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LAS NUEVAS CARAS

El nombramiento de siete nuevos ministros pone fin al suspenso creado por la prolongada crisis de gabinete

30 de julio de 1984

"¿Me deja pensar en su nombre para algo en el gobierno?" Con esa pregunta, algo abstracta, el Presidente de la República, Belisario Betancur, sondeó, durante varias semanas una larga serie de figuras que al ser objeto de la consulta se convertían de inmediato en ministeriables.
La modalidad de Betancur no tenía antecedentes. La fórmula del Presidente no solamente no daba pista alguna sobre el ministerio del cual podía tratarse, sino que ni siquiera mencionaba la palabra ministerio. Sin embargo, como todo esto sucedía en medio de una expectativa de crisis ministerial, cada consulta era interpretada automáticamente como un ofrecimiento para el gabinete. El consultado llegaba a sus propias deducciones sobre la cartera que iba a ocupar. A partir de ahí comenzaba la ola de chismes que pasaban a engrosar los archivos de los "gabinetólogos".
De ahí que fueron muchos los ministeriables que se quedaron "calentando banca". El sistema de Belisario, combinado con la prolongación de la crisis hizo crecer la bola de nieve de las conjeturas como nunca antes en el pasado. La prolongación aparentemente obedeció a que el Presidente no quería precipitar la crisis, hasta tanto no se firmaran importantes empréstitos por 370 millónes de dólares que estaban siendo negociados en París por los ministros de Hacienda y Minas, Edgar Gutiérrez y Carlos Martínez. Era obvio que ellos, como representantes del Estado colombiano en una época de difícil crédito, no podían ser desautorizados en la mitad de un proceso. De ahí que 24 horas después de la aprobación de los préstamos, vino el anuncio oficial del nuevo gabinete.
Todos los nombramientos parecieron estar acordes con lo previsto, a excepción del caso del ministro de Trabajo, Oscar Salazar Chávez, 58 años, llerista, asesor jurídico de Almadelco y ex gobernador de Caldas.
Auncuando prácticamente desconocido a nivel nacional, quienes lo conocen afirman que es un eminente jurista, buen administrador y con una sólida formación. De resto, los nombres coincidieron con la lista que habían venido depurando día tras día los redactores políticos. El ministerio de Gobierno quedó en manos de Jaime Castro, senador boyacense de 46 años, lopista y actual presidente de la Comisión Política Central. Se trata de un parlamentario popular entre sus colegas, activo y respetado, de quien se podría decir que desde hace rato se venía preparando para ser ministro de Gobierno, posición para la cual había sido candidatizado en varias crisis anteriores. Fuera de algunas críticas de El Espectador por su filiación lopista y, por razones obvias, de su archi-rival en Boyacá Jorge Perico Cárdenas, podría decirse en cierta forma que es considerado "monedita de oro" para el cargo. Dado su conocimiento sobre la reforma política, su participación en las negociaciones de paz con algunos grupos guerrilleros y su ascendiente sobre el Parlamento, su nombramiento fue objeto de aceptación general. Sin embargo, para un senador con aspiraciones presidenciales a largo plazo, inhabilitarse para el Congreso del 86 como podría sucederle, no deja de conllevar algunos riesgos. De cualquier modo, a partir de este momento, el futuro de la carrera de Jaime Castro, al igual que el de Belisario Betancur, están estrechamente vinculados al éxito del proceso de paz.
En la cartera de Desarrollo quedó Iván Duque, abogado antioqueño de 45 años, turbayista y un hombre de gran experiencia administrativa, auncuando no parlamentaria. En el ajedrez del Presidente, Duque fue una ficha corrida de un lado a otro mientras se cuadraba el gabinete. En un momento dado estuvo en Minas, cuando Betancur pensó en hacer una rotación con esa cartera y nombrar a Alvaro Leyva en Desarrollo. Posteriormente estuvo en Trabajo, cuando el primer mandatario pensó en Hernan Uribe, gerente auxiliar de la Federación de Cafeteros, para Desarrollo. Finalmente quedó en Desarrollo, cartera donde había comenzado toda la ronda. Como ocupó la gerencia del ICT y la presidencia de Sofasa, tiene conocimiento directo de los problemas de casa y carro que juegan un papel muy importante en ese Ministerio. Es considerado un hombre pragmático, ponderado y con gran sentido común.
Por el lado conservador, el nuevo canciller es Augusto Ramírez Ocampo, hasta ahora alcalde de Bogotá y belisarista de tiempo completo. Su experiencia en el Banco Interamericano de Desarrollo y su participación en múltiples conferencias internacionales lo han trajinado en algunas de las areas que le corresponderá maneJar en el futuro, particularmente ahora que la política económica y la internacional son interdependientes. Sobre el nuevo ministro de Hacienda, Roberto Junguito, hay una opinión casi unánime: en él prima el elemento técnico sobre el político en un momento dado en que los problemas de la cartera de Hacienda parecen tener una prioridad inversa o por lo menos equilibrada.
Junguito había sido ministro de Agricultura en este gobierno y posteriormente había sido nombrado embajador ante la Comunidad Económica Europea. Como llevaba sólo cuatro meses en ese cargo, rechazó inicialmente el nuevo ofrecimiento que le hizo el Presidente. En ese momento Betancur pensó en Jorge Ospina Sardi, actual director de Planeación. Sin embargo, después de una consulta de Junguito con Alvaro Gómez, éste le pidió que aceptara el Ministerio, lo cual en efecto hizo. Inicialmente esta cartera se le había ofrecido a Mario Calderón Rivera, gerente del Banco Central Hipotecario, quien la declinó por motivos de salud.
El nombramiento en el ministerio de Minas de Alvaro Leyva, abogado y senador de 42 años, miembro del Directorio Conservador y de la Comisión de Verificación de la tregua, era anticipado de tiempo atrás. Leyva indudablemente estaba en turno para ministerio no sólo por sus condiciones personales, sino por ser la creación política del ex presidente Pastrana, a cuyo lado se inició como Secretario Privado en su administración. Sin embargo se consideró un error encargarlo de la cartera de Minas, puesto que se ha convertido en objeto de controversia la perpetuidad de ésta en manos pastranistas. A esta crítica generalizada, el editorial de El Tiempo del sábado 30 agregó el interrogante de si sus actividades particulares podían resultar incompatibles con su nuevo cargo, sin que el editorialista especificara a qué se refería Aparentemente, la referencia tendría que ver con rumores sobre dificultades financieras de algunas sociedades de su familia con entidades bancarias.
Otra versión es que puede tratarse de la negociación con el IFI hace varios años, de unas minas de fosfato en las cuales tenía intereses. No obstante, aun si una o las dos versiones fuesen ciertas, queda por establecer si efectivamente constituyen incompatibilidades.
El nuevo ministro de Salud, Amaury Garcia Burgos, de 58 años auncuando relativamente desconocido a nivel nacional, es un hombre de peso politico, particularmente en la costa, en su calidad de jefe pastranista del departamento de Córdoba.
Veterano parlamentario es además médico y habia sido candidatizado para esta cartera en varias oportunidades. Este Ministerio iba a ser objeto de una rotación y se le ofreció entonces a Maria Teresa de Saade, quien lo declinó por estar recién posesionada de la presidencia de Colsubsidio. Posteriormente se le ofreció al ex viceministro de Salud Jorge Michelsen, quien también lo declinó.
Cuando se abandonó la idea de la rotación, surgió el nombre de Garcia Burgos.
Las nuevas caras significan más bien eso, un cambio de caras, pero no de politica. De ahí que no se puede pretender que el ajuste ministerial determine un viraje de gran alcance, sino más bien un movimiento rutinario, de corte tradicional. Si alguna conclusión tuviera que sacarse es que las tendencias que han prevalecido durante este gobierno se consolidaron. Por el lado conservador prima el belisarismo-pastranismo, por encima del alvarismo que conserva un sólo ministerio, en un personero con menos jerarquia politica que el saliente ministro de Desarrollo, Rodrigo Marin. En el lado liberal se podía registrar una evolución hacia un mayor acomodamiento a los directores y una hábil jugada al ofrecerle el ministerio de Gobierno al presidente de la CPC, lo cual neutraliza acusaciones anteriores de que el partido estaba siendo tratado como una "montonera". Otro ángulo que podria sacarse es de que en cierta forma es un gabinete de la paz por la inclusión tanto de Castro como de Leyva, quienes han jugado papeles protagónicos a nombre de sus respectivos partidos en los contactos de los últimos meses con algunos grupos guerrilleros. -
LOS "GABINETOLOGOS"
Si como dice el ministro de Gobierno la "gabinetología" es una nueva ciencia, no cabe duda de que sus dos principales exponentes son Guillermo Pérez y Carlos Murcia, redactores políticos de El Tiempo y El Espectador respectivamente. Auncuando tradicionalmente, ante la inminencia de una crisis ministerial se desata una ola de especulaciones, la magnitud de la que el pais acaba de vivir no tiene antecedentes. Durante cerca de dos meses, prácticamente todos los dias se iba actualizando la lista de "fijos", lista sustentada principalmente por las cabalas de Pérez y Murcia.
Sin duda alguna, el "gabinetólogo" número uno de Colombia es Carlos Murcia. Su columna Periscopio en el diario de los Cano, es la biblia para los que quieren estar actualizados en el gabinete del día.
Murcia, huilense de 39 años ha pasado la mitad de su vida en El Espectador llegando a la posición de redactor político en 1968, a la tierna edad de 25 años. Desde ese momento ha sido protagonista de alrededor de una docena de crisis ministeriales. Este trabajo obviamente le crea tantas amistades como enemistades, dependiendo del tratamiento que uno reciba en su columna.
Algo parecido le sucede a Guillermo Pérez, bogotano de 46 años, 23 de ellos en El Tiempo, no obstante su personalidad bonachona y su temperamento gregario. A diferencia de Murcia quien admite que se deja llevar un poco por su imaginación y su intuición Pérez manifiesta que prefiere trabajar con criterios más precisos y que todo lo que publica tiene su origen en fuentes que él considera fidedignas. Murcia insiste que va más allá de las fuentes. Como ejemplo indica que uno de sus termómetros son las entrevistas que sostiene el Presidente en Palacio en los dias de la pre-crisis. Un almuerzo en la Casa de Nariño con un precandidato a ministerio inmediatamente lo coloca en la categoría de candidato oficial. Indicios de estos para él tienen más peso que una llamada de alguna fuente que le garantiza que Belisario o Bernardo Ramirez han dicho en tal parte que el ministro de tal cartera será tal.
Ambos tienen anécdotas divertidas originadas en el ejercicio de la "gabinetología". Pérez, jocosamente, recuerda como tuvo que "aceptarle la renuncia" como ministro de Gobierno a Otto Morales Benitez después del "nombramiento" que le había hecho Carlos Murcia. Este, por su parte, aunque alega excelentes relaciones con su colega de El Tiempo, dice que tuvo que corregirlo recientemente cuando Pérez eligió a Name Teerán presidente del Senado, afirmando que Bula Hoyos había declinado en favor de éste, lo cual no había sucedido.
En todo caso, consultados ambos sobre los resultados de la última polla ministerial, Murcia reclama 5 aciertos de 7 carteras, pero aclara que con dos meses de anticipación. Mientras que Pérez,por su parte, dice haber acertado en 6 de los 7 sólo con una semana de anterioridad a la crisis.