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La otra cara de la medalla

Todo acerca de la mujer que en 49 segundos cambió la historia deportiva del país.

7 de septiembre de 1992

CUANDO NADIE DABA UN CENTAVO POR COLombia en los Juegos Olímpicos de Barcelona, una mujer antioqueña de 23 años de edad acabó con lo que iba a ser una triste historia de derrotas, rompió los cronómetros y se constituyó en la única atleta del país que subió al honroso podium de los mejores en la máxima justa deportiva del mundo.
En cuestión de minutos logró que los colombianos olvidaran, aunque no del todo, que su selección de fútbol había caído vapuleada por ilustres desconocidos, su tirador estrella había fracasado estruendosamente, sus boxeadores y pesistas habían pasado más que inadvertidos y hasta sus ciclistas habían visto rodar sus esperanzas por las carreteras españolas.
Ximena Restrepo Gaviria, una atleta que piensa que sus logros son fruto de su voluntad personal y su disciplina, se colgó una medalla de bronce en la que pocos creían, pero que era el primer resultado tangible de un expediente top secret, abierto a comienzos de 1992 bajo el rótulo simple de "Proyecto Ximena". Se trataba de la hoja de vida y la ficha técnica de una mujer que había corrido victoriosa por pistas de todo el mundo durante siete años. Hace ocho meses, Ciro Solano, presidente de la Federación Colombiana de Atletismo, tocó a las puertas de la oficina de William Jones, vicepresidente de Mercadeo de Postobón en Medellín. Sin muchas vueltas, le expuso lo que se convertiría en el "Proyecto Ximena" y le señaló la necesidad urgente de darle apoyo a una deportista que, según él, sería el suceso atlético de los próximos años.
Aunque Postobón estaba interesado en respaldar a los mejores deportistas nacionales, no quería hacerlo sólo porque sí. Un mes después, Ximena Restrepo fue citada para una entrevista con los comités de Mercadeo y Técnico de la compañía, ante los cuales sustentó los objetivos de su preparación. Lo que más les llamó la atención de la atleta fue su insistencia de que lo que en realidad buscaba era una medalla en las Olimpíadas de 1996, en Atlanta, y que Barcelona sería apenas un peldaño para conseguirlo. A primera vista un planteamiento de esa índole o era un soberano "cañazo", como muchos de los que ha oído la Colombia deportiva en los últimos años, o era en realidad el más serio programa que la comisión había escuchado.
Durante la sesión Ximena manifestó sus principales necesidades. El factor central era el monetario. Urgía facilidades económicas para entrenar con tranquilidad. Buscaba apoyo para los desplazamientos de ella y de su entrenadora. Quería estar presente en competencias internacionales que le sirvieran para mejorar su nivel y, en últimas, demandaba uniformes para sus prácticas. Con sólo la presentación de su ficha técnica y personal, los comités no le dieron más vueltas al asunto. Estaban ante una deportista de primera categoría que además se daba el lujo de figurar en la biblia mundial del atletismo (el almanaque de la Asociation of Track and Field Statisticaes 92). Su registro de 50.14, que consiguió en La Habana el 5 de agosto de 1991 durante los Juegos Panamericanos, figuraba entre los mejores 60 conseguidos en toda la historia de los 400 metros planos del mundo.
Semanas más tarde Postobón negoció todo el paquete de apoyo económico a la preparación y participación colombiana en los Juegos, acordó los parámetros con el Comité Olímpico y aportó la suma de 200 millones de pesos para respaldar a los deportistas, incluída Ximena. El Gobierno entregó 100 millones de pesos. La medalla de bronce que obtuvo la antioqueña la semana pasada sacó la cara por una inversión de 300 millones de pesos. Una medalla que consiguió una mujer que durante alguna etapa de su vida buscó todas las excusas posibles para no ser atleta.
Porque la historia de Ximena Restrepo es toda una caja de sorpresas. Desde pequeña se acostumbró a interrumpir el sueño de sus padres, no como lo hacen la mayoría de los niños para buscar la protección de "monstruos" imaginarios, sino para pedirles un nuevo libro. Pero la de la lectura no fue su única afición. A los cuatro años comenzó a montar a caballo y en breve tiempo se convirtió en una amazona sobresaliente. Su niñez la pasó en una finca en Envigado, donde llevó una vida campestre alejada de los tradicionales juegos infantiles. A los nueve años viajó con su familia a Curazao, en donde se entregó por completo a la vida de mar y se convirtió en la "copiloto" permanente de un bote que compró su padre.
Tres años después se reintegró al colegio Mary Mount y dejó ver, por primera vez, sus habilidades como atleta. En su primera carrera, sin entrenamiento previo, rompió la marca colegial que estuvo vigente por más de tres años.
Las cualidades sobresalientes que Ximena había demostrado no sólo en el deporte sino en el estudio, llamaron la atención de las sicólogas del colegio, quienes advirtieron a sus padres que estaban frente a una posible "niña genio". De hecho había superado fácilmente todas las pruebas del test de Cooper, que en el atletismo es como la prueba del Icfes para los bachilleres. Sin embargo, cuando Ximena fue llamada para entrenar con más frecuencia y hacer una rutina que le fortaleciera sus aptitudes atleticas, mostró más interés en los caballos que en las pistas de tartán.
Aunque suene un poco insólito, Ximena optó el atletismo "a punta de rejo", como dicen los paisas. En cierta ocasión, a los 15 años, se fue de rumba la víspera de una importante competición intercolegial. Minutos antes de la carrera, su entrenadora se comunicó con María Victoria de Restrepo, madre de Ximena, y le imploró que hiciera algo para que el colegio no perdiera el compromiso. Después de muchos ruegos de la madre y de negativas de Ximena, María Victoria decidió levantarla a "fuete". Así fue, vio y venció.
De allí en adelante todo fue una vertiginosa carrera hacia el éxito. Carrera que casi se ve truncada por un infortunado accidente. Durante unos Juegos Nacionales Intercolegiados, en Villavicencio, Ximena sufrió una caída que casi la lleva a perder su brazo derecho por una infección. Sin embargo, en una clara muestra de su tenacidad, ella misma dirigió la operación quirúrgica que la salvó para el atletismo.
Pero en lo que Ximena seguía siendo muy cobarde era para entrenar. Buscaba cualquier disculpa, como la de las zapatillas apretadas, para no correr más. Pero el mayor pretexto para abandonar las pistas lo tuvo cuando, en una olimpíada intercolegial, le fue retirada su medalla por no haber asistido a la ceremonia de premiación, pues había preferido cumplir con un compromiso ecuestre. Ese hecho la llenó de razones para dejar la actividad y, sin más ni más, colgó los tenis.
Al poco tiempo llegó al colegio la entrenadora atlética Emperatriz González Henao, quien informada sobre las aptitudes de Ximena, se propuso convencerla a como diera lugar de que volviera. Y a fe que lo logró. La aconsejó, la mimó y la encarriló en los 100, 200 y 400 metros. Muy pronto los progresos fueron notorios. Tanto, que Ximena Restrepo fue campeona bolivariana a los 16 años, en los 100 metros planos, la prueba reina del atletismo. Esto sucedió en 1985, en Cuenca, Ecuador. Un año más tarde ganó los 100 metros en el Iberoamericano de La Habana, Cuba; fue campeona suramericana en los 200 metros en Quito, Ecuador, y luego se convirtió en semifinalista en los 100 y 200 metros del Campeonato del Mundo Junior celebrado en Grecia. La atracción que ejerció sobre ella el legendario estadio de Atenas la convenció de que el atletismo era lo suyo.
Para no dejar dudas sobre todos lo honores conseguidos, en 1987 se coronó campeona suramericana juvenil en 100 y 200 metros en Santiago de Chile y más adelante fue primera en los 20 metros del Suramericano de Mayores. Y a los 19 años se convirtió en la figura atlética de Colombia. No sin razón, muchos aseguran hoy que es la mejor corredora que ha tenido el país en los últimos 50 años. Compitiendo por primera vez en una prueba que no es su especialidad, los 400 metros vallas, Ximena ganó y batió la marca suramericana juvenil durante los Juegos Nacionales Universitarios. En esa misma competencia igualó la marca suramericana en los 100 metros planos y batió tres récords nacionales. Ese mismo año, en los Juegos Olímpicos de Seúl se clasificó semifinalista en las pruebas de relevos.
Dada su impecable ficha técnica se decidió que su futuro dependía de un buen roce internacional. Tomó la decisión de participar en pruebas de alto calado en Estados Unidos y Canadá, con el único fin de que las universidades se fijaran en ella. Así fue fichada por la Universidad de Nebraska y en sólo las primeras competencias rompió con todos los récords del claustro, que le pertenecían desde cinco años atrás a la jamaiquina Marlene Ottey. Ximena fue subcampeona americana de universidades en 400 metros, en 1990, y un año más tarde alcanzó ese campeonato, en Oregón. Como hecho curioso, su entrenadora, Emperatriz González, quien por dificultades económicas había regresado a Colombia le dirigió su trabajo de preparación durante dos años a través de órdenes vía fax.
Aunque todo iba a pedir de boca, las cosas grandes apenas estaban por venir. En 1991, en La Habana, Cuba, durante los Juegos Panamericanos consiguió dos subcampeonatos en 200 y 400 metros. En esta última competencia logró su mejor marca, que mantuvo hasta la semana pasada, al parar los cronómetros en 50.14. En Cuba conoció a Gert Weil, un chileno campeón panamericano e iberoamericano de lanzamiento de bala, con quien contrajo nupcias seis meses después. Esa fue quizás la mayor sorpresa que Ximena le ha dado a su familia, pues tanto sus padres como sus hermanas no se imaginaron que una muchacha, que hablaba mal del matrimonio y odiaba cocinar, decidiera casarse tan pronto. Pero su determinación fue clara. Como todas las que ha tomado en su vida.
En el Mundial de Atletismo de Tokio, celebrado en agosto del año pasado, Ximena consiguió su mejor figuración a nivel mundial, al culminar de sexta en la competencia que ganó la francesa Marie José Pérec. La misma con quien disputó la semana pasada la final de los 400 metros en los Juegos Olímpicos de Barcelona.
¿Qué le espera ahora a Ximena Restrepo? Lo que viene no es nada fácil. El récord que consiguió la atleta antioqueña en España, aunque es el mejor de Suramérica, apenas la ubica entre las 40 primeras marcas obtenidas en el mundo en los 400 metros planos. Su 49.64 está aún muy lejos del 47.60 que ostenta, desde 1985, la hoy retirada alemana Marita Koch. Según los expertos internacionales es mucho lo que la Restrepo debe mejorar. Tiene algunos defectos en su salida, su braceo es irregular y el alcance de sus piernas no ha llegado a todo lo que puede lograr. Pero le quedan cuatro años por delante para corregir sus fallas. Los próximos Juegos Olímpicos en Atlanta, en 1996, se encargarán de dar el fallo definitivo. Pero por ahora, Ximena Restrepo dejó de ser un mero proyecto para convertirse en toda una realidad. -