Home

Nación

Artículo

La presencia de Timochenko en La Habana desató todo tipo de polémicas. El procurador Ordóñez dijo que el gobierno tiene que pedir la extradición de Timochenko si sabe que está allá. | Foto: SEMANA.

PAZ

La sombra de Timochenko en La Habana

Sus viajes a La Habana son un buen síntoma del proceso de paz, pero polarizaron aún más el ambiente político.

11 de octubre de 2014

Si todavía en algunos sectores había dudas de si las Farc estaban divididas o no estaban tomando en serio los diálogos en La Habana, la filtración que hizo el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, de que Timochenko, el número uno de esa organización, había estado varias veces en Cuba reunido con sus negociadores, sirvió para despejar esas y otras dudas. Pero terminaron por crear una tormenta política que no se sabe cómo va a terminar.

Las declaraciones de Pinzón causaron revuelo de inmediato. El ministro se saltó el protocolo tradicional, por el cual el presidente Juan Manuel Santos o Humberto de la Calle eran los únicos que se pronunciaban sobre el proceso de paz. Y eso dio pie para todo tipo de teorías, unas más conspiracionales que otras.

Los uribistas alzaron la voz y denunciaron “el engaño a las fuerzas militares” y “las mentiras de la paz”, pues la declaración demostraría una falta de confianza de Santos con Pinzón y los militares. También afirmaron que Timochenko se refugia en Venezuela, un “paraíso terrorista” como lo definieron y se escandalizaron con que hubiera viajado a pesar de tener en su contra una circular roja de la Interpol. El procurador Alejandro Ordóñez fue más lejos y dijo que “si el gobierno nacional sabe de la presencia de Timochenko en Cuba, debe pedir su extradición” pues tiene condenas y procesos en Colombia.

Al otro lado del espectro político tampoco estaban contentos. Piedad Córdoba dijo que “las decisiones o las quejas, o las preocupaciones del ministro de Defensa debe hablarlas el presidente de la República y no generar avispero como para ayudarles a quienes están en contra del proceso”. Mientras que la representante verde Ángela María Robledo preguntó: “¿Usted de qué lado está, ministro de Defensa? ¿Usted le apuesta a la paz o a la guerra? Parece más un ministro de Álvaro Uribe que de este gobierno”.

Más allá de la polémica, se supo que la guerrilla pidió a los países garantes y amigos del proceso la posibilidad de que Timochenko se desplazara a La Habana. Estos, a su vez, le transmitieron la información al gobierno de Colombia, que respondió afirmativamente. Timochenko, quien tiene órdenes de captura vigentes y una circular roja de Interpol, entonces se desplazó a la isla, probablemente desde otro país, y se encontró con sus hombres.

El jefe guerrillero habría viajado dos veces, con autorización directa de Santos, para “garantizar los avances de los acuerdos” y no habría “participado en la Mesa de conversaciones, ni la delegación del gobierno se ha reunido con él”, según dijo el ministro del Interior Juan Fernando Cristo.

Que el jefe principal de las Farc vaya a La Habana no debería ser tan escandaloso. Timochenko lleva más de 30 años en la guerrilla, es uno de los miembros más antiguos del secretariado y se convirtió en el máximo dirigente después de la muerte de Alfonso Cano en 2011. Su presencia en Cuba, al contrario, es un síntoma de que está personalmente comprometido con las negociaciones, lo que resulta clave para que avancen, y disipa las dudas que han gravitado sobre el proceso, según las cuales solo algunas facciones de la guerrilla estarían de acuerdo con el mismo.

Esto es especialmente cierto en esta fase, cuando entró en una dinámica diferente en la que las Farc van a tener que hacer más concesiones. En los primeros tres puntos de los acuerdos (narcotráfico, tierras y participación política) el gobierno hizo sacrificios. Ahora vienen las discusiones sobre víctimas, reparación, justicia y dejación de armas, y en ellas la guerrilla va a tener que poner de su parte, ceder y explicarse. Como explicó Sergio Jaramillo “lo que sigue hacia adelante va a ser difícil, porque tiene que ver mucho más directamente con las Farc”.

En ese sentido la presencia de Timochenko es decisiva, pues es la única manera para que la guerrilla fije posiciones, haga debates internos y trace una hoja de ruta sólida. Una fuente que conoce de cerca el proceso le dijo a SEMANA que justamente su presencia permitió consolidar las mesas paralelas, donde unas subcomisiones van avanzando en desmovilización, desarme y cese al fuego.

Es además natural que el jefe máximo busque reunirse directamente con sus delegados. Hay demasiados hackers al acecho como para pactar temas fundamentales por teléfono o vía email. Como explicó el propio Santos, “autoricé que Timochenko fuera a Cuba porque estamos en una negociación. Así como mis negociadores tienen que ir al Palacio de Nariño a consultarme, la contraparte también tiene que consultar sus decisiones”.

Y no es para nada anormal que el jefe guerrillero viaje en secreto. Al fin y al cabo el proceso, que se realiza en medio de la guerra, ha sufrido todo tipo de ataques que van desde la filtración de coordenadas del viaje de uno de los delegados de la guerrilla hasta chuzadas contra los negociadores del gobierno. Esta era, en realidad, la única manera para que Timochenko se reuniera con sus representantes.

El verdadero problema del episodio de esta semana tiene más que ver con la comunicación externa del gobierno. En las últimas semanas los comisionados de Paz han recorrido el país para explicar los alcances del proceso. Y el jueves pasado Santos anunció en la instalación del Consejo Nacional de Paz que era necesario “impulsar una eficaz pedagogía de la paz”. Es decir explicar los alcances de las negociaciones con las Farc en La Habana y desactivar las acusaciones del uribismo. Por eso no se entiende que en medio de esa estrategia, se haya desatado la controversia por las palabras de Pinzón.

Una persona cercana al proceso sostuvo que “no hay mala fe en lo que dijo Pinzón, no fue premeditado de su parte, sino una ligereza. Claro no era lo deseado, pero hay que ir para adelante”. El mismo ministro trató de bajarle la temperatura y pidió “guardar prudencia y no armar una tormenta innecesaria”. Si es el caso, por momentos se siente que el gobierno no controla completamente la narrativa del proceso.

Como era de esperarse, las declaraciones del ministro dieron hasta para que algunos pensaran que coordinó el mensaje con el presidente. Según esa tesis habrían decidido soltar esa información tal vez porque se iba a filtrar por otro lado, pues en los medios ya corrían rumores sobre la presencia de Timochenko en La Habana. Eso permitiría consolidar la imagen de un Pinzón duro, sin pelos en la lengua, cercano a la cúpula militar. Al fin y al cabo Santos y su ministro siempre han tenido una relación cercana y Pinzón dijo después de la entrevista que “he trabajado junto al presidente más que cualquiera de los ministros que lo rodean, nos une más que una relación profesional, una personal de afecto, de respeto”. Como si quisiera dejar las cuentas claras.

Pero más allá de las conjeturas, queda cierta sensación de desajuste en el mensaje del gobierno. El viaje de Timochenko a La Habana es, en el fondo, una noticia positiva que hubiera podido reforzar la credibilidad del proceso pero terminó empantanada en la polarización y la confusión. Pero, más allá de las peleas políticas en Colombia, lo importante es lo que está pasando en Cuba. Si todo esto puede decidir a Timochenko a sentarse en la Mesa, la paz habría dado un paso importante.