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NARCOTRÁFICO

Las comunicaciones secretas del Clan del Golfo

SEMANA tuvo acceso a centenares de documentos de la cúpula de esta organización mafiosa. Evidencian las traiciones internas, su poder corruptor, los millones del narcotráfico y su maquinaria criminal.

5 de agosto de 2017

En el mundo de la mafia  en Colombia varios clanes familiares han pasado a la historia por sus delitos. Los hermanos Pablo y Roberto Escobar Gaviria, Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela, lideraron el narcotráfico en los años ochenta al frente de los carteles de Medellín y Cali. Fidel, Vicente y Carlos Castaño dirigieron a las autodefensas unidas, una máquina de guerra que asesinó y desplazó a miles en la década de los noventa. Sus carreras criminales terminaron en prisión o con la muerte.



En los últimos años un nuevo clan nacido en el seno de una familia, la banda conocida como el Clan del Golfo, empezó a dominar el mapa del crimen organizado en el país. Y al igual que quienes los precedieron, su historia está marcada por el narcotráfico, la avaricia, las disputas internas, los asesinatos, la cárcel y la muerte. SEMANA tuvo acceso a más de 120 documentos internos de los jefes de ese grupo mafioso, que guardan los secretos más íntimos de la organización, su ADN, sus negocios y sus planes. Se trata de evidencias en poder de la Fiscalía, incautados en más de 80 operaciones en los últimos dos años, en donde también queda en claro que los integrantes de ese grupo viven una maraña de intrigas y traiciones dignas de la serie Game of Thrones, solo que en este caso el trono de hierro implica el poder sobre un negocio que mueve millones de dólares.

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Familia que delinque unida…

Esa organización criminal nació por obra y gracia de Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario, un desmovilizado de las AUC y hermano del jefe paramilitar Fredy Rendón, alias el Alemán. Tras la captura del primero en 2009 quedaron al frente de la banda Dairo y Juan de Dios Úsuga, conocidos con los alias de Otoniel y Giovanni, respectivamente. Al igual que su jefe todos habían militado en el EPL en Urabá antes de entrar a formar parte de las autodefensas.

 El 31 de diciembre de 2011 Giovanni murió en un enfrentamiento con la Policía, lo que dejó a Otoniel como líder. Para ese momento ya habían consolidado un verdadero clan familiar delictivo. Una docena de primos hermanos hacían parte de la banda en diferentes funciones. Nini Úsuga, una de sus hermanas, desempeñaba las más importantes, como el manejo de las ganancias del narcotráfico y el lavado de dinero. En esa actividad también estaba involucrada Blanca Madrid, la esposa de Otoniel, así como dos de sus cuñadas y algunos sobrinos. Poco después del inicio de la Operación Agamenón hace dos años, creció la presión sobre el núcleo familiar de Otoniel. En pocos meses las autoridades capturaron a más de 15 familiares, entre ellos su mujer y cuñadas a quienes les encontraron caletas en sus apartamentos en donde escondían cerca de 4.000 millones de pesos en efectivo.


Con sus principales familiares tras las rejas y con más de 1.500 hombres y una docena de helicópteros y aviones tras sus pasos por las selvas de Urabá, Otoniel se quedó sin gente de su absoluta confianza y se vio obligado a delegar gran parte del manejo de la banda criminal en cabeza de Roberto Vargas, alias Gavilán.

Vargas, el segundo de la estructura y encargado del brazo militar y sicarial de la organización, formó de inmediato su propio círculo de confianza con miembros de su familia. Impuso en puestos claves del manejo de finanzas y negocios de narcotráfico a sus hermanos Efrén, alias Culo de Toro, y Eduard, alias Pipón. Con más de 20 años en el mundo de la delincuencia, los hermanos Vargas hicieron parte de las filas del EPL, en donde conocieron a los Úsuga, y posteriormente ingresaron a diferentes bloques paramilitares de donde salieron para hacer parte del Clan del Golfo.

Los secretos del Golfo

Varias cosas resultan reveladoras entre el centenar de documentos internos de esa banda a los que tuvo acceso SEMANA, que van desde mediados de 2015 a abril de este año y que fueron hallados tras diferentes operaciones y capturas. Una de ellas es la distancia existente entre los actuales jefes y Don Mario, el creador de esa organización.

Desde la cárcel, a finales del año pasado, este último le envió una comunicación a Gavilán.  Le reclamó porque una representante de las autodenominadas Autodefensas Gaitanistas, enviada a sondear opciones de negociación con el gobierno, incluyó en ese grupo a la Oficina de Envigado y a Don Berna. “Cómo podemos creer que la oficina nos va a representar a nosotros, si a nosotros se nos ha dificultado conseguir estatus político cuándo lo va a conseguir la oficina”, dice uno de los apartes. A continuación le pide que “me nombren gestor de paz y para eso toca que hagan un documento donde le pidan al gobierno que me autorice. Pero sugiero que la firme todo el estado mayor de las autodefensas, porque una misiva sin firma es un pasquín que no tiene validez”, afirma el capo capturado.

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“Respecto a lo que me dice de Don Mario amigo con todo respeto mi opinión es no, sin desconocerlo a él. Sería muy bueno que nos dejen salir a Benavidez y Torta ellos si desempeñarían un papel dentro de las tropas y frentes [sic]”, le responde a Gavilán quien firma como Pelao, que sería un alias Nicolás, cuarto en la línea de mando. Esta, entre otras comunicaciones, evidencia que los capos de la banda aplicaron el viejo adagio de a rey muerto, rey puesto. Y muestra la poca influencia y caso que le hacen sus antiguos subalternos a Don Mario.

 Desde hace varios años esa banda criminal ha intentado infructuosamente ser considerada un actor armado con el fin de buscar algún tipo de negociación. Decenas de documentos dan cuenta de los esfuerzos y reuniones sostenidas entre abogados y políticos, la Iglesia y otros grupos para tratar de pescar en el río revuelto de la paz.


La estrategia para conseguir el estatus de organización político-militar también queda en evidencia. “Hay que hacer movilizaciones regionales en donde se hagan manifestaciones de los anhelos de paz de las poblaciones en donde hace presencia la organización directamente o a través de sus aliados. Cada estructura se hará responsable de las marchas. Para empezar a cambiar las mentiras que se hacen sobre la organización es necesario tener periodistas amigos que hablen sobre la necesidad de incluirla en los esfuerzos de paz, visibilizando, ganando legitimidad”, dice una de las comunicaciones enviada a Gavilán y  firmada por ‘Equipo Político’.

Aunque por medio de amenazas y presiones a la población civil pretendieron realizar marchas de apoyo, la táctica no funcionó, lo que demuestra que los pobladores no aceptaban las órdenes de este grupo. “Viejo estoy un poco disgustado con lo de las marchas, me parece que no hubo la correcta organización, los políticos no se pusieron de acuerdo. Incluso en el mío de la zona pero no convocaron a nadie y llegó la policía y antes están sacando noticias en contra de nosotros. Debemos invertirle en publicidad o sino terminamos afectados nosotros”, afirma otro de los documentos.


Narcos pura sangre

 Aunque el Clan del Golfo ha intentado negar su relación directa con el narcotráfico, la realidad es que  las cuentas que están plasmadas en los documentos internos dejan en claro que en realidad se trata de una organización de narcotraficantes puros. En diferentes lugares del país compran el kilo de cocaína entre 2,5 y 3,3 millones de pesos, equivalentes a entre 800 y 1.000 dólares. Y revenden el kilo dentro del país por entre 4,1 y 4,5 millones de pesos, o sea unos 1.200 a 1.500 dólares, principalmente a carteles mexicanos que compran los cargamentos en territorio nacional. Sin embargo, las ganancias aumentan considerablemente cuando envían el cargamento al exterior, principalmente a Centroamérica en donde lo recogen sus aliados de México. Allí les pagan el kilo de droga a 9 millones de pesos, cerca de 3.000 dólares, lo que significa una ganancia del 200 por ciento. Para evitar que las autoridades les decomisen grandes cantidades optan por enviar muchos cargamentos pequeños (ver recuadro).


En uno de los documentos enviados a alias Indio, tercero al mando, está la relación de una serie de cargamentos de droga. Allí identifican los kilos de cocaína con la letra R. “Junio 8 se vendieron 185R por un valor de 795.500.000 quedando neto para reinvertir 688.940.000. Junio 17 se vendieron 100R por un valor de 430.000.000 solo se sacó el 2% de bajada se debe hechura y transporte de esas 100R quedo neto 421.400.000 para reinvertir eso se mando a comprar al llano por un valor de 3.300.000 [sic]”. Este es un ejemplo de las multimillonarias transacciones consignadas.

 Los ingresos por venta de droga de los frentes que conforman esa banda rondan los 15.000 millones de pesos mensuales, cerca de 5 millones de dólares. Sin embargo, entre los mismos jefes del clan se roban droga y dinero. En varios documentos queda en evidencia cómo Gavilán, Culo de Toro y Pipón coordinan los envíos de droga que realizan a nombre propio. También  cómo se dividen y apropian de ‘líneas’, rutas de envío de droga. “De esas ganancias no hay que informarle al estado mayor”, se lee en uno de esos documentos entre los hermanos Vargas. Igualmente es común que les reporten menos ingresos a Otoniel y otros jefes. Gavilán tumbaba a su jefe con la complicidad y ayuda de hombres claves como alias Pablito y Cheymar, muertos en mayo pasado en la Operación Agamenón.

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En las libretas de este último capo quedaron varios documentos en los cuales le cuenta a Gavilán que están invirtiendo parte del dinero en comprar tierras. Allí queda en claro la macabra estrategia que consiste en obligar a decenas de familias, a quienes amenazan y desplazan, para venderles a precios irrisorios. “En aguasfrias cordoba son 60 hectareas a millón dosientos [sic]. Se dieron 30 millones. Negoció el gordo pipón”, escribió Chaymar a Gavilán en donde le cuenta los pormenores de la transacción.

Entre las decenas de negocios ilegales de tierras relacionados en las comunicaciones llama la atención una carta de alias Nicolás, tercero al mando del Clan para Gavilán, en donde le cuenta de una oferta. “Por ahí Pretel tiene una finca por platas arriba que fue del papa del tuso, él la manda ofrecer dice que le de una parte en plata y que resibe  casas. No sé usted como ve para hacer  el negocio y le damos los lotes de montería también tenemos un carro land rover que dio macaco, pues digo yo si usted acepta es una buena tierra muy administrada [sic]”, dice uno de los apartes.

Desorden y muertos

En no pocos documentos los capos hablan de los golpes e incautaciones que han sufrido desde que la Policía, el Ejército, la FAC, la Armada y la Fiscalía iniciaron la Operación Agamenón y la reacción sicarial que asumieron frente a la ofensiva estatal. “Amigo por ahí se le está dando balín corrido a esos verdes para que tenga conocimiento asi toca para que sepa en que estamos y no les damos mas porque uno sé has tiene (abstiene) a veces [sic]”, dice un aparte de un documento enviado a Gavilán en donde le informan del asesinato de policías en medio del llamado plan pistola.

La falta de comando y control sobre las diferentes estructuras es clara, así como la desconfianza entre la cúpula y varios de sus comandantes en las regiones. “Sobre lo de tigre yo también he estado pensando. Él se lo cuenta todo a la oficina (de Envigado) y así no es porque lo de nosotros es solo de la organización Yo tengo un muchacho bueno que trabaja con la raya lo podemos mandar para Medellin y al tigre lo mandamos para el llano para que coja las urbanas y remplace al pelado que me cogieron [sic]”, le contó Nicolás a Gavilán al informarle que uno de sus comandantes está aliado con la temida Oficina de Envigado.

En varios documentos incautados son recurrentes también las quejas por los lujos de varios de los comandantes. “El otro inconveniente a resolver es la finanzas porque yo veo que esa hay un poco de gente viviendo de la burocracia. Hay mas quien mande que quien obodesca. Uno ve unos manes que parecen más capos que combatientes y quieren andar y vivir escoltados y comodos y toca acabar esa vaina [sic]”, se lee en un documento del comandante alias Calixto a Gavilán. En varias hojas de contabilidad están relacionados los pagos a decenas de mujeres prepago, así como los gastos en trago y regalos, como motocicletas, que hacen los jefes mafiosos a sus amantes. También algo común en todos los jefes del clan: las aberraciones sexuales, especialmente con menores de edad. “Amigo por ahí me van a subir una chimbita cero kilómetros. Yo le voy a probar primero y se la mando después para que la goce”, se lee en un documento en el que abiertamente hablan de los abusos a niñas y jóvenes.


Al Clan del Golfo le queda encarar a la Fuerza Pública como se enfrentaron fallidamente alias Cheymar y el hermano de Gavilán o el sometimiento a la justicia. Nuestra fuerza pública sigue dando resultados que son sumamente importantes”, dijo recientemente el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, acompañado de la cúpula de las Fuerzas Militares y de Policía encargados de las Operaciones Agamenón I y II.

En los dispositivos incautados y en poder de la Fiscalía hay archivos relacionados bajo el título de ‘Informes militares 2015’. Allí hay una relación de 51 homicidios cometidos ese año contra sus propios integrantes y población civil ejecutados por los frentes Libertadores del Guamuco y Vencedores del Alto San Jorge. También hay una lista de otros 41 asesinatos selectivos en los municipios de Segovia y Valdivia.

 En otro documento rotulado ‘Informes financieros’ se detalla que tan solo por extorsiones entre enero y octubre de 2015 el llamado bloque Córdoba y Bajo Cauca recibió 5.133 millones de pesos. La relación financiera también deja en claro las dificultades que varias estructuras del clan tienen debido a las operaciones en su contra. El bloque central de Urabá informó al estado mayor que en 2015 tuvo gastos  por 9.289 millones de pesos mientras que los ingresos fueron de 8.911, lo que les dejó un déficit. Esto se vio reflejado en que a muchos de los integrantes de la banda no les habían podido pagar sus salarios durante varios meses. Esa situación también se presenta en otras estructuras y desembocó en deserciones (ver recuadro).



 La radiografía del cruce de documentos permite sacar varias conclusiones. Es evidente que la estructura ha sentido fuertemente los golpes a sus jefes y a las finanzas. El grado de descomposición y corrupción en la banda es alto y básicamente los diferentes capos están tratando de hacer negocios que les permitan tener fortunas individuales ante el rápido colapso de la organización. Por esto es claro el desespero de los cabecillas mafiosos por tratar de buscar alguna salida que les permita someterse o negociar. Sin embargo, no es fácil pues es más que evidente que no se trata de un grupo político, sino de una simple confederación de mafiosos.

 Hace pocos meses el gobierno lanzó la segunda fase de la operación con la que busca poner fin a esta banda criminal. “Agamenón II comenzó hace aproximadamente mes y medio. Participan las mejores unidades del Ejército, la Fuerza Aérea, la Armada, la Fiscalía y la Policía Nacional en contra del Clan del Golfo”, explicó el director de la Dijín, general Jorge Vargas. Las cifras consolidadas desde que comenzó la lucha contra esta organización demuestran la intensidad de esa guerra. Los documentos secretos de ese grupo mafioso comprueban que los propios capos saben que no pueden ganar esa batalla. Al igual que la historia de todos los clanes familiares dedicados al crimen, su futuro es poco alentador.