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Las broncas del Chiqui

Arrogante y pendenciero, el Ministro de Minas estrena una nueva forma de hacer política que tiene muchos admiradores.La manzana de la discordia

20 de diciembre de 1999

ERAN LAS SIETE DE LA NOCHE DEL JUEVES 11 de noviembre. El ministro de Minas, Luis Carlos Valenzuela, estaba aún en su despacho en compañía de otros funcionarios del Ministerio, con quienes revisaba documentos de la última reunión de junta directiva de Ecopetrol. Había revisado buena parte de la información, en preparación para la junta del día siguiente, cuando vio un memorando que el entonces presidente de la entidad, Carlos Rodado Noriega, había entregado al terminar la reunión. Luego de leer los primeros párrafos Valenzuela supo que el conflicto con Rodado había llegado a su capítulo final. Era evidente que si Rodado no salía de Ecopetrol al día siguiente sería él quien renunciaría al Ministerio.

Profundamente molesto el Chiqui, como lo apodan desde tiempos de la universidad, pidió a los operadores del conmutador de Palacio que lo comunicaran con Jaime Ruiz, asesor de asuntos políticos del Presidente, a través del 'Falcon'. Ruiz, quien es amigo cercano del Chiqui, lo escuchó en silencio. Cuando colgaron Valenzuela estaba más tranquilo. Pocos minutos después el presidente de la República, Andrés Pastrana, llamó a Rodado y le pidió su renuncia a la presidencia de Ecopetrol.



Con esa llamada terminaban meses de enfrentamientos públicos entre Valenzuela y Rodado, una práctica que ha sido frecuente durante el actual gobierno. El presidente Pastrana ha dejado prosperar disputas públicas entre integrantes de su equipo, que han terminado en ocasiones en crisis muy graves como sucedió con el entonces ministro de Defensa Rodrigo Lloreda Caicedo. En esa oportunidad un enfrentamiento público entre Víctor G. Ricardo, alto comisionado de Paz, y Lloreda, alrededor de los plazos de la llamada 'zona de despeje', terminó en la más grave crisis reciente entre las Fuerzas Militares y el gobierno nacional.



Pero sólo hasta el viernes en la tarde el Ministro tuvo la confirmación de la salida de Rodado. Ni él ni Jaime Ruiz se hicieron presentes esa mañana en la reunión de la junta directiva de Ecopetrol en espera de la salida de Rodado. Sólo hacia la una de la tarde se hizo pública la carta de renuncia. La acompañaba un comunicado de Palacio que decía que el presidente saliente de Ecopetrol había sido nombrado embajador ante la Organización Mundial de Comercio --OMC--.



Lo cierto es que la salida de Rodado estaba cantada. Se había convertido en un funcionario incómodo para el gobierno, y en la medida en que las acciones del Chiqui subían las de Rodado sólo podían bajar. A Rodado le habían ofrecido, ya hace varios meses, la embajada en México, cargo que él había rechazado. Sólo cuando se presentó la probabilidad del cargo ante la OMC Rodado abrió la posibilidad de salir sin hacer demasiado ruido. Al menos en teoría.



Dos días después, en la madrugada del lunes 15, día festivo, el Presidente posesionó a Alberto Calderón Zuleta, quien hasta el momento se desempeñaba como director de Crédito Público, como nuevo presidente de Ecopetrol. Dado el tamaño de la crisis que había generado Rodado, Pastrana decidió no esperar un día más para reemplazarlo.



El memorando ambiguo



¿Qué había en el memorando de Rodado que llenó la copa del ministro Valenzuela y convenció al Presidente de la necesidad de sacarlo de su cargo? ¿Por qué la junta en su totalidad decidió divulgar un comunicado en el que atacaba a Rodado y pedía una aclaración de un memorando que calificó de ambiguo?



El memorando hacía referencia a una reunión de la junta directiva de Ecopetrol en la que se habló sobre la necesidad de agilizar un negocio de exportación de gas a Panamá con la compañía Enron, de Estados Unidos. En dicha reunión se le dio poder al presidente de Ecopetrol para que redactara un memorando de entendimiento no vinculante sobre las condiciones en las cuales se podía entrar a negociar un contrato con Enron, y así lo reconoce Rodado. Pero luego, y de manera ambigua, el presidente de la empresa estatal sugiere que dicho memorando ya existía, porque uno de sus vicepresidentes le entregó un documento presentado meses atrás por la Enron con su posición negociadora, y que lo que quería la junta --supuestamente a instancias del Ministro-- era presionarlo para que lo firmara. Y eso resultaba lesivo para el país.



La posición asumida por Rodado en el memorando es equivalente a la de quien recibe facultades para vender una casa y, al recibir la primera oferta, demasiado baja, hace pública su indignación y sugiere haber sido presionado para aceptar ese precio, antes de intentar negociar o aun hablar del valor de venta. La verdad es que las facultades con las que contaba Rodado eran amplísimas: el memorando con Enron sería el que él negociara y redactara con esa compañía, no el que la compañía enviara como documento ideal para ella. En el argot de la negociación, lo que Enron envió a Ecopetrol fue una 'lista de Navidad', borrador que, obviamente, sería contrarrestado por una contrapropuesta de Ecopetrol. Al fin y al cabo un memorando de entendimiento no es un contrato sino un marco dentro del cual se puede entrar a negociar.



Pero un memorando de un presidente de Ecopetrol sugiriendo que ha sido presionado para firmar un documento lesivo para el país es suficiente para armar un escándalo de grandes proporciones. La redacción del memorando era tan ambigua como para que alguien externo, como lo hizo luego el senador Hugo Serrano, pudiera acusar al Ministro de estar ejerciendo presiones indebidas, movido por intereses particulares (ver recuadro), y Rodado se pudiera salir por la puerta de atrás.



El escándalo no se hizo esperar. Pero es un escándalo menor, si se quiere, sólo que el volumen al que han llegado los insultos lo ha llevado a las grandes ligas. El propio Ministro solicitó al Contralor y al Procurador que investigaran su conducta. El senador Hugo Serrano, quien citó al Ministro a debate sobre el tema, ha afirmado que se trata de un negociado. Pero citar y torturar ministros es una de las funciones que cumplen los congresistas de oposición. Si algo es extraño en este escándalo, en cambio, es que lo ha alimentado un miembro del propio gobierno --Rodado-- que de esa manera cobraba varios meses de desavenencias con el ministro Valenzuela.



Política sin rodeos



A pesar de que en este episodio el triunfador es Valenzuela en la medida en que cayó la cabeza de Rodado y que su reemplazo es Alberto Calderón, persona de confianza del Chiqui, la verdad es que en el mano a mano con el senador Hugo Serrano al Ministro no le fue tan bien.



Son pocos los que dudan de la honestidad de Valenzuela. Pero lo cierto es que en este episodio le han cobrado su arrogancia y el dramatismo de su defensa, ambas atribuibles a su inexperiencia política. Al escucharlo en su debate con Serrano buena parte de la opinión terminó seducida por la tranquilidad y 'cancha' del parlamentario e inquieta por la fogosidad y vehemencia del Ministro, quien llegó hasta a sugerir la existencia de una "conspiración serpista".



Los frentes que ha abierto Valenzuela durante su gestión como Ministro son innumerables. Al liberar los precios de la gasolina --medida que sin duda no es popular a pesar de que lo que afecta a la sociedad no es el precio de la gasolina sino la inflación-- se echó encima a los transportadores. Al impedir que las Empresas Públicas de Medellín adquirieran el control de Isagen, alegando que de hacerse se generaría una posición dominante en el sector eléctrico lesiva para los consumidores, se ganó la enemistad de Ramiro Valencia Cossio y de los paisas. Por estar involucrado antes de ser ministro en el proceso de la descapitalización de la Empresa de Energía de Bogotá se ganó al ex alcalde Jaime Castro. Y al insistir con franqueza en sus posiciones ha cultivado fama de 'buscapleitos'.



Es innegable que Valenzuela ha sido arrogante y que no es el funcionario predilecto de los periodistas rasos a quienes, en no pocas oportunidades, trata de ignorantes y facilistas. Máster en economía urbana del London School of Economics y máster en administración pública de la Universidad de Harvard --además de estudiante especial de finanzas en MIT--, sus malabarismos de capacidad técnica en el seno del Congreso son vistos como demostraciones de suficiencia más que como evidencias de idoneidad. Por último, hace parte de su manera de trabajar una franqueza que raya en lo insultante, franqueza que en el caso de la junta de Ecopetrol pasó a ser abiertamente agresiva contra el propio Rodado.



Pero su inexperiencia política lo ha convertido, aunque suene paradójico, en el fenómeno político del gobierno Pastrana. Con su franqueza y su carencia de capacidad de conciliación el Chiqui es hoy el símbolo de una nueva manera de hacer política y aun cuando él afirma que no tiene aspiraciones políticas de ninguna clase, en más de una ocasión ha demostrado que en los tiempos modernos a veces produce más réditos hablar sin pelos en la lengua que hacerlo con los cuidados propios de los políticos tradicionales.



En defensa del elitismo



La primera vez que el Chiqui sorprendió a una audiencia con un discurso veraz que terminó en aplausos fue en Barranca a comienzos de este año. En varias oportunidades le habían dicho a Valenzuela que los sindicalistas de la Unión Sindical Obrera --USO-- lo veían como un enemigo, un neoliberal dispuesto a privatizar Ecopetrol a como diera lugar.



Valenzuela decidió entonces hablar ante la USO, reunida en pleno en Barranca. Les dijo que él era un neoliberal. "¿Y ser neoliberal es tan malo como ser sindicalista de la USO?", agregó. Hoy por hoy la relación entre los dirigentes de la USO y el Ministro no puede ser mejor gracias al arrojo y a la personalidad frentera del Chiqui.



Lo mismo ocurrió cuando se hizo presente en la ceremonia de graduación del Icesi, en Cali. Allí, en cambio de ofrecer unas palabras tradicionales para los estudiantes, se embarcó en una diatriba contra el establecimiento colombiano, puntualizando que había confundido arribismo con elitismo.



Valenzuela empezó ese discurso con una frase tradicional de político, afirmando que para él, y a pesar de su acento capitalino, Bogotá "es apenas una ciudad de paso". A lo cual añadió: "Quiero volver acá y volver rápido. No puedo ni con el frío de Bogotá, ni con el estiramiento de los bogotanos. Las dos cosas me dan alergia". Para un burgués típico que estudió en la Universidad de los Andes esa frase parecía más bien una apertura tradicional de manzanillo.



Pero de ahí en adelante sacó la artillería. Valenzuela dijo en su discurso que el principal problema de Colombia no era ni la guerrilla, ni la economía sino "que poco a poco se queda sin élite". Y, dijo, "élite ha sido una palabra que ha ido tomando una connotación negativa".



"Elite, dijo Valenzuela ante los asombrados estudiantes, es quien por derecho adquirido, no heredado, dirige una sociedad; quien determina patrones; quien busca salidas en momentos de crisis; quien ve más allá; quien tiene noción de historia y por ende noción de futuro. Elite es quien es consciente de tener más responsabilidades que derechos".



"Acá nos confundimos, agregó. Las carteritas con logos se compran. El derecho a ser élite no. Terminamos confundiendo elitismo con arribismo. Las élites no las conforman apellidos heredados. Ni el derecho a dirigir, ni tan siquiera la voluntad de hacerlo, nace del impactante sonido de apellidos que tienen la triste característica de mirar con altivez el pasado y con terror y derrotismo el futuro".



Y terminó con un ataque a la sociedad por la ausencia del sentido de responsabilidad propia de las élites, y los estudiantes prácticamente lo sacaron a hombros del recinto.



Durante semanas el discurso dio la vuelta por el país a través de Internet. Sacudió a los jóvenes con verdades que ningún político, y mucho menos un funcionario público, se atrevía a decir. Y contrario a lo que mucha gente piensa, ese fue más el inicio de una carrera política que el suicidio político de un buen técnico a punta de franqueza.



Jekyll & Hyde



El escándalo que vive el ministro Valenzuela, de poca monta sin duda pero ruidoso como su naturaleza lo indica, pone en evidencia el notable contraste que se vive dentro del gobierno de Andrés Pastrana.



Por una parte están los políticos tradicionales, dentro de los que se contaba el presidente de Ecopetrol. Hay decenas de funcionarios así en el actual gobierno, muchos de ellos rezagos de la administración de Misael Pastrana, de años de amistad del difunto ex presidente. Quienes conocen al gobierno por dentro afirman que esta línea de pensamiento, que privilegia la conciliación y la utilización de la burocracia para la compra de favores en el Congreso, es liderada por el secretario general de la Presidencia, Juan Hernández.



La otra línea de gobierno sería la que lidera el asesor político de la Presidencia, Jaime Ruiz, y de la que hace parte, desde la distancia física que representa estar en Washington, el embajador en Estados Unidos, Luis Alberto Moreno. En este grupo estarían los funcionarios más técnicos, como el ministro Valenzuela.



Y su ataque contra los politiqueros no es secreto. En sus palabras en el Icesi Valenzuela afirmó que en Colombia "uno muchas veces siente que gobernar no es diseñar estructuras de largo plazo, sino hacer pequeños o grandes favores a los amigos, a esos millones de amigos que a uno sorpresivamente le llegan mientras que anda en estas cosas".



Es demasiado temprano para saberlo pero de pronto esa franqueza, y su reticencia a hacer favores a la manera de la vieja clase política, podrían lograr que el Chiqui termine ganando miles de amigos. Pero en las urnas, para sorpresa de todos.