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| Foto: Archivo SEMANA

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La violencia contra la mujer: silencio, impunidad e intolerancia

El atroz caso de Rosa Elvira Cely se suma a los cientos de homicidios de mujeres que se registran al año en Antioquia y las más de cien mujeres atacadas con ácido en el país en los últimos dos años. Según expertos, aunque la ley promulga la igualdad de género, la cultura no entiende esa paridad.

12 de mayo de 2012

"Mi cuerpo estuvo durante años lleno de morados por los golpes que mi marido me daba. Tuve que pagar con mi cuerpo el pan que él nos traía a mis hijos y a mí, siempre me decía que para eso me había casado con él, que tenía que servirle y que el esposo puede pegarle a su mujer. Usaba mi cuerpo cuando estaba borracho, me obligaba, y si trataba de rechazarlo, entonces me pegaba".
 
Una mujer colombiana le contó su historia a la corporación Casa de la Mujer. No sólo sufría lesiones personales por parte de su marido. También era maltratada verbalmente en su trabajo.
 
"A mi jefe no le importaba que mi hijo se estuviera muriendo, no podía llevarlo al médico porque tenía que trabajar y encima me gritaba: 'Ese es el problema de contratar mujeres, siempre están con el cuentito de los hijos', como si yo me hubiera inventado la enfermedad de mi hijo", relató.
 
Era tanta la inestabilidad emocional, que la mujer se enfermó. "Y yo no podía preguntarle al médico por qué sangraba tanto, por qué me sentía tan mal, él que me contestaba: 'Pues yo soy el médico, señora, si es que desconfía de mí, vaya a donde otro médico'. Me tocó ir de urgencias a otro hospital a los ocho días porque me estaba desangrando, tenía anemia en tercer grado, duré un mes hospitalizada", agregó.
 
En un momento de lucidez, la mujer del testimonio decidió separarse de su marido y le dio fin a las lesiones personales en su contra. Consiguió un trabajo como empleada doméstica y logró ganar lo suficiente para seguir la vida adelante, junto a sus hijos.
 
Un final feliz poco común en la sociedad colombiana, la misma que hoy está conmocionada ante la violación y el brutal maltrato que acabaron con la vida de Rosa Elvira Cely, una empleada de la cafetería del Hospital Militar de Bogotá.
 
Las escalofriantes cifras de Medellín
 
La violencia contra la mujer en Colombia tiene todas las historias. Desde las lesiones personales hasta el abuso sexual y el homicidio, que, según expertos en el rol de la mujer, son casos invisibilizados por el silencio, la impunidad y la indiferencia.
 
Según la corporación Vamos Mujer, de Medellín, durante el 2011 fueron asesinadas 119 mujeres en la ciudad y 270 en Antioquia. La misma organización, según datos preliminares, estima que desde el 1 de enero al 17 de mayo de este año se registraron 74 homicidios de mujeres en ese departamento.
 
De acuerdo con la encuesta de Demografía y Salud realizada por Profamilia en el 2010 en Antioquia, el 28 por ciento de las mujeres manifestó ser víctima de violencia verbal y el 39 por ciento admitió haber sufrido algún tipo de violencia física por parte de su pareja, como violación, patadas, empujones o golpes con la mano.
 
Agresiones con ácido y abuso sexual

A los aberrantes casos se suman las víctimas de los ataques con ácido. Medicina Legal reporta que durante el 2010 se registraron 55 agresiones con ácido, y el año pasado, 42. En lo corrido del 2012, las autoridades estiman más de 20 casos, aunque es probable que haya más víctimas, quienes no denuncian su caso por amenazas o miedo.
 
Otra grave situación de vulnerabilidad de los derechos de las mujeres se vive en Tumaco (Nariño) y en Buenaventura (Valle del Cauca).
 
Amparo Sánchez, coordinadora de la Casa de la Mujer, le contó a Semana.com que en estos municipios los paramilitares practican el método de tortura y ejecución del empalamiento contra las mujeres, a quienes someten al abuso sexual.
 
"Los paramilitares retienen a las adolescentes desde los viernes y las dejan en libertad los lunes. En Buenaventura, estos actores armados controlan la vida sexual y afectiva de las jóvenes", relata. Sánchez asegura que el número de casos de Tumaco y Buenaventura es desconocido debido a que las organizaciones de derechos humanos no tienen protección. 
 
"No hay mecanismos de protección para garantizar la vida de las líderes, quienes saben sobre los casos pero no pueden hablar", dice.

La lucha contra los imaginarios
 
Según el Estudio sobre tolerancia social e institucional a la violencia basada en género, auspiciado por el Fondo de las Naciones Unidas, publicado en el 2010, a pesar de que desde hace más de medio siglo las mujeres han ido ganando espacios en la educación, el trabajo y la sociedad, los roles de ambos sexos se mantienen intactos en el imaginario de los colombianos, lo que en muchos casos ayuda a justificar y a promover la violencia contra las mujeres.
 
Sánchez considera que "a mayor autonomía y libertad de la mujer, son mayores la agresión y la resistencia por parte de los hombres, que representan un colectivo social que se siente amenazado". En su opinión, el caso de Rosa Elvira Cely "demuestra cómo se ha potenciado el odio hacia las mujeres".
 
"La sociedad tiene que sancionar drásticamente estas situaciones de violencia, pero no mirarlas como un episodio, sino entenderlas desde unas relaciones de poder que mutilan la capacidad de decisión de la mujer", agrega.
 
En su criterio, la sociedad debe estar de luto porque "si una mujer está en esa situación de vulnerabilidad, estamos todas".
 
Según expertos en el rol de la mujer, aunque la ley promulga la igualdad de género, es la cultura la que no entiende esa paridad. Así lo asegura Ana María Araújo, profesora de Ciencias Humanas de la Universidad de La Sabana, de Bogotá.
 
"Un factor de riesgo es que la mujer es más débil físicamente y por ende, más fácil de agredir. Es muy raro que una mujer logre defenderse con la misma fuerza que tiene un hombre. La insatisfacción del varón cuando siente que algunas veces la mujer es superior a él en los campos emocional, laboral o intelectual, lo impulsa a dominarla por la fuerza o el chantaje", explica.
 
La experta advierte sobre la relevancia de una justicia eficaz que advierta al violento sobre las consecuencias de cometer una agresión. "La justicia falla y las condenas a los victimarios son pocas. Además, muchas mujeres no se atreven a denunciar la violencia porque las tienen amenazadas con cosas que ni la Ley contempla, como quitarles a sus hijos".
 
Para la docente, la revolución cultural de los roles femeninos y masculinos todavía no ha concluido. "En los sectores profesional y académico la revolución cultural tiene grandes alcances, pero en la vida familiar y callejera no logrado su objetivo", añade Araújo, quien asegura que la solución está en el sistema educativo.
 
"Los colegios, las universidades y la prensa, como gran educadora masiva, tienen que abanderar estos asuntos para que se dé un cambio en la cultura", dice. Señala que el país no puede acostumbrarse a la agresión "como un modo de vivir". Para la docente, el caso de Rosa Elvira Cely se dio en un ambiente de impunidad donde "el sicópata crece silvestremente porque se alimenta de los casos que ve".
 
"Las personas que son capaces de agredir de esta manera tienen que estar en cadena perpetua. Las personas normales no podemos defendernos, necesitamos que el Estado intervenga", concluye la experta.
 
Un punto crucial es tomar conciencia de que la violencia contra la mujer en Colombia es generalizada y que hombres como mujeres comparten estos imaginarios, por lo cual todos deberían ser parte de la solución.