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Álvaro Uribe siempre estuvo rodeado de sus compañeros de partido. | Foto: Guillermo Torres

POLÍTICA

Las primeras horas del senador Álvaro Uribe

El expresidente se estrenó cuestionando al Gobierno y anunciando que defenderá la paz sin impunidad.

20 de julio de 2014

Todas las miradas se posaban en él. Álvaro Uribe se convirtió este 20 de julio en el primer expresidente de la República en posesionarse como congresista. Su presencia había generado expectativa, más aún por la cantidad de contradictores que, de seguro, esperaban el momento de tenerlo a nivel terrenal. Sentado en una sencilla curul parlamentaria.

La presencia de Uribe generó tumultos en el capitolio. Muy similar a aquella comparecencia que hizo hace un par de años en la Comisión de Acusaciones, cuando llegó en calidad de investigado por las ‘chuzadas’ y guarecido por quienes fueron sus ministros más cercanos.

Ahora Uribe llegó escoltado por los congresistas de su Centro Democrático, que nunca se le separaron. Caminaba, saludaba y aceptaba tomarse fotos con numerosos de asistentes que se lo reclamaron. Entró al salón elíptico saludando al cuerpo de seguridad y los empleados del Capitolio, le dio la mano a no muchos de sus colegas de los otros partidos. A uno de los que saludó con apretón de manos incluido, fue al veterano dirigente liberal Horacio Serpa, a quien derrotó en dos elecciones presidenciales y con el que se reencontró compartiendo la categoría de senador.

Coincidencia o no, fue ubicado muy cerca del Polo, el partido que le anunció un recibimiento con un debate de control político sobre el paramilitarismo. La nueva silla pareció no incomodarle en principio, pero sólo cuando intervino el presidente Santos el expresidente pareció cambiar su compostura.

Durante el tiempo en que Santos se dirigía al Congreso, Uribe hablaba al oído con sus senadores. María del Rosario Guerra y Ernesto Macías lo flanqueaban. No paraba de tomar apuntes con cada palabra del presidente, y aguantó sentado, en silencio y con los brazos cruzados las tres ovaciones que el Congreso le dio a Santos, especialmente cuando dijo que esta sería la legislatura de la paz. Uribe aguantó estoico esos aplausos que parecieron sonarle en contra.

Todos en el recinto se quedaron esperando un encuentro entre Santos y Uribe. Hace cuatro años, cuando le tocó al hoy senador del centro Democrático instalar la legislatura, saludó a todos los congresistas que se posesionaban. Esta vez, quizá por asuntos de protocolo, Santos entró por una puerta lateral al recinto y por esa misma se marchó, muy lejos del lugar donde se encontraba la bancada uribista.

Tras el juramento, Uribe se dirigió a la plenaria del Senado por el camino más largo. Se subió al segundo piso del Capitolio siempre escoltado por sus congresistas. Paloma Valencia, Ana Mercedes Gómez, Thania Vega, María del Rosario Guerra, Ernesto Macías, que nunca se le separó, esperaban a que se tomaran fotos, saludara a las empleadas de la cafetería y hasta aguardaron en la puerta del baño cuando el expresidente decidió entrar.

En la primera plenaria Uribe no fue palo en la rueda a la hora de la votación de las mesas directivas. No se opuso al nombre de José David Name, de La U, que incluso fue elegido con los votos de sus parlamentarios. Uribe esperaba que lo llamaran a lista y pasaba a votar. Allí se encontró con el senador Jorge Robledo, que tenía que escrutar una de las urnas. No hubo saludo.

Y su estreno llegó pasadas las 9:30, casi siete horas después de su ingreso al capitolio. Y lo hizo para fijar las posiciones de su bancada y para cuestionar las políticas públicas del gobierno Santos. Con cifras argumentó su tesis del deterioro en seguridad y en la reducción de la inversión extranjera, cuestionó las cifras de empleo y hasta criticó al Gobierno por las pruebas PISA de educación. No había hablado en horas, ni siquiera había cogido su teléfono para mandar ‘tuiterazos’. El presidente del Senado, José David Name, lo interrumpió a los 13 minutos de su intervención, dos minutos después tuvo que cortarle el sonido, y finalmente le dio un par de minutos para que terminara.

En su intervención, Uribe no declaró al centro Democrático en oposición, como sí lo hizo el Polo Democrático, y enunció los 11 proyectos de ley que presentará su bancada, hizo énfasis en la reforma electoral y en los proyectos del fuero militar.

La voz de Uribe sacó de la monotonía la plenaria a tal punto que dos parlamentarios le dieron la bienvenida. El liberal Luis Fernando Velasco, quien le pidió autocrítica a la hora de cuestionar políticas públicas, dijo: “Me alegra escuchar lo que pudo hacer y no hizo en ocho años”.

Y Roy Barreras, quien fue antiguo aliado de Uribe, lo saludó diciéndole que el presidente Santos iba a tener quién lo defendiera en el Capitolio, le mandó un mensaje conciliador al Centro Democrático y le recordó a Uribe que las pruebas PISA eran responsabilidad de su gobierno, y cuestionó que las bacrim son culpa del proceso de paz con los paramilitares.

Quienes esperaban álgidos debates tendrán que tener paciencia. El mensaje de los partidos es que se hagan con altura, sin agravios y en tono democrático. Eso sí, lo que Uribe demostró es que él y su bancada serán disciplinados. La prueba es que no se movieron hasta el final de la sesión, pasadas las 11:00 de la noche.


A la salida, el expresidente se encontró con Roy Barreras y Germán Varón (congresista cercano a Germán Vargas Lleras), quienes se fumaban un cigarrillo. Allí Uribe le refutó a Barreras por lo dicho en la plenaria, hablaron varios minutos y al parecer quedaron en que volverían a debatir en una próxima plenaria. Así fueron las primeras horas del primer expresidente que pasó a la categoría de congresista.