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O R D E N &nbsp;&nbsp; <NOBR>P U B L I C O</NOBR>

Las lecciones del paro

Se levantó la protesta de la vía Panamericana. Casi todos los protagonistas perdieron, pero algunos lo hicieron más que otros.

27 de diciembre de 1999

El jueves pasado el gobierno nacional y los voceros de la protesta campesina del suroccidente del país llegaron a un acuerdo que le puso fin a 25 días de bloqueo de la vía Panamericana. En la práctica esto significó que Popayán, y en menor medida Cali y Pasto, estuvieron sitiadas. Y como siempre, luego de la celebración viene el guayabo. ¿Cuál es el balance de estos sucesos? ¿Qué lecciones le quedan al país? ¿Quiénes ganaron y quiénes perdieron?

Hay que empezar con el gobierno. Sin duda fue arrogante, llegó tarde al problema y le estalló en las manos. El gobernador del Cauca, César Negret, en las semanas previas a la protesta, envió varias comunicaciones a la Presidencia y el Ministerio del Interior, alertando sobre lo que se venía. Por lo que se vio después, no fueron analizadas con el cuidado necesario. Y luego el ministro Néstor Humberto Martínez, se enredó en una pelea estéril con el mandatario seccional, tramitada por los medios, que le dio espacio y razones a los voceros de la protesta y limitó el margen de acción de las autoridades para conjurar la situación.

Los ciudadanos esperan que la ropa sucia se lave en casa: que los problemas entre los funcionarios se resuelvan en reuniones privadas y que al actuar lo hagan de manera coordinada. El espectáculo de un presidente, en la mitad del lío, escribiéndole a un gobernador para recordarle que el manejo del orden público es nacional y diciéndole que se mantenga al margen dejó mal sabor.

Pero el gobierno tuvo un logro incuestionable, el cual no ha sido advertido por la opinión. En apariencia el gobierno entró a negociar tarde y terminó cediendo a manos de un paro. Pero en realidad lo que la comisión negociadora obtuvo fue su levantamiento a cambio de unos recursos que no desbordan el presupuesto oficial y que no van más allá del cuatrienio Pastrana. Los negociadores oficiales habrían podido acudir al fácil expediente de ceder ante la presión o de hacerlo excediendo el período de gobierno. No lo hicieron y eso, dados los antecedentes históricos, no es poca cosa.

El balance del gobernador del Cauca tampoco es bueno por las mismas razones expuestas. Pero se le abonan varias cosas. Primero, que con buen criterio no respondió públicamente las acusaciones del Ministro del Interior y del asesor presidencial, Jaime Ruiz, de estar instigando la protesta, junto con sus secretarios, y que anunció, serenamente, que se acogía a las investigaciones de la Procuraduría. Segundo, que dejó en claro que desde el día anterior a que se produjera la toma de la vía Panamericana, ello fue el primero de noviembre, le dio instrucciones escritas a los comandantes militares y de policía para desalojar a los marchantes, por la fuerza si era necesario. Lo hizo, además, cuando era factible, antes de que creciera la toma y fuera infiltrada por la guerrilla. La opinión nunca supo por qué no se cumplieron estas instrucciones pero con esta revelación dejó sin piso las acusaciones del gobierno, que lo señalaba como uno de los organizadores de la movilización.

Los políticos regionales también perdieron de cabo a rabo. Senadores y representantes del Cauca dejaron al descubierto que no tenían ninguna ascendencia sobre la población movilizada. Su función de intermediación entre la ciudadanía y el gobierno no se vio por ninguna parte. Sólo se dejaron ver un día después de haber sido firmada el acta de acuerdo, para solicitar al Presidente que declarara la emergencia económica para su departamento. Pobre desempeño de los voceros del pueblo.

Horacio Serpa, protagonista a la sombra en este evento, tiene un doble balance. Perdió y ganó. Perdió porque, según Portafolio, el diario económico de El Tiempo, solo se han cumplido en 40 por ciento los compromisos que él suscribió como Ministro del Interior del gobierno pasado con este mismo movimiento, que en su momento protagonizó marchas en el Cauca. Pero también ganó al contraatacar, cuando afirmó que los compromisos que suscriben los funcionarios públicos “no son personales sino que se hacen a nombre del Estado”. Razón por la cual deben cumplirse.

La guerrilla también ganó y perdió. Ganó porque si los movimientos insurgentes, como todos suponen, y como tiene evidencia el gobierno, están detrás de la protesta, tuvieron el terreno abonado para actuar gracias a las contradicciones entre el gobierno nacional y el regional y abanderando el descontento del movimiento campesino. Cada vez que ocurre una movilización como ésta la guerrilla, aplicando un reconocido modelo político-militar, actúa sobre los líderes campesinos y la población, promoviendo y defendiendo sus necesidades para luego reivindicar que lo que se logra —en este caso los 100.000 millones de inversión que se firmaron en el acta— es gracias a ella. Y que, de otra manera, las autoridades no prestan atención.

Pero también perdieron porque quedó al descubierto, una vez más, que sus métodos de movilización y terror son extremos. En un paro infiltrado por la guerrilla quien abandona el barco paga con su vida.

Y, por supuesto, por razones obvias, perdieron Popayán, sus comerciantes y hoteleros y la población en general de esa y otras ciudades que vieron interrumpidas sus actividades diarias. Las pérdidas económicas son incalculables.

El único ganador neto es Jorge Mario Eastman, viceministro del Interior, que actuó como vocero en las negociaciones. En todos los gobiernos siempre aparece un funcionario que, por su seriedad y ecuanimidad, se convierte en una especie de bombero capaz de apagar incendios donde quiera que ellos ocurran. Carlos Ossa lo fue de Barco. Rafael Pardo de Gaviria. José Noé Ríos de Samper. Cada uno con un estilo y una formación diferentes y, actuando en circunstancias distintas, desplegaron un manejo ecuánime y conciliador que se convirtió en pieza clave para la solución de complicados problemas . El futuro es siempre benévolo con estos funcionarios porque se hacen querer de la opinión, que les reconoce valentía, discreción y eficiencia para resolver complejas situaciones.