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| Foto: Jorge Restrepo

POLÍTICA

Los liberales, con saldo en rojo

Los seguidores del trapo rojo irán con candidato propio a las elecciones de 2018, pero tienen que resolver problemas de liderazgo y fijar un rumbo más claro.

14 de mayo de 2016

¿Dónde está el piloto? La pregunta rodeó la apertura del Congreso Liberal el viernes pasado. Después de unos días de polémica sobre las quejas públicas de sus directivos frente a los cambios recientes del equipo ministerial, surgieron interrogantes sobre las perspectivas futuras de ese partido y sobre el rumbo que lleva. Se plantearon también problemas de falta de liderazgo y tal vez el interrogante más adecuado para describir el momento fue: ¿quién es el piloto?

Los liberales se encuentran en un momento de transición de su dirigencia. Líderes naturales como Horacio Serpa ya tienen evidente distancia con las nuevas generaciones. El expresidente César Gaviria es un poder detrás del trono, con influencia pero sin presencia permanente. El expresidente Ernesto Samper está al margen, en parte porque el gavirismo es la fuerza dominante y en parte porque está sumergido en sus tareas como secretario general de Unasur. Y los tres tienen ya a sus hijos en la política, en busca de espacio dentro del partido: Horacio José Serpa es concejal de Bogotá, Simón Gaviria dirige el Departamento Nacional de Planeación y Miguel Samper acaba de asumir la dirección de la Agencia Nacional de Tierras. Los delfines están pidiendo pista.

Pero la renovación generacional también aparece en otros frentes. En vísperas del congreso, el senador Juan Manuel Galán anunció su precandidatura presidencial para 2018. Un hecho que pareció prematuro e inoportuno en momentos en que la opinión pública está en otros temas, pero que se explica por la realización, este fin de semana, del Congreso Nacional. Para este congreso, las reglas de juego para seleccionar el candidato rojo para la próxima competencia presidencial se definieron como parte esencial de la agenda.

Galán fue el único que reconoció en público su aspiración, pero la baraja es más amplia. De ella forman parte también el actual ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, el presidente del Senado, Luis Fernando Velasco, y la senadora Viviane Morales. Es probable que más adelante se sume al grupo el exalcalde de Medellín Aníbal Gaviria, quien, sin embargo, desaparecerá durante un año de la escena mientras se ocupa en un sabático académico en California, Estados Unidos. Y algunos consideran que Simón Gaviria tiene intenciones de ingresar, aunque por ahora tiene sus manos atadas como director de Planeación.

Un equipo conformado por Galán, Cristo, Velasco y Morales tiene varias implicaciones. La primera, que la famosa fila india se ha renovado. Ninguno de ellos ha sido candidato anteriormente y, en cambio, no aparecen Horacio Serpa y Rafael Pardo, que han llevado las banderas rojas en las últimas presidenciales. Esta especie de generación de relevo está conformada por personas con trayectoria, la mayoría en el Congreso. Han sido parlamentarios con cuero duro, se las saben todas en el Capitolio, y tienen más llegada entre los representantes a la Cámara que las figuras mayores como Horacio Serpa.

Los cuatro han estado cerca en los últimos años. Después de las debacles electorales de Serpa y Pardo, estuvieron por fuera del poder –con excepción de la breve fiscalía de Viviane Morales– y por eso se concentraron en el Congreso. Y fueron protagonistas del ingreso al gobierno de Juan Manuel Santos como parte de la Unidad Nacional, del cual se han convertido en escuderos de primera línea. En especial, por el compromiso con el proceso de paz. Por razones generacionales e ideológicas, estos precandidatos tienen múltiples afinidades –más que profundas diferencias– hasta el punto de que “harán una competencia del estilo de la que hicieron los quíntuples –Enrique Peñalosa, Antanas Mockus, Marta Lucía Ramírez, Sergio Fajardo y Luis Eduardo Garzón– en 2010, cuando montaban en la misma bicicleta”, según le dijo a SEMANA un asesor de uno de ellos.

Porque es claro que el partido irá a las elecciones de 2018 con candidato propio, y lo más probable es que ese abanderado surgirá de una consulta interna. Juan Manuel Galán propuso que esta se lleve a cabo el mismo día de las elecciones de Congreso de 2018, que fue la fórmula con la que su padre, Luis Carlos Galán, regresó al partido en 1989. El heredero dice que revivirá el nombre del Nuevo Liberalismo para aglutinar una corriente en la competencia interna entre liberales.

El ganador de la consulta, si se lleva a cabo, buscaría alianzas contras fuerzas políticas para fortalecer su posición en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. La opción natural es el Partido de la U. Ambos –La U y los liberales– comparten el compromiso con la agenda de gobierno Santos y con la paz, así como una cierta distancia con Cambio Radical y una evidente rivalidad con el Centro Democrático. Las dos fuerzas tienen poderosas maquinarias electorales –y han peleado el primer lugar en varias elecciones- pero ninguna de ellas, por sí sola, tiene músculo suficiente para llevar a uno de los suyos a la Casa de Nariño. En cambio, una opción que apoyaran las dos organizaciones tendría prácticamente asegurado un cupo a la segunda vuelta. No sería descartable, en consecuencia, algún mecanismo pactado para apoyar un solo nombre, y el más posible sería el de una consulta interpartidista.

El otro punto clave que estaba en manos del Congreso Nacional, al cierre de esta edición, era la escogencia de un nuevo director. La experiencia indica que para los periodos de elecciones es más eficaz una jefatura única que un órgano colegiado. Entre otras cosas, porque quien lleve las riendas debe marginarse del proceso electoral para ejercer atribuciones -como la entrega de avales-, sin ser juez y parte. Tampoco podría ser alguien que en la actualidad esté en el gobierno. El nombre de Horacio Serpa aparecía, entonces, como el más probable, aunque cuenta con mayor apoyo entre los senadores que entre los representantes a la Cámara.

No son pocos los desafíos de la colectividad roja hacia delante. En el corto plazo, la convivencia dentro de la Unidad Nacional –sobre todo con Cambio Radical y su jefe natural, el vicepresidente Germán Vargas- es motivo de permanente zozobra: algunos de sus miembros sospechan que el presidente Santos está más cerca de Vargas que de ellos, y que puede desequilibrar en su contra la balanza durante la campaña.

Y está la amenaza de la candidatura de Humberto de la Calle. El jefe del equipo negociador en el proceso de paz de La Habana no ha dicho que aspira a la Presidencia, pero su nombre se menciona con frecuencia por dos razones. La primera, porque si se firma la paz De la Calle se convertiría en una opción comprometida con el acuerdo y con legitimidad para liderar su ejecución. Como candidato se beneficiaría del éxito del proceso. La segunda, porque el abanico actual de precandidatos –Morales, Cristo, Galán, Velasco- está conformado por personas que todavía no se ven como presidenciales. Hay quienes consideran que, en el momento indicado, figuras como César Gaviria se inclinarían más por su exministro del Interior.

Más allá de la mecánica, los liberales no han demostrado un discurso novedoso. Están ligados al proceso de paz y a Santos, que al fin y al cabo, ha gobernado con talante, ideas y programas, muy cercanos a la tradición de su partido. Sin embargo, las del gobierno no necesariamente van a ser banderas muy populares en la próxima campaña. De hecho, la opinión pública según todas las encuestas atraviesa un momento de pesimismo y descontento hacia la política.

Falta ver quién será el piloto que asuma el liderazgo del partido y, sobre todo, hacia dónde llevará la nave.