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En Campo Ballena (foto) y en Chuchupa, un enorme descubrimiento marcó un hito importante en la industria del gas natural en Colombia. | Foto: Daniel Reina

HIDROCARBUROS

La revolución energética

Colombia cumple medio siglo de utilizar el gas natural, que se ha abierto paso en el mercado nacional de la energía. Historia de un recurso inesperado que les ha cambiado la vida a los colombianos.

29 de marzo de 2014

Desde la década de los años sesenta algunas industrias de la costa Caribe comenzaron a utilizar el gas natural presente en la región. Sin embargo, su bajo costo y su eficiencia energética apenas anunciaban lo que sucedería en los años por venir. Y muy pronto, a comienzos del siguiente decenio, buscando petróleo el país ‘encontró’ gas natural. Ya no eran las cantidades que consumían los empresarios locales. Ahora se trataba de un mar de gas que cambió para siempre la matriz de consumo energético colombiano y dio paso a una robusta industria energética.

Sucedió en La Guajira, en los campos Ballenas y Chuchupa, donde un enorme descubrimiento generó un hito importante para el desarrollo de la industria de gas natural en Colombia. A partir de ese momento comenzó la expansión del servicio, impulsada aun más por el racionamiento eléctrico de principios de los años noventa. Lo que fue un problema para el país se convirtió en una oportunidad, pues requirió ampliar los gasoductos para abastecer las nuevas plantas térmicas que hubo que construir para suplir la ausencia de la energía hidroeléctrica. Con esta nueva infraestructura se facilitó luego llevar gas a todos los rincones de Colombia, lo que generó bienestar y competitividad a los hogares y a las empresas.

Como consecuencia, el gas natural llega hoy a más de 7 millones de usuarios en 850 centros poblados en 574 municipios, a 5.854 industrias y a 126.928 locales comerciales. El gas representa una cuarta parte de la energía primaria que se consume en Colombia. ¿Por qué se logró esta expansión del servicio en un tiempo tan corto? El exministro de Minas y Energía, Guillermo Perry considera que varias razones permitieron expandir el gas por toda Colombia.

La primera fue un marco constitucional y legal que le permitió al sector privado prestar los servicios públicos domiciliarios, bajo el control de comisiones reguladoras y de una Superintendencia. Esto permitió avanzar en la construcción de la infraestructura necesaria para transportar y distribuir gas natural.

La segunda fue una política energética continua a través de los años, promovida por sucesivos gobiernos, que permitió contar con un suministro adecuado de gas natural, una infraestructura de transporte y distribución, y el apoyo estatal para generar en la población la cultura de usar y aprovechar las ventajas del gas natural.

Desde mediados de los años setenta el gobierno nacional impulsó un esquema legal y regulatorio que buscaba que el país recuperara la autosuficiencia en petróleo y gas natural, mediante unos términos de contratación más competitivos con las empresas que se quisieran asociar con Ecopetrol para buscar hidrocarburos. El descubrimiento de Caño Limón y de Cusiana en los años ochenta, acompañado de descubrimientos de pequeña y mediana escala, legitimaron el nuevo modelo contractual y le dieron reservas suficientes al país para consumir internamente y hasta para exportar.

Esta función ha seguido ahora en manos de la Agencia Nacional de Hidrocarburos, que viene haciendo un esfuerzo por conocer en más detalle la geología del subsuelo colombiano para hacerlo más atractivo a los inversionistas. Desde que fue creada ha realizado varias rondas mediante las cuales ha adjudicado un gran número de bloques, en los cuales las compañías han adquirido compromisos de exploración.

La tercera razón es que el sector privado participó activamente en todos los segmentos de la cadena. A nivel de exploración y producción se vinculó capital de riesgo privado, en un principio en asocio con Ecopetrol y posteriormente en forma directa. En transporte Promigas, una empresa privada y Ecogas (privatizada en 2006), cumplieron un rol estratégico al construir 7.643 kilómetros de gasoductos troncales, que permitieron llevar el producto a las plantas térmicas y a las ciudades, desde donde los distribuidores se encargaron de construir una red inmensa, de amplia cobertura para conectar las viviendas, el comercio y la industria. Estas compañías son mayoritariamente empresas de capital privado, con pocas excepciones como EPM.

En cuanto al gas natural vehicular (GNV), Gazel, empresa creada por Promigas, se encargó inicialmente de comercializarlo. Esta compañía fue recientemente adquirida por Terpel, empresa de capital privado. Hoy, más de 350.000 vehículos en Colombia utilizan el GNV.

Una cuarta razón tiene que ver con el apoyo que los gobernadores y alcaldes le dieron a la extensión de las redes del gas natural. Ellos promovieron activamente la instalación del servicio en los distintos poblados urbanos, permitieron intervenir el espacio público para instalar las redes y aportaron recursos para ayudar a abaratar las conexiones de hogares de familias humildes.

Por último, el gas se popularizó gracias a una política de subsidios, no solo a las conexiones, sino al consumo. De hecho, la Ley 142 de 1994 estableció un régimen de contribuciones y subsidios que busca que los usuarios más pudientes ayuden a subsidiar el consumo básico de los estratos populares. Esta alternativa ha permitido que los hogares de los estratos más bajos tengan acceso a unos servicios públicos domiciliarios más económicos. Tan solo en 2014, para el sector de gas natural, se calcula que los estratos 1 y 2 se están beneficiando con subsidios del orden de 410.000 millones de pesos. Una verdadera revolución que hoy, cuando se cumple medio siglo de la presencia del gas en la vida de los colombianos, está consignada en el libro La Revolución del Gas Natural, editado por Planeta.