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LA ULTIMA ENTREGA

SEMANA revela por qué se entregó Helmer Herrera y qué papel jugó en ello el gobierno de Estados Unidos.

7 de octubre de 1996

En una banca, de una vieja iglesia de pueblo, quedó sellada la suerte de la cúpula del cartel de Cali. Durante año y medio el Bloque de Búsqueda desplegó una persecución sin cuartel que terminó el domingo pasado al medio día cuando el último de los cabecillas de esa organización decidió entregarse. Helmer Herrera, más conocido como el hombre de los mil rostros, puso punto final a una década de clandestinidad y de mano del cura de la parroquia de Yumbo, Valle, se presentó ante el propio director de la Policía, general Rosso José Serrano. Herrera fue conocido en el mundo de las organizaciones de la droga como el más enconado enemigo de Pablo Escobar. De acuerdo con las autoridades, 'Pacho' Herrera fue quien en 1988 ordenó dinamitar el edificio Mónaco donde habitaba el jefe del cartel de Medellín con su familia. Ese día Escobar no sólo le declaró la guerra a Herrera sino a la cúpula del cartel de Cali en cabeza de los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela. Y esa guerra se tradujo en una cadena de atentados y masacres.
El primer objetivo fueron las sedes de Drogas La Rebaja, uno de los negocios más prósperos de los Rodríguez. El segundo fue la masacre de Candelaria, Valle, perpetrada en 1990. Escobar planeó ese asalto en el que incluyó mercenarios extranjeros. Los sicarios ingresaron a una finca de propiedad de Helmer Herrera y asesinaron a 18 personas que se encontraban disputando un partido de fútbol. Nadie sabe a ciencia cierta cómo se salvó el dueño de casa. Y la última gran batalla que libraron fue a mediados de 1992 cuando el cartel de Cali decidió integrar 'Los Pepes' para acabar con Escobar. Según los informes de inteligencia, Helmer Herrera y José Santacruz Londoño estuvieron al frente de ese grupo que colaboró estrechamente con el Bloque de Búsqueda.
Pero el nombre de Herrera no sólo estuvo ligado con la guerra de carteles. En enero de 1994 protagonizó un gran escándalo cuando la opinión pública se enteró que él personalmente había visitado al entonces fiscal general de la Nación, Gustavo de Greiff, para solicitarle que se le investigara y se le definiera su situación jurídica con el argumento de que no existía proceso alguno en su contra. Amparado en el artículo 369E del Código de Procedimiento Penal, Herrera le pidió a De Greiff un certificado de buena conducta. El exfiscal se lo concedió después de verificar los antecedentes de Herrera. El hecho desató una fuerte polémica por el procedimiento empleado por De Greiff, pues Los organismos de seguridad manifestaron en su momento que nunca habían sido consultados.
A pesar del salvocolducto, las autoridades encontraron que Helmer Herrera sí tenía cuentas pendientes con las autoridades. En marzo de 1995 la propia Fiscalía le dictó auto de detención por enriquecimiento ilícito y narcotráfico. Seis meses después se abrió una nueva investigación para determinar su participación en el brazo armado del cartel de Cali. El nombre de Herrera también aparece relacionado con el asesinato del periodista cubano Juan de Dios Unanue, ocurrido en Nueva York el 11 de marzo de 1992. En abril de 1995 cuatro juzgados municipales expidieron en su contra una orden de arresto por hurto y narcotráfico.
Después de la captura de los hermanos Rodríguez Orejuela y José Santacruz Londoño, el único miembro del cartel de Cali que estaba libre era Helmer Herrera. Entonces la prioridad del Bloque de Búsqueda era su captura. El gobierno aumentó la recompensa a 1.500 millones de pesos para quien diera información sobre su paradero. Durante el año que duró su persecución, las autoridades nunca lograron descifrar su identidad. Los retratos hablados se multiplicaron hasta convertirlo en el hombre de los mil rostros. Pero no solo su fisonomía fue un enigma para los integrantes del Bloque de Búsqueda. Herrera parecía un lobo solitario. Los organismos de inteligencia establecieron que durante el tiempo que Herrera permaneció en la clandestinidad, cortó su comunicación con sus antiguos socios y amigos. Tampoco aceptó reunirse con José Santacruz cuando éste se fugó de La Picota aduciendo que era muy peligroso un encuentro, pues el acoso de las autoridades era muy grande. Esa independencia con los cabecillas del cartel quedó de manifiesto en el momento en que tomó la decisión de entregarse a las autoridades. A través de los mensajes que hizo llegar a la dirección de la Policía dejó en claro que él respondía por sus actos y que no tenía sociedad alguna con las demás personas que estaban detenidas en La Picota.
Minutos después de ponerse en manos de las autoridades Herrera señaló que "mi entrega había sido avalada por la DEA". En un principio la afirmación no causó mayor sorpresa porque no era desconocido que el Bloque de Búsqueda venía trabajando de tiempo atrás con agentes antidrogas de Estados Unidos. Pero sus declaraciones han sido interpretadas como un mensaje directo al gobierno norteamericano sobre su disposición a entregar valiosa información sobre rutas, producción y el mercado de la droga en Estados Unidos. Todo ello a cambio de una garantía de no ser extraditado en caso de que los tratados existentes sobre el tema se reactiven o el Congreso tome la decisión de aprobar la extradición. Sobre la propuesta no ha habido respuesta alguna, pero los Estados Unidos tienen en claro que una fuente de primera línea que conoce como la palma de su mano el negocio y que está dispuesta a entregar ese tipo de información no se puede desechar de la noche a la mañana.