momificados, nuestros retos son renovarlos o convocar una gran fuerza independiente por fuera de ellos", dice. La batalla para el Congreso, en síntesis, no está fácil para los uribistas. Algunas cuentas a mano alzada, entre lo que puede lograr la oposición (Partido Liberal y la izquierda), por un lado, y las cinco agrupaciones gobiernistas, concluyen que habrá un cabeza a cabeza. Una apuesta modesta para quienes tienen un líder con 80 por ciento de popularidad.