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| Foto: Daniel Reina

POLÉMICA

La soledad de Andrés Pastrana

La mano tendida del expresidente a Álvaro Uribe, desconcertó. ¿Pero cuál será su verdadero alcance?

24 de agosto de 2013

Al expresidente Pastrana se le puede criticar por muchas cosas, pero definitivamente no por oportunista ni por carente de principios. Porque cada vez que deja sentada una convicción personal es más lo que pierde que lo que gana. Eso pasó la semana pasada cuando para sorpresa de muchos dijo en una entrevista “estoy más cerca de Uribe que de Santos”. 

Teniendo en cuenta la animadversión y casi odio que existía entre el expresidente Uribe y él, esa declaración de amor desconcertó. Si algo quedó claro es que se confirmó una vez más la tesis de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Como Uribe es el jefe de la oposición a Santos y Pastrana se había venido alejando rápidamente del gobierno, el antisantismo los unió. 

Y es que no era fácil que Pastrana y Santos pelearan, ni que Uribe y Pastrana se reconciliaran. El actual presidente fue ministro de Hacienda del gobierno del presidente conservador y los nexos de amistad y sociales entre ellos datan de tiempo atrás. 

Al inicio de este gobierno, Pastrana se jactaba de que la mayoría de los ministros había sido de su equipo, con lo cual se sentía el principal socio del gobierno de la prosperidad democrática. Sin embargo, como él mismo ha dicho, de ahí en adelante Santos no lo ha invitado “ni a un tinto”. 

Más grave aún fue el hecho de que cuando el gobierno pidió que se hicieran públicas las actas de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores sobre la decisión, él sintió que el propósito era echarle el agua sucia a él por la catástrofe del fallo de la Corte de La Haya. A partir de ese momento, Andrés Pastrana pasó a la oposición. 

Con Uribe sucedió lo contrario: pasaron del odio al amor. El presidente de la seguridad democrática llegó a la Casa de Nariño sobre la base del fracaso del Caguán. El país entero se entusiasmó con sus éxitos militares, los cuales para Pastrana habían sido posibles en gran parte por el Plan Colombia que él había creado. 

Cuando decidieron fumar la pipa de la paz con el ofrecimiento de la embajada en Washington para el expresidente conservador, la luna de miel fue muy corta pues el ofrecimiento casi simultáneo de la embajada en Francia a Ernesto Samper produjo su renuncia. 

Y es que la verdadera obsesión de Andrés Pastrana no ha sido la falta de reconocimiento a su gobierno, ni al fortalecimiento que él le dio a las Fuerzas Militares, sino el odio a Ernesto Samper.

Desde que este ganó las elecciones con el apoyo del cartel de Cali en 1994, la inquina entre ambos no ha hecho sino aumentar. Y el hecho de que Samper se haya convertido en uno de los pilares del gobierno Santos produjo una explosión entre esas diferencias. Ingeniosamente, Pastrana comentó que la sigla de la reelección que se suponía iba a ser JMS (justo, moderno,seguro) ahora iba a ser SSS (Santos, Samper y Serpa). Este apunte le produjo aplausos en el sector de la clase dirigente que sigue siendo antisamperista, pero lo dejó políticamente aún más solo de lo que estaba antes. 

Al otro día, Gabriel Zapata, el vocero del Senado del Partido Conservador, le envío un mensaje al presidente Santos en el cual manifestaba su “profunda extrañeza” por las declaraciones del expresidente, y agregó que “no se entiende cómo las rencillas personales del exmandatario puedan estar por encima de la posición adoptada por la colectividad… Duele reconocer que no exista grandeza para apoyar y acompañar un proceso que se adelanta fuera de Colombia, sin el despeje de un solo centímetro del territorio y con unas Fuerzas Armadas vigorosas”. 

Y es que a Pastrana no le ha ido muy bien con el Partido Conservador. El corazón de este está con Uribe y los puestos están con Santos. Con esto al expresidente, que por definición es el jefe natural de ese partido, no le queda sino la verticalidad de sus posiciones, que por dignas que sean no congregan mayorías. 

Su propuesta de que el partido azul debe tener candidato propio para las próximas elecciones no va para ninguna parte. La maquinaria conservadora no está dispuesta a pararse de la mesa de unidad y perderse la mermelada. Si llega a proponer una alianza de su partido con el Centro Democrático de Uribe, seguramente pasaría lo mismo. 

Lealtad de verdad hacia él no muestran sino Telésforo Pedraza y Camilo Gómez.  El resto de sus copartidarios ha demostrado una vez más que cuando hay una disyuntiva entre puestos y principios, ganan los puestos.