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¡LIBRE!

Colombia entera vive un happy ending en televisión.

31 de agosto de 1987

El productor de televisión Hernán Estrada, que reconoce ser un hombre acostumbrado a recibir órdenes autoritarias, no olvidará la llamada que recibió el jueves pasado a las 5 de la tarde en los estudios de Inravisión en San Diego. "Prepárese porque se puede abortar una gran noticia nacional", le dijo una mujer con voz grave. Cuando trató de obtener más detalles, lo que oyó fue el ruido de teléfono colgado casi con rabia.
A esa misma hora, ocho cuadras hacia el norte de Bogotá, los periodistas del Noticiero de las 7 preparaban la edición. Era hasta ese momento un jueves más, "sin novedad en el frente", que, además, se había muerto periodísticamente temprano, como suele suceder cuando hay un partido de fútbol importante. Y esa noche el país no esperaba ningún otro acontecimiento al encuentro de América y Millonarios. Faltando diez minutos para las 7 entró una llamada al teléfono de César Fernández, el director del Noticiero. Fue un mensaje determinante: "Vamos a dejar libre a Camila Michelsen. Recójanla en la Biblioteca Nacional. En las escaleras". Los periodistas del informativo se reunieron y, en un veloz consenso, escogieron a Hernando Corral para que se encargara de manejar el hecho.
Entre incrédulo y esperanzado, Corral emprendió el camino hacia la Biblioteca Nacional, un edificio betusto que queda vecino a los estudios de Inravisión desde donde se emite el Noticiero. "Usted es Camila", preguntó Corral a una joven que nunca había visto, que tenia el pelo largo y crespo. "Si soy yo. Estoy muy nerviosa", le confesó y Corral le dijo lo mismo: "Yo también estoy muy nervioso". Cogidos de la mano con fuerza, los dos bajaron la media cuadra que hay entre la Biblioteca y los estudios, traspasaron las puertas sin despertar ninguna sospecha y llegaron hasta donde estaba Hernán Estrada, en el cuarto de producción del Noticiero.
Este, quien ya estaba alertado, no vaciló y ordenó abrir la puerta del estudio número 4 de Inravisión. En ese momento estaba al aire Pilar Castaño transmitiendo una noticia sobre los grupos de autodefensa. Como los 30 minutos de un noticiero se consideran sagrados en el estudio, la apertura de una puerta es una violación a un rito sagrado. Más desconcertante aún es el hecho de que a través de ella entren un periodista del noticiero abrazado de una mujer. Tan pronto comenzó a rodar el cassette con el informe, anunciado por Pilar, ésta se dirigió disgustada a su colega, preguntándole "¿Y esto qué es?". "Es Camila", respondió Corral. Como la pareja estaba detrás de las luces que iluminaban a la presentadora y además esta no conocía personalmente a Camila, la respuesta no significó mucho y en ese momento volvió a aparecer en pantalla. Después de dar paso a la próxima noticia, Corral y Camila se acercaron a Pilar y éste le aclaró "es Camila Michelsen". Estupefacta la invitó a sentarse. Camila dijo entonces "por favor llamen a mi casa, éstos son los números". Hernando Corral tomó el teléfono que se encontraba en el escritorio mientras que Pilar le ofrecía Pepsicola y achiras a Camila.
En la casa de la familia Michelsen, Carolina, una hermana de Camila, contestó la llamada y oyó la voz del periodista que decía "soy Hernando Corral del "Noticiero de las 7". Estoy aquí con Camila". Al otro lado Carolina contestó. "¿Es cierto? Por favor es en serio? ¿Es Verdad? A lo cual el periodista respondió: "Es verdad prenda el "Noticiero de las 7" que ella va a salir en este momento". Por razones inexplicables, que hasta hoy ninguno de los protagonistas ha podido entender, ni la hermana de Camila dijo "pásemela" ni la propia Camila que estaba sentada al lado de Corral, cogió el teléfono para hablar con su familia, ni al periodista se le ocurrió comunicarlas directamente. Pilar Castaño le preguntó entonces a Camila si quería decir algunas palabras para comunicarle a sus familiares que estaba bien. La hija de Michelsen quien apenas se estaba recuperando del shock de enfrentarse a la libertad dijo que estaba muy nerviosa. En medio de ese diálogo, volvió a quedar Pilar al aire. Leyó la noticia de turno y al final agregó "y después de los comerciales vamos a dar la noticia que toda Colombia espera". Durante el break Camila comenzó a tranquilizarse y manifestó su acuerdo con decirle unas breves palabras dirigidas a su familia.
Pocos segundos después la presentadora pronunció ante los televidentes las siguientes palabras: "Ojalá María Cristina de Michelsen esté viendo lo que le vamos a mostrar. Camila su hija, está viva, está bien, está aquí con nosotros". En ese momento la cámara pasó hacia la hija de Jaime Michelsen cuyas primeras palabras fueron: "Estoy muy feliz de estar libre, estoy tranquila y con muchas ganas de salir adelante".
A todas estas Carolina, quien había prendido el televisor corrió hacia donde su madre y su hermana Cristina a darles la noticia. Volaron llorando todos al televisor y gritando, se abrazaron. María Cristina de Michelsen procedió a llamar a su esposo Jaime en Panamá para avisarle. "Apareció Camila, me voy a buscarla" le dijo en medio de sollozos de alegria. Alertaron, entonces a Claudia y María, otras dos hermanas de Camila que viven en el mismo edificio y en tres carros salieron despavoridos hacia Inravisión.
Mientras tanto Pilar Castaño y Hernando Corral entrevistaron a Camila, quien había adquirido un extraordinario aplomo en su debut en la pantalla chica. Con total control de sí misma, absoluta espontaneidad y gran facilidad de expresión -de no ser por uno que otro "hubieron"- la recién liberada contestó, una a una todas las preguntas que se le hicieron. Se describió como la mujer más feliz del mundo, aclaró que la habían tratado bien, confesó que no sentía rencores y expresó su antojo por un ajiaco.
Al llegar la familia a Inravisión, se encontró con una aglomeración de personas que la obligó a entrar por una puerta trasera que desembocaba en un andamio en la parte superiol del estudio. Las hermanas de Camila bajaron rápidamente la incómoda escalera que unía los dos pisos y tan pronto se abrazaron en medio del delirio, Camila, ante millones de televidentes que se secaban las lágrimas comenzó a subir las escaleras hacia donde estaba su mamá. A las siete y treinta y cuatro minutos de la noche se abrazaban madre e hija, Pilar Castaño se secaba discretamente uná lágrima y concluían una emisión, que había comenzado con las noticias de siempre y había concluido como el capítulo final (feliz, además) de una larga telenovela que el país había seguido con tanta fidelidad como a las simplemente Marías o las Leonelas.
Pero ahí apenas empezaba el alborozo para Camila Michelsen. Cuando concluyó la emisión, muchos periodistas de otros medios habían alcanzado a llegar hasta Inravisión y se dio comienzo a una verdadera batalla de micrófonos, cámaras y libretas de apuntes en busca de los detalles de la odisea vivida por una joven que había permanecido 643 días en cautiverio, en cuyo tiempo se había producido un cambio de gobierno, había sucedido la tragedia de Armero, había llegado al mundo una nueva sobrina y le había crecido el pelo tanto que se le enchutó y ahora, refugiada de periodistas y micrófonos, se encontraba en la sala de cintas comerciales de los estudios de Inravisión.
Ahí, en una sala fría, con estanterías cargadas de latas, Camila comenzó a hablar con su madre, sus hermanas y sus cuñados. Los abrazos y los besos cedieron por segundos a la vanidad cuando Camila Michelsen se arregló el pelo ante un espejo, ayudada por sus hermanas. Afuera había una verdadera manifestación. Periodistas que pedían en coro y a gritos una rueda de prensa, curiosos infaltables y amigos de la familia que intentaban llegar para participar en el abrazo de complacencia. Entre esa multitud se abrió paso Felipe Zuleta Lleras, director de Inravisión, que asumió funciones de anfitrión de la "fiesta". Fue quien le puso orden al caos y logró sacar a Camila de ahí, junto a su madre, para llevarlas hasta el norte de la ciudad a la residencia de Rosario Mazuera de Kling, amiga de la familia, para hacer una breve escala, y descansar un poco antes de enfrentar la turba que rodeaba la residencia de la familia Michelsen en la calle 70 con carrera 7a. En medio de la conmoción, en la que lloraban hasta los transeúntes que se encontraban cerca del edificio, Camila y su familia lograron entrar al apartamento.
Una manifestación de periodistas montó guardia permanente frente al edificio y al día siguiente el país supo, entonces, algunos detalles más del cautiverio de Camila. Pero faltaba la nota culminante: el encuentro padre e hija que se anunció para la noche de ese viernes en Panamá, a donde viajó la familia Michelsen (11 cupos en total), en una línea comercial después, según supo SEMANA, de haber rechazado gentilmente el ofrecimiento de algunos amigos con aviones particulares para que los usaran.
Y fue en el aeropuerto Omar Torrijos, a las 7:20 de la noche, después de traspasar la emigración, en la calle, ante transeúntes sorprendidos, que se produjo el abrazo de Jaime Michelsen Uribe y su hija. Con lágrimas copiosas y abrazos de larga duración, parte del clan Michelsen se subió a un carro toyota, conducido por el propio banquero, para llegar media hora después a un apartamento florido que Michelsen había preparado para su hija: sobre la mesa del comedor arreglos florales, bombas y regalos que animarían una noche de reencuentro de toda una familia que. durante 22 meses estuvo cercenada. En su tercer día de libertad, el sábado, Camila se desperto bien después de haber dormido bien, y le puso fin en una peluquería del Hotel Marriot al suplicio que para ella significa el pelo crespo y largo. Hermano, hermanas, cuñados, primos, mamá y papá siguieron recibiendo el asedio de periodistas, pero ya había comenzado a descansar y disfrutar de un balcón con mirada al mar y de un sol que nunca vio pleno en los últimos 22 meses.

Muchas cosas cambiaron para los protagonistas en ese lapso. Camila, según todos los allegados que alcanzaron a verla sus 24 horas en Bogotá, no podía haber salido mejor de todo el episodio. Física y emocionalmente no se le veía ninguna huella por la odisea vivida. Alegre, tierna, y con un gran sentido del humor desconcertó por la lucidez con que describía y analizaba su experiencia. La inteligencia y el equilibrio que proyectó ante millones de televidentes en unas circunstancias tan difíciles la volvieron una especie de hija de todos los colombianos, quienes vivieron con los ojos húmedos su reencuentro con la familia como si fuera en carne propia.
No menos importantes fueron los cambios en la vida de su padre. El dolor de él y su familia, con el que todo el mundo se identificaba, dejaron atrás la imagen del banquero "esquilmador" de las viuditas que había producido la campaña en su contra, para dar paso a la de un hombre de familia, austero y templado ante la adversidad. Las multiples manifestaciones de solidaridad y gestos espontáneo de la gente del común mostraban que Michelsen, quien había visto el péndulo de la vida moverse muchas veces de un lado a otro, lo veía una vez más venir de su lado. Esta consideración no es estrictamente sentimental. Las certificaciones que la Superintendencia Bancaria y la Comisión de Valores dieron ante las exigencias del M-19, sobre la compensación a los ahorradores perjudicados en el caso de los fondos, hicieron claridad en relación al punto que constituia el mayor obstáculo jurídico para Jaime Michelsen. Estos documentos han sido incorporados como pruebas en el proceso que se sigue en su contra y, de no ser desautorizados por sus firmantes, alegando que fueron hechos por razones humanitarias, podrian darle un giro a la suerte jurídica del banquero.
El M-19 parece ser el único que no sale ganador en este episodio. A pesar de la figuración obtenida, la impopularidad del movimiento se acentuó en la medida que la prolongación indefinida del cautiverio de una muchacha de 20 años era, para casi todos los colombianos, un acto de crueldad injustificable. Su intento final de meterle política y populismo al asunto, exigiendo indemnización para los ahorradores, tuvo más visos de oportunismo que de altruismo. Solamente, las declaraciones de Camila sobre la forma cordial y respetuosa con que fue siempre tratada, sacan un poco la cara por el movimiento guerrillero en este capítulo de su hoja de vida. Mucho ha cambiado en Colombia en los 22 meses que han transcurrido desde el secuestro. No sólo Camila tendrá que adaptarse a una nueva situación sino también el M-19,si aspira a recuperar parte de la popularidad que alguna vez tuvo.
EL PRIMER CONTACTO
Cuando apareció Camila Michelsen en la televisión y la presentadora del noticiero Pilar Castaño de López la entrevistaba, los televidentes se preguntaban quién era ese señor flaco, moreno, de bigote desparramado y gruesas gafas que se encontraba de pie detrás de ellas. Se trataba del periodista Hernando Corral -de quien hasta ahora el público sólo conocía el nombre a través de los créditos del noticiero-, la primera persona que vio a Camila Michelsen después de que sus captores la liberaron. En vivo y en directo, Corral y la presentadora del noticiero, daban la gran chiva, en medio de un ambiente cargado de emoción y nerviosismo.
Quince minutos antes, el director del noticiero César Fernández había recibido una misteriosa llamada en la que le señalaban el lugar y la hora en que encontrarían a Camila. Luego de un improvisado consejo de redacción, se decidió que, como se trataba de una noticia de orden público, a quien correspondía ir era a Hernando Corral. El periodista se dirigió al lugar indicado con cierto escepticismo debido a que no era la primera vez que se recibía una llamada semejante. Sin embargo, esta vez no era ninguna tomadura de pelo y minutos después Corral estaba frente a Camila Michelsen en las escaleras de la Biblioteca Nacional.
Pero no era el único hit que anotaba en los últimos días. Durante la última semana tuvo al país entero enredado en un debate sobre los grupos de autodefensa. Un informe suyo presentado en el "Noticiero de las 7", en el que se mostraba por primera vez la existencia de grupos de campesinos armados contra la guerrilla en el Huila puso a hablar a ministros, procurador, editorialistas y toda suerte de tomadores de tinto. ¿Y quién es Hernando Corral? Un tolimense de 41 años, proveniente de la generación izquierdista de los años setenta. Se considera hoy como un "militante sin partido" que cambió los libros de Marx por los de Milan Kundera. Sostiene que "no es que haya dejado ser de izquierda sino que la izquierda ya no existe". Despedido de un banco por sus actividades sindicales ingresó al periodismo, sin proponérselo, "por el lado izquierdo". El entonces director de la revista Alternativa, Enrique Santos Calderón, hoy editor dominical de El Tiempo, lo llevó a trabajar en la sección sindical. "Como yo era empleado bancario, creí inicialmente que me contrataba como contabilista o algo asi", recuerda, pero rápidamente y ante las necesidades de la revista, sus temas se fueron ampliando y finalmente se especializó en orden público. Quienes lo conocieron en aquella época aseguran que el olfato periodístico se lo debe a la influencia de Enrique Santos Calderón y que a Antonio Caballero le aprendió a no hacer periodismo de panfleto. Cuando Alternativa quebró, Corral quedó de nuevo en el asfalto. Para ese entonces Juan Guillermo Ríos dirigía un noticiero televisivo que se transmitía a las 7 de la mañana. Como ambos habían sido dirigentes sindicales en el mismo banco, eran viejos conocidos, y Ríos no vaciló en convertirlo en su reportero de orden público. Lo que más trabajo le costó en esta nueva etapa fue acostumbrarse a usar corbata y sobre todo a violentar su naturaleza bohemia con la "tortura" de levantarse de madrugada; ya que su inclinación salsomana casi nunca lo deja acostarse temprano.
Su condición de izquierdista desilusionado le ha dado a Corral una gran credibilidad en medio de sus antiguos "enemigos de clase". El general Vega Uribe, Fernando Cepeda y Carlos Ossa, entre otros lo consideran como un interlocutor confiable para polémicas sobre problemas delicados.
Se podría decir que Corral pertenece a un nuevo género de periodistas que han llegado a jugar papel importante en el proceso de paz. Su antiguo conocimiento de los grupos guerrilleros y su permanente contacto con los frentes militares lo han convertido en un punto de equilibrio entre las dos partes en más de una ocasión. Cuando era joven soñaba con el paraíso y hoy aspira al menos a que Colombia no sea un infierno, afirma Corral, sobre su nueva filosofía.