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¿Levántate y anda?

El partido conservador se consideraba en vías de extinción, pero sacó un millón de votos en la consulta interna. ¿Podrá Uribe resucitarlo?

12 de febrero de 2006

"Estoy sorprendido, anonadado", dice el senador Carlos Holguín -jefe del conservatismo- cuando se refiere al millón de votos que obtuvo su Partido en la elección de directorios departamentales. Ni él ni los otros 68 parlamentarios conservadores creían que tanta gente podría salir a las urnas el domingo 27 de noviembre. "Teníamos un complejo de minoría que se reflejaba en que obtuvimos más votos de los que esperábamos", insiste. La alta votación en la consulta conservadora, en la que también se preguntó a los seguidores del Partido si este debería tener un candidato presidencial propio o apoyar a Álvaro Uribe para las próximas elecciones, no sólo sorprendió a sus jefes. También a generadores de opinión que creían que el Partido Conservador, uno de los grandes protagonistas de la política colombiana del siglo XX, estaba muerto. Pocos apostaban a que un Partido que en las últimas elecciones presidenciales no tuvo la fuerza para tener un candidato propio y que solamente cuenta con una alcaldía se recuperaría electoralmente. ¿Cuál es el significado de este millón de votos? ¿Cómo se explica que un partido desaparecido los haya obtenido? Sus dirigentes tienen varias explicaciones. Hacen énfasis en que la movilización electoral estuvo a cargo de nuevas generaciones. De las cerca de 10.000 personas que fueron elegidas para conducir los directorios de 880 municipios, la mitad tiene menos de 30 años y 20 por ciento son mujeres. "Nunca antes se había dado una participación juvenil tan fuerte. Se rompió además con el estigma de que los conservadores son sólo personas mayores", afirma el representante Telésforo Pedraza. La otra interpretación tiene que ver con que los parlamentarios no compitieron por los directorios, lo cual le pudo haber dado una mayor legitimidad al proceso. No fue una votación mediada por grandes redes políticas, sino por líderes de base que tienen credibilidad en sus municipios. Además, según Holguín, muchos seguidores del conservatismo sintieron que era el momento para promover la supervivencia de un Partido que casi se ahoga en las elecciones locales de 2003. No en vano, desde ese año, se puso a andar una estrategia de imagen y comunicaciones para reactivar las lealtades azules. Y el nuevo lema del Partido quiso interpretar esta imagen de renovación. "Popular, moderno y de avanzada". El que se preguntara a los sufragantes su opinión sobre la posibilidad de que el Partido apoyara la aspiración reeleccionista del presidente Uribe también pudo haber jalonado votos en la consulta del domingo entre los conservadores que simpatizan con Uribe. Sin embargo, las cifras muestran que este, que podría ser el principal factor explicativo de la masiva asistencia a las urnas conservadoras, no fue tan decisivo como se creía. Votó más gente (casi 200.000 personas) por la elección de los directorios, que por la consulta sobre el candidato presidencial. Pero, más allá de los motivos, el éxito electoral del 27 de noviembre es una señal de que en los últimos meses el conservatismo se ha fortalecido. La consulta se hizo un día en que no había ninguna otra elección y fue poco publicitada, lo cual lleva a pensar a sus jefes en la posibilidad de obtener en las elecciones parlamentarias, al menos el doble de los votos que se depositaron en la elección de directorios. Esto permitiría que, al menos, mantuvieran las 24 curules que hoy día tienen en el Senado y las 44 con que cuentan en la Cámara. "Con este resultado aspiramos a tener más de dos millones de votos", dice Holguín. "Pensamos convertirnos en la minoría más sólida entre todas las uribistas". Sin embargo, también hay argumentos que permiten pensar que el optimismo de Holguín y sus colegas puede ser exagerado. No son pocos los retos que tiene que enfrentar el Partido para reconstruir su desgastada identidad sin contar con un candidato propio. Estos empiezan por tratar de superar las divisiones. A pesar de que las directivas del partido azul insisten en que las puertas del conservatismo están abiertas para quienes han salido de él, hay dos corrientes que están en desacuerdo con la manera cómo se viene dirigiendo la colectividad. De un lado, el Equipo Colombia, liderado por el senador Luis Alfredo Ramos, que viene haciendo un trabajo político organizado que le permitirá lograr un número importante de curules. De otro, los pastranistas quienes -exceptuando al senador Ómar Yepes-, sienten que no tienen cabida ideológica ni política en el equipo azul. Juan Camilo Restrepo y Telésforo Pedraza irán en las listas conservadoras, a pesar de su antiuribismo, pero otros, como Juan Gabriel Uribe y Camilo Gómez, aún no han decidido desde cuál plataforma lanzarán sus candidaturas. Y por ahora, tienen claro que no lo harán desde la conservadora. Pero la preocupación más grande que tienen los conservadores es sobre la construcción de identidad y de su destino político a largo plazo. No deja de ser paradójico que sus últimos dos presidentes, Belisario Betancur y Andrés Pastrana, se desgastaron buscando una negociación con la guerrilla, y que ahora el partido busque oxígeno en la seguridad democrática de Uribe. En la consulta, el 64 por ciento de los votos respaldó que el Partido esté con Uribe y el 20,5 por ciento se inclinó por tener candidato propio. Con esta decisión, es la segunda vez consecutiva que los conservadores no tienen un candidato de su cuna. Además, no deja de ser paradójico que en esta oportunidad respalden a un candidato que, como Uribe, les negó la posibilidad de que uno de ellos asumiera la fórmula vicepresidencial y que, además, tiene un origen liberal y representa los principios políticos opuestos a los que guiaron el gobierno del último Presidente de origen conservador, Andrés Pastrana. Es entendible que los congresistas conservadores teman apoyar a un candidato propio que, como trató de serlo Juan Camilo Restrepo hace cuatro años, no les sume votos a sus aspiraciones. Muchos esperan que esta vez, al apoyar a Uribe, puedan ganarse los votos de más que otorga respaldar una figura presidencial con posibilidades. De hecho, algunos quieren que el día que formalmente el Presidente puede empezar a hacer proselitismo, el 28 de enero, el primer mandatario promulgue su candidatura en medio de una junta de parlamentarios conservadores que tendrá lugar en esa fecha. Para los conservadores que están en desacuerdo con que el Partido no tenga candidato propio, esta decisión sigue reflejando el complejo de minoría. Y una votación como la del 27 demuestra que el Partido puede recuperar su vocación de poder. "Un partido así concebido, con tal demostración de fuerza, no podría quedarse ciertamente sin candidato propio", destacó recientemente un editorial del diario El Nuevo Siglo. En todo caso, el desafío de los conservadores va más allá de estos cuatro años. Rearmarse como fuerza también significa lograr una representación que vaya más allá de las cuotas burocráticas que consiguieron a cambio de apoyar al gobierno en el trámite de la reelección. Supone desarrollar la capacidad de participar en los grandes debates del país y de influir en la agenda de gobierno más allá de proponer -como lo hicieron la semana pasada- que este promueva una reforma tributaria integral, revise la política social y la de vivienda. "No toda representación política es clientelismo", dice Holguín. Pero toda representación va más allá de los cargos y se debe traducir en propuestas ideológicas que el Partido tendría que volver a pensar y definir. Este es un proceso que necesita una renovación en los cuadros del conservatismo y que incluya personalidades con reconocimiento y que se identifiquen con un electorado cambiante (al senador Holguín, por ejemplo, sólo lo recuerda el 37 por ciento de la población). Esta vez, el Partido Conservador no llegó a apoyar a Álvaro Uribe después de ser elegido, sino a comienzos de su segunda campaña. Esto, sin duda, le da mayores posibilidades de influir en su plan de gobierno. Para ello tendrá los retos, nada fáciles, de convertirse en un actor protagónico de la gran coalición a la que ha convocado Uribe, de competir por votos con otros movimientos y partidos que avalan la reelección del Presidente y, sobre todo, de superar el complejo de minoría. Sus dirigentes están ante la difícil tarea de recuperar una imagen poco legítima que se desgastó aun más con la lluvia de dádivas burocráticas que recibió del gobierno a cambio de la reelección. Y sólo si lo hacen con propuestas políticas de fondo y de largo plazo, podrán responderle al millón de personas que salió a respaldar el Partido el pasado 27 de noviembre. Las mismas que con su voto sorprendieron a Holguín y a los demás jefes políticos azules.