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C R I M I N A L I D A D    <NOBR></NOBR>

La unión hace la fuerza

La amistad de infancia de los generales Mario Montoya, del Ejército, y Leonardo Gallego, de la Policía, forjó una efectiva alianza contra el crimen en Medellín.

22 de abril de 2002

A los 6 años Leonardo Gallego, un pequeño flacucho e inquieto, ingresó al Gimnasio de Tuluá. Mario Montoya, de 7, entró al mismo colegio, que quedaba en todo el centro del pueblo. Muy pronto, sin embargo, los estudiantes no cabían en él y sus directivas pidieron al gobierno una nueva partida para poderse mudar a un espacio más amplio. Los recursos se embolataron. Indignados, directivas, profesores y alumnos se fueron a paro.

“Nos sentamos en la carretera que va de Bogotá a Cali un día completo y tronchamos el tráfico”, relata Montoya. Finalmente las autoridades municipales no tuvieron más que aprobar el dinero. “Fue un verdadero júbilo, dice. Lo mejor fue el desfile de cada niño con su pupitre al hombro, 45 cursos, hacia el nuevo colegio. Eso fue un espectáculo”.

Desde ese 1964, cuando Gallego y Montoya compartieron aventuras escolares, mucha agua ha corrido debajo el puente. Ambos optaron por el servicio armado, quizá porque vieron las mismas películas y compartían los mismos sueños de honor y justicia. El primero se fue a la Escuela de Cadetes de la Policía mientras el segundo prefirió la Escuela Militar.

Se volvieron a encontrar en el curso de ascenso para brigadieres generales en la Escuela Superior de Guerra porque aunque Gallego era menor lo enviaron antes de tiempo. Y desde entonces se han seguido las pistas de sus carreras, que se han cruzado varias veces. Montoya salió a comandar la Fuerza de Tarea Conjunta del Sur, a enfrentar, como su viejo amigo, la lucha antinarcóticos, mientras Gallego dejaba la jefatura de la Policía Antinarcóticos, que lo hizo famoso, para conducir la Dirección Central de la Policía Judicial. En 1999 Gallego fue transferido a manejar los Gaula de la Policía y de ahí, en agosto de 2001, llegó a Medellín. “Hacía tres años que no venía, pero las imágenes de terrorismo del Parque Lleras y Caracol Radio me habían dejado indignado”, dice Gallego, que sólo hasta llegar a la capital paisa se enteró de que había 600 redes organizadas para distintas modalidades de delincuencia.

Cuatro meses después llegó Montoya a Medellín como comandante de la IV Brigada del Ejército. “Al principio me era imposible dormir, dice Montoya. Como yo venía de Tres Esquinas, donde el silencio es total desde las 8 de la noche, el ruido de la ciudad me tenía loco”.

Y el encuentro de los dos amigos, de los dos generales curtidos en la guerra, se ha hecho sentir en la capital antioqueña. Para empezar, han comenzado a cambiar las tradicionales rivalidades que habían impedido que las distintas fuerzas del orden, Ejército y Policía, en esa ciudad colaboraran con mayor efectividad en la lucha contra el crimen. “Es algo que todavía sucede en muchos lugares, dijo un experto de seguridad a SEMANA. De ahí la importancia que tiene el ejemplo de coordinación de Medellín para todo el país”.

La estrategia de los generales ha consistido en adelantar operativos conjuntos con el fin de penetrar barrios y zonas potencialmente peligrosas de la ciudad. Allí donde antes no entraba autoridad porque los grupos de delincuencia organizada, las milicias guerrilleras o los grupos paramilitares se disputan a sangre y fuego pedazos de territorio se ha metido la Fuerza Pública a proteger a los ciudadanos.

Según el general Gallego ya han hecho media docena de operaciones conjuntas con resultados sobresalientes. Entre ellas destaca la Operación Otoño, desarrollada a finales de febrero con 1.000 soldados y policías, personal del DAS y agentes del CTI y otros funcionarios de la Fiscalía. Se hicieron numerosos allanamientos en forma simultánea en barrios del occidente, donde hay milicianos de las Farc, ELN, las autodefensas y hay delincuencia. Lograron 52 capturas, varias señaladas por la misma comunidad.

También se enorgullecen de la Operación Contra Fuego, del 27 de febrero pasado en el oriente de la ciudad. Allí desmantelaron una industria militar clandestina que abastecía de armas largas y cortas y municiones a toda clase de grupos armados. Según las autoridades esta ‘empresa’ dominaba el 50 por ciento del mercado de armas en el área metropolitana. Detuvieron a 31 implicados en la fabricación y comercialización.

En las últimas semanas han logrado frenar la nueva ola de terror de las milicias urbanas de las Farc. La unión de las fuerzas de estos dos amigos ha hecho posible que la ciudad de Medellín, una de las que más pesa en la balanza de la violencia colombiana, haya salido hasta ahora mejor librada que muchas otras.