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Las verdades de la Thatcher

En las explosivas memorias que reconstruyen la década que Margaret Thatcher pasó en el poder,la "Dama de hierro" enjuicia alos líderes de las grandes potencias. SEMANA reproduce los principales apartes.

6 de diciembre de 1993

LA PUBLICACION DE THE DOWNING STREET Years, el libro que reúne las memorias de Margaret Thatcher, parece haber colmado las expectativas que se crearon en Inglaterra. Hoy, a menos de un mes de su salida al mercado, se ha convertido en la obra más leída en varios países de Europa. En sus páginas, que son traducidas al espanol, la ex primera ministra de Gran Bretana expone sus controvertidos puntos de vista sobre los principales hechos y personajes de los años 80. SEMANA ha seleccionado aquellos apartes en los que la dama de hierro se refiere a los líderes con quienes alternó y a los acontecimientos más importantes en los que se vio involucrada.
JOHN MAJOR
Lo ideal hubiera sido nombrar a Nick Ridley canciller... John Major, quien se había familiarizado con el Tesoro desde sus días de Secretario en Jefe,parecía la alternativa obvia. Ya había pensado que John podría sucederme. Pero me hubiera gustado que ganara más experiencia. Sólo había pasado en el Ministerio de Relaciones Exteriores unas pocas semanas, y aún no dominaba por completo su departamento, a diferencia del Tesoro, donde había sido un Secretario en Jefe eficaz y competente.
(...) John Major no estaba, al principio, muy convencido de convertirse en secretario de Relaciones Exteriores. Era un hombre modesto, consciente de su inexperiencia, y hubiera preferido, sin a duda, un compromiso menos importante. Pero yo sabía que si él tenia esperanzas en volverse un líder del partido, sería mejor si hubiera ocupado una de las tres grandes oficinas del Estado. Debo decir que yo no había tomado, alcontrario de lo que se dijo, una decisión firme para que John fuera mi sucesor. Había simplemente concluido que se le debia dar mas reconocimiento público y más experiencia si debia competir con los talentosos autopublicistas que iban a estar entre sus rivales.
(...) Mi problema era la falta de un sucesor en quien pudiera confiar tanto para continuar mi legado como para construir sobre él. Me gustaba John Major y creía que compartía sinceramente mis puntos de vista. A su debido tiempo, John podría crecer, o alguien más podría aparecer. Fue así como, no sólo por el tamaño de los retos sino por mis inseguridades sobre la sucesión, no quise dejar el poder hasta las siguientes elecciones.
Desde el momento en que anuncié mi renuncia, el foco de interés pasó a ser, obviamente, el tema de mi sucesión. Hice todo lo que estuvo a mi alcance para apoya a John sin aceptar públicamente que quería que él ganara. A partir de ese momento, sin embargo, estuve consciente de que había cierta ambigüedad en su postura. Por un lado, estaba muy ansioso de captar a mis seguidores. Por el otro, su campana se esforzaba en demostrar que él era su propio amo.

FRANCOIS MITTERRAND
(...) En esa primera sesión noté que mientras mi escritorio estaba atiborrado de notas y pilas de documentos acerca de complejos asuntos relacionados con la agricultura y las finanzas, nada de esto aparecia frente a mis colegas alemán o francés. Esto me sugirió que no dominaban el detalle. Y asi resultó. Durante toda la reunión, el canciller Kohl no quiso o no pudo hacer una contribución importante a las reuniones. Peor aún: el presidente Mitterrand no sólo estaba muy mal informado sobre los asuntos que tratábamos, sino, además, muy mal enterado de la posición de su propio gobierno.
(...) Las intenciones del presidente frances seguían siendo confusas. Si los franceses mismos estaban confundidos o si se trataba de tácticas destinadas a confundir a otros, como manda la mejor tradición gala, no lo sabiamos aún... Más tarde, el presidente Mitterrand partió hacia Moscú con su aire impasible e indiferente.
(...) Mitterrand es un hombre culto y cosmopolita, pero de algun modo distante de la política interna francesa. Como tantos franceses de su generación, es guiado por el miedo a las consecuencias de una dominación alemana. Pero, dijera lo que me dijera en privado, sus posiciones públicas siempre estaban encaminadas a mantener a los alemanes estrechamente relacionados con la Comunidad Europea, en donde los franceses podrían ejercer mucho más control sobre ellos. Como consecuencia de esto, sabía que la actitud francesa en la próxima reunión sería presionar cada vez más sobre la unión europea, pues esta es la frase que les permite a ambas naciones cubrirse de respetabilidad para persegui cada una sus propios intereses nacionales.
(...) Mitterrand podía escoger entre ir más rápido y más lejos hacia una Europa federal, con el fin de amarrar más al gigante alemán, o abandonar este enfoque y volver a la postura de De Gaulle, que se basaba en la soberanía francesa y la consolidación de alianzas para asegurar los intereses franceses. Tomó la decisión equivocada para Francia. Es más: su fracaso para hacer coincidir las palabras en privado con los hechos en público sólo aumentó mis dificultades.
RONALD REAGAN
(...) La elección de Ronald Reagan fue de una importancia fundamental e inmediata, pues demostró que Estados Unidos, la mayor fuerza en pro de la libertad que el mundo haya conocido, estaba dispuesto a reasumir un nuevo y claro liderazgo en la política mundial. Nunca me cupo la menor duda acerca de la importancia de este cambio, y desde el principio supe que era mi deber apoyar al presidente Reagan en su tarea y su es trategia para terminar una Guerra Fría que Occidente estaba perdiendo lenta pero seguramente.
(...) Me había encontrado con el gobernador Reagan dos veces antes, cuando yo era líder de la oposición. Inmediatamente me impactó su calidez, su encanto y su total ausencia de amaneramiento, cualidades que nunca variaron en los años posteriores. Ante todo, supe que estaba hablando con alguien que instintivamente sentía y pensaha como yo, no solamente sobre directrices políticas, sino además sobre la filosofía de gobierno, la naturaleza humana, y todos los altos ideales y valores sobre los cuales reposa -o debe reposar- cualquier ambición de un político por gobernar un paífs.
(...) Ronald Reagan tuvo éxito en sus objetivos porque no solamente abogaba por ellos, sino que también los personificaba. Era un hombre seguro, bien criado que había salido de la pobreza y llegado la Casa Blanca -el sueño americano en acción-. No era tímido al usar el poder americano o al ejercer el liderazgo en la Alianza Atlántica. Además de inspirar al pueblo estadounidense, terminó más tarde inspirando a las gentes del otro lado de la Cortina de Hierro gracias a sus palabras honestas cuando se refería al imperio del mal que los oprimía.
(...) Una de las razones por las cuales el presidente Reagan y yo tuvimos tan buena relación fue que, a pesar de que compartíamos el analisis de cómo funcionaba el mundo, éramos dos personas muy diferentes. El tenía una visión certera y precisa sobre el panorama estratégico, pero prefería delegar los asuntos tácticos. Yo era consciente de que debíamos tratar los asuntos con los comunistas día a día, de manera que los eventos nunca se nos salieran de control. Por esa razón, a lo largo de mis conversaciones con el presidente Reagan yo volvía una y otra vez sobre el tema de cómo tratar, en forma precisa, con los soviéticos, cuando estuvieran con los pies sobre la tierra y sentados en la mesa de negociaciones, en una posición mas razonable.
(...) Cuando reflexiono acerca del desarrollo de la política internacional de finales de la década de los 80, el resultado me parece sumamente positivo. El comunismo fue vencido; la libertad, restaurada en los antiguos satélites; la cruel división de Europa terminó; la Unión Soviética se lanzó por la senda de las reformas, la democracia y los derechos nacionales, y Occidente, particularmente Estados Unidos, fue el gran triunfador, pues sus valores políticos y su sistema económico fueron adoptados por sus actiguos adversarios y cada vez más por los países del Tercer Mundo.
El crédito por estos logros históricos debe atribuírsele a Estados Unidos, y, particularmente, a Ronald Reagan, cuyas políticas de competencia militar y económica con los soviéticos forzaron a sus líderes, especialmente al señor Gorbachov, a abandonar sus ambiciones de hegemonía y a embarcarse en el proceso de reformas que, finalmente, significó el fin de la totalidad del sistema comunista.
GEORGE BUSH
Fui el último huésped oficial del presidente Reagan, y ello me dio una buena ocasión para conocer al presidente electo Bush... Siempre creí que el vicepresidente Bush era una persona con la cual era fácil entenderse, y sentía que había desempeñado una buena labor a favor de Estados Unidos al mantener la administración de Reagan en conflicto con el pensamiento europeo. Bush es uno de los estadounidenses más decentes, honestos y patrióticos que he conocido. Tenia un gran coraje,pero nunca había tenido que sopesar sus creencias y pelear por ellas del modo en qué el presidente Reagan y yo lo habíamos hecho. Eso se traducía en que ahora el presidente ocupaba su tiempo buscando respuestas a problemas que para mí venían espontaneamente, porque se originaban en mis convicciones básicas.
(...) Di un suspiro de alivio cuando George Bush derrotó a su oponente demócrata en las eleeciones presidencia les pues sentía que eso aseguraba la continuidad. Pero a la llegada del nuevo equipo a la Casa Blanca me encontré con una administración que veía en Alemania su princi pal socio europeo en terminos de liderazgo, que apoyaba la integración europea sin que pareciera comprender a cabalidad lo que significaba y que a veces, parecía subestimar la necesidad de una fuerte defensa nuclear. Sentí que no podia contar incondicio nalmente con la cooperación estadounidense como antes.
(...) Ese día (de la invasión de lrak a Kuwait), el presidente era un George Bush más seguro que el hombre con quien yo había tratado en el pasado. Era firme, tranquilo y mostraba las decisivas cualidades que el Comandante en Jefe del mayor poder del mundo debía poseer. Cualquier titubeo desaparecio. Siempre me había agradado George Bush, pero en ese momento mi respeto por él aumentó.

HELMUT KOHL
En septiembre, la coalición gobernante se rompio cuando la fracción liberal de Demócratas Libres cambió de bando y pusieron al líder demócrata cristiano Helmut Kohl co mo canciller. A pesar de que tenía serias diferencias con Hel mut Schmidt, siempre tuve en mi más alta estima su sabiduría su franqueza y su dominio de la economía internacional. Tristemente nunca llegue a desarrollar la misma relación con el canciller Kohl, y alcanzó a pasar cierto tiempo hasta que las implicacio nes de ello se hicieran importantes...
(...) El canciller Kohl me acompaño en la visita (al Muro de Berlfn) y, cualesquiera fueran las dificultades que sur gieran entre los dos, en asuntos como la amenaza del comunismo y nuestro compromiso con los aliados estadounidenses, éramos como uno solo.
(...) La división de Alemania, su historia pasada y la existencia de un gran número de alemanes radicados en el bloque soviético le daban (a Helmut Kohl) un claro panorama. Tenía dudas acerca de la supervivencia del señor Gorvachov, pués
éste había adoptado una política de alto riesgo. No debíamos asumir que sus reformas que el canciller Kohl veía como una modernizacion del comunismo y no como la creación de un sistema democrático - iban a desarrollarse sin sufrimientos. Helmut Kohl siempre tuvo un extraordinario sentido de la historia y merecordo que desde Pedro el Grande las reformas de los lideres rusos nunca han llegado sin victimas.
(...) Dado que el Canciller y yo teníamos fuertes diferencias acerca del futuro de la Comunidad Europea y que mi partida quitaría un obstaculo a sus planes - como, de hecho, quedó comprobado fue un gesto amplio de su parte. Con un político más resbaladizo yo hubiera creido que se trataba de asegurarse por si triunfaba. Pero el canciller Kohl, ya fuera aliado u oponente, nunca era equívoco. Quede muy conmovida por sus palabras, y por la calidez real de sus senti mientos.
MIKHAIL GORBACHOV
(...) Lo poco que sabíamos del señor Gorba chov era moderadamente alentador. Era claramente el más educado de los miembros del Politburó, aunque nadie hubiera descrito este de viejos soldados y burócratas como intelectuales. Había adquirido una reputación de tener una mente abierta, pero, por supuesto, podía ser un simple asunto de estilo. Había ascendido estamente en el partido bajo Krushchev, Brezhnev y ahora Andropov, de quien era protegido, pero eso podía ser un signo de conformismo más que de talento. Sin embargo, había recibido buenos reportes de Pierre Trudeau acerca de él, y comence a prestar especial atención cuando su nombre era mencionado en los reportes sobre la Unión Soviética.
(...) Su personalidad no podía ser más distinta de las de los ventrílocuos promedio del apparatchik soviético. Sonreía, reía, usaba sus manos para enfatizar, modulaba su voz, y era un interlocutor agudo. Confiaba en sí mismo, y, apesar de que en sus observaciones se refería frecuente y respetuosamente al señor Chernenko, de quien había traído un algo ilustrativo mensaje escrito, parecia ser poco renuente a abordar los más controvertidos temas de lapolítica.Su línea no diferia en nada de lo que yo esperaba: pero su estilo sí. A medida que el día transcurria, comprendí que era más su estilo que su retórica marxista la que revelaha la verdadera personalidad de Gorvachov. Y me sorprendí al darme cuenta de quc me agradaba...Cuando se fue, ansié haher estado hahlando con el próximo líder sovietico, pues, como le dije a la prensa, se trataha de un hombre calido con quien podían hacer nego ciosS. . .
(...) En los dos años en que Gorbachov había estado en el poder, las reformas políticas eran más evidentes que los progresos económicos... Cualesquiera fueran las metas a largo plazo del señor Gorhachov, no cabía duda alguna de que estaba haciendo de la Unión Soviética mejor que una "cárcel de naciones" y que debiamos apoyar sus esfuerzos.
Junio de 1990. Proseguí en conversaciones y en un almuerzo de trabajo con el señor Gorhachov. Lo encontré menos entusiasta que de costumbre, pero tan ecuánime y de buen humor como siemprec. Aproveche la ocasión para decirle que aún creía apasionadamente en lo que trataba de hacer en la Unión So viética... Le aseguré que obtendría todo mi apoyo, tanto en privado como en público.
BORIS YELTSIN
Existía una extraordinaria tendencia en los circulos occidentales a describir al señor Yeltsin como un bufón. No podía creer que tal cosa fuera cierta. Pero quería juzgarlo por mí misma... Sólo hable con Yeltsin durante tres cuartos de hora. Al principio no supe qué pensar de él. Correspondía mucho más que Gorbachov a la idea que yo tenia del típico sovietico... Era un hombre seguro. Sin ser imponente era cortes, y tenía una sonrisa llena de buen humor y un toque de burla de sí mismo. Pero lo que más me impresionó fue que había pensado mucho y más claramente que Gorbachov sobre los proble mas fundamentales. Comencé por decirle que yo apoyaba a Gorhachov y quería que estuviera claro desde el principio. El contestó que sabía que yo lo respaldaba, así como a la perestroika, y que, aunque en algunos aspectos nuestras opiniones diferían, esencialmente él también apoyaba a Gorbachov y la causa de la reforma...
Lo que más me impresiono fue que Yeltsin, a diferencia del presidente Gorbachov, había logrado deshacerse de la mentalidad y del lenguaje comunista... Como resultado de nuestro encuentro, comence a ver tanto a Yeltsin como a los problemas de la Unión Soviética bajo una nueva óptica. Cuando más tarde le comunique en Bermuda mis impresiones fa vorables sobre Yeltsin al presidente Bush, el dejó en claro que los estadounidenses no las compartían. Ese fue un grave error.
LA CRISIS SOVIETICA
La historia demuestra que los riesgos nunca son mayores que cuando los imperios se desbaratan, y por ello abogué por manejar con precaución nuestras políticas de defensa y de seguridad. Las decisiones sobre seguridad debían tomarse sólo después de un minucioso análisis acerca de la dirección y la naturaleza de las futuras amenazas.Ante todo,esas decisiones deben ser tomadas no por un deseo de causar una impresión política gracias a "iniciativas" de control de armamento, sino por la necesidad de disuadir una even tual agresión.
Por pensar y por actuar de este modo fui tachada de "la última guerrera de la Guerra Fria" y una absoluta germa nófoba. De hecho -se comentaba- yo era una mujer fastidiosa que podía, algun día, haber servido a una causa pero que no po día, o no queria, ir acorde con los tiempos. Podia vivir con esa caricatura. Hubo peores, pero estaba absolutamente convencida de estar en lo cierto, que lo inesperado sucedería, y que tarde o temprano los eventos lo probarían. Y, sin haber pretendido hacer pronósticos exactos, a fine del año 1990,encontré que mis creencias eran fundadas.
(...) En la Unión Soviética, los eventos fueron desvirtuando las eufóricas posturas y esperanzas sobre la transi ción pacifica,el encanto de la democratización y de la libre empresa... En poco tiempo, el mundo del "nuevo orden mundial" se estaba transformando en un lugar peligroso e incierto en el cual las virtudes conservadoras de los endurecidos guerreros de la Guerra Fría estaban otra vez a la orden del día.
Hoy el mundo es un lugar mejor. Pero de algún modo es el mismo de hace tiempo. La Europa que surgió de detras de la Cortina de Hierro presenta características de 19l4 y 1939:malestar étnico, fronteras en disputa, extremismo, pasiones nacionalistas y retrocesos económicos. Y hay otro fantama conocido: la cuestión alemana.
LA CUESTION ALEMANA
Si hay un punto en el cual la política internacional por la que abogue fracasó claramente, fue en el caso de la poli tica sobre la reunificación alemana. Se trataba de apoyar la democracia en Alemania Oriental y, al mismo tiempo, fre nar un poco la reunificación con Alemania Occidental. Nadie estuvo en contra de lo primero, pero sí del segundo.
(...) Una revelación puesta en evidencia por el fracaso de la política de Gran Bretana, fue la obvia ansiedad francesa frente al poder y la ambición alemana. El próximo Primer Ministro debe estar en capacidad de volver a construir un entendimiento anglofrancés para ponerle contrapeso a la influen cia alemana y, como parte de la política, deslizar la postura hacia la idea de De Gaulle de una Europa de Patrias. Pero para ello es necesario que la élite política francesa comprenda que cualquier balance de poderes estable en Europa va a
requqrir una presencia más o menos permanente en el Viejo Continente por parte de Estados Unidos.


LA REVOLUCION FRANCESA

(...) Para mí, como conservadora británica... los eventos de 1789 representan una ilusión política perenne. La Re volución Francesa fue un intento utópico de derrotar el orden tradicional -un orden con muchas imperfecciones, es cierto- en el nombre de ideas abstractas, formuladas por intelectuales vanos, que desembocó en depuraciones, asesinatos masivos y guerras. Anticipó en mucho la aún más terrible Revolución Bolchevique de 1917. La tradición inglesa de la li bertad, no obstante, creció con los siglos: sus más destacadas características son la continuidad, el respeto de la ley, y un sentido del equilibrio, como quedó demostrado con la Revolución Gloriosa de 1688... Esta revolución pacífica, donde el Parlamento impuso su deseo al rey,no se parece a la francesa. "Libertad, igualdad, fraternidad"... se olvidaron de los deberes y las obligaciones, creo. Y,por supuesto, la fraternidad fue la gran ausente durante muchos años.
LA GUERRA DEL GOLFO
(...) Le dije (al rey Hussein de Jordania) que Irak era un país que habia usado armas químicas no solamente en la guerra sino también contra su propio pueblo. Sad dam Hussein no sólo era un bandolero internacional, si no un perdedor que había hecho un enorme daño a la causa palestina y a los árabes, y que durante ocho años no había hecho más que mandar oleadas de jóvenes iraquíes a la guerra contra Irán. Le dije al rey que no debía tratar de negociar a nombre de Irak, sino ayudar a implementar sanciones contra ese país.
(...) Durante meses me encontré reviviendo con muy pocas diferencias mis experiencias de la preparación de la batalla por las Malvinas. Nunca hace falta gente ansiosa de evitar el uso de la ferza. No importa cuan remota sea la posibilidad de éxito mediante la negociación, y no importa cuantas dificultades se interponen para las tropas que se preparan para la guerra: siempre encuentran lugar para la diplo macia de última hora.
(...) Desde la mañana del jueves 2 de agosto no pasó un día sin que estuviera involucrada en movidas diplomá ticas y militares para aislar y derrotar a Irak. Uno de mis pocos remordimientos fue no haber estado presente para ver el desenlace del asunto. El fracaso en desarmar a Sad dan Hussein, y de seguir hasta la victoria para que fuera humillado ante los ojos de sus seguidores y de sus vecinos islámicos, fue un error que surgió del excesivo énfasis que se le dio desde un principio al consenso internacional. La opinión de las Naciones Unidas contaba demasiado y el objetivo militar derrotarlo contaba muy poco.- Y así Saddam Hussein fue dejado a sus anchas con la posición y los medios para aterrorizar a su gente y fomentar los problemas. En la guerra, la magnanimidad es elemento muy valioso. Pero no antes de la victoria.