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Llegaron los venezolanos

Las grandes fortumas de Venezuela, entre ellas la de la poderosa familia Cisneros, irrumpen en Colombia con multimillonarias inversiones en la banca, las telecomunicaciones y muchos otros sectores.

16 de agosto de 1993


LAS RELACIONES COLOMBO VENEZOLANAS no han sido históricamente un asunto fácil. Sobre todo en la medida en que el acento estaba centrado en el aspecto político. Para casi todo el mundo era claro que la integración y el aumento en los flujos de comercio e inversión eran la solución. Pero pasaron muchos años antes de que esto se pudiera considerar una realidad. Hoy prácticamente lo es. Lo cierto es que desde que empezó a regir la unión aduanera entre los dos países, el cambio en la relación ha sido radical. Desde luego que subsiste el problema en la relación política y episodios como el de la corbeta Caldas o el alboroto que se suscitó alrededor de las recientes declaraciones del precandidato conservador, Andrés Pastrana, son prueba de ello. Sin embargo, la dinámica de las relaciones comerciales está contribuyendo a crear otro clima. Al punto de que ya se puede hablar de invasión venezolana en Colombia y de invasión colombiana en Venezuela sin que esto implique desplazar los ejércitos de tierra, mar y aire.
El incremento en el tráfico áereo es prueba de ello. De apenas unas pocas frecuencias semanales entre Bogotá y Caracas hace dos años se ha pasado a cinco vuelos diarios. Ir a Caracas se ha vuelto algo tan común para los hombres de negocios como lo era antes ir a Medellín, Cali o Barranquilla. Y en los pasillos del Hotel Tamanaco de Caracas el acento paisa está desplazando al inglés y árabe.
Las cifras de comercio exterior son elocuentes. De una balanza comercial de apenas 350 millones de pesos en 1987 se pasó a una de más del 1.000 millones de dólares el año pasado (ver cuadro).
En materia de inversión las cosas son similares. En el caso de inversiones colombianas en Venezuela se han presentado movimientos interesantes. Casi 100 empresas colombianas han realizado inversiones en Venezuela en los últimos tres años. La más importante es la del Grupo Petroquímica Colombiana, liderado por los inversionistas Edmundo Esquenzi y Jimmy Mayer, que adquirió dos plantas industriales. Pero también figuran en la lista empresas como Carvajal, Corona, Caribú, Clavería, Cacharrería Mundial, Noel, Leonisa, Inca Fruehof, Colombina y muchas otras.
En el caso de la inversión venezolana en Colombia las dos terceras partes de toda la inversión se hizo en los últimos cuatro años. Esos recursos se han destinado fundamentalmente al sector financiero donde inversionistas venezolanos se han hecho al control de cinco entidades financieras. Lo interesante es que mientras los colombianos venden más en Venezuela que los venezolanos en Colombia, los venezolanos invierten más en Colombia que los colombianos en Venezuela.
LOS CISNEROS
Tal vez el símbolo dcl auge de la inversión venezolana en Colombia es, en la actualidad, la llegada al país de la familia Cisneros. Esta no necesariamente es la familia más rica de Venezuela, pero su nombre, sin duda, sí es el que más se identifica con el poder y el dinero de ese país. En realidad no existe un solo grupo Cisneros como tal, sino dos que están compuestos por los herederos de los hermanos Diego y Antonio Cisneros Bermúdez, que fueron los forjadores de esas fortunas.
Nacidos a principios de siglo en La Habana, Cuba, hijos de padre cubano y nadre venezolana, llegan a Venezuela después de un tránsito por Trinidad Tobago alrededor del año 30 sin un peso. Después de hacer varios negocios islados, en 1940, una idea de Antonio los lleva a lo que se considera su mayor cierto comercial: la creación de Pepsi-Cola de Venezuela, que fue la primera concesión otorgada por esa empresa fuera del territorio de los Estados Unidos. El crecimiento de esa empresa es arrollador. Luego de montar una planta embotelladora tras otra, en 1944 la producción de Pepsi igualó a la de Coca Cola. En 194s la duplicó y en 1952 la triplicó. Desde entonces controlan -con Pepsi y otras marcas muy populares como Chinoto, Frescolita, Hit y la embotelladora Schweppes- alrededor del 80 por ciento del mercado de las gaseosas de Venezuela, lo que es algo verdaderamente inusual a nivel mundial.
Antonio Cisneros muere en 1951, y su hermano Diego asume el manejo de todos los negocios de la familia. En 1961, poco después de cumplir 20 años, el hijo del fallecido Antonio, Oswaldo, entra a trabajar en Pepsi Cola bajo la dirección de su tío Diego -que es el padre de Gustavo y de Ricardo- y aprende todo sobre ese negocio hasta alcanzar la presidencia de la compañía años después. En la actualidad, la operación Pepsi Cola constituye el eje de sus actividades y al igual que Carlos Ardila Lulle, ha integrado verticalmente sus negocios: produce vidrio y botellas, tapas, canastas, concentrados y es un gran importador de azúcar que refina en sus propias plantas en Venezuela. Como dato curioso, el azúcar que antes se importaba en su totalidad de Cuba y Brasil,ahora, con la integración, se compra casi todo en Colombia.
Con la muerte de Diego Cisneros en 1980, lo que era un grupo se dividió eb dos. Una parte le correspondió a su sobrino Oswaldo -un economista que en la actualidad tiene 52 años- y la otra a sus hijos, que operan su conglomerado bajo el nombre de organización Diego Cisneros, ODC.
La rama de Oswaldo tiene hoy su fuerza en los renglones de las gaseosas y de la telefonía celular. En cuanto a las gaseosas, fuera dc controlar el 80 por ciento del mercado, tiene 10 mil empleados, produce 20 toneladas mensuales de vidrio -sector en el que acaba de invertir 20 millones de dólares- y refina anualmente 180 mil toneladas de azúcar.
En cuanto al negocio de telefonía celular, obtuvo del gobierno venezolano una concesión a nivel nacional para su empresa Telcel. En apenas 19 meses alcanzó la cifra de 83 mil abonados y un cubrimiento de 30 ciudades con su red celular. Para Oswaldo Cisneros el celular se ha convertido en un negocio comparable al de la Pepsi.
Ante el éxito en su frente de comunicaciones, Oswaldo Cisneros aspira a extender su operación a Colombia. Entró a participar como accionista de Movicel, en sociedad con El Tiempo, Vanguardia Liberal, la familia de Carlos Pérez Norzagaray y su socio en Venezuela, Bell South. Teniendo en cuenta que el celular puede ser uno de los grandes negocios del futuro, Oswaldo Cisneros está tratando de entrar al país por la puerta grande. Y este no es sino el primer paso.
Ya tiene en Bogotá una oficina abierta para estudiar otras posilidades de inversión.

LOS PRIMOS
La otra rama de la familia Cisneros controla lo que se conoce como la Organización Diego Cisneros u ODC. Las cabezas visibles son los hijos de Diego Cisneros: Gustavo, un extrovertido y agresivo empresario internacional de 49 años, y su hermano Ricardo, de 47, que es su mano derecha. El imperio montado por el padre se ha sostenido y acrecentado bajo la dirección de los hijos.
El eje de ese conglomerado es Venevisión, una de las tres grandes cadenas de la televisión latinoamericana con O Globo y Televisa. Son socios del gigante mexicano de las comunicaciones, Emilio Ascárraga, en Univisión y en otros proyectos de telecomunicaciones en América Latina. Son dueños, además de CADA, una gigantesca cadena dc supermercados, de un paquete accionario de Pepsi Cola de Venezuela, cuya administración ejerce Oswaldo, su primo. También son accionistas mayoritarios de las multinacionales Evenflo y Spalding. Tienen además explotaciones mineras en la Guyana venezolana e importantes propiedades de finca raíz en Inglaterra. Recientemente pagaron 475 millones de dólares por la cadena dc supermercados Pueblo de Puerto Rico y el Caribe.
Son los representantes de Apple Macintosh para Venezuela, y el año pasado hicieron su ingreso a Colombia por esa vía al adquirir el control de CDM que era el distribuidor local de la conocida marca de computadores.
Pero el primer negocio verdaderamente grande en que se están metiendo en Colombia es el de la televisión. En las últimas semanas se ha venido especulando sobre una posible vinculación comercial con la programadora RTI, en una operación cuyo valor se situaría alrededor de los seis millones dc dólares en la eventualidad de que llegara a concluirse. No se han hecho públicos aún los detalles, pero no se descarta que en el futuro la poderosa Venevisión termine de accionista de RTl. Esto le permitiría a la programadora competir hombro a hombro con Caracol y RCN una vez que se privatice la television colombiana.
LOS OTROS
Pero las dos ramas de la familia Cisneros no han sido los únicos empresarios venezolanos de gran calibre en mostrar interés por la actividad económica y los mercados colombianos. De hecho, su ingreso al país estuvo antecedido del de varios grupos, que si tal vez no son tan conocidos popularmente, no son de mucho menor calibre y capacidad.
El primer grupo de gran calibre venezolano en llegar al país apenas se comenzó ha hablar de integración fue el Banco Mercantil de Venezuela que es uno de los más conservadores y tradicionales de ese país. Fundado en 1925 como el Banco Neerlandés Venezolano, en la actualidad es controlado por cinco familias, entre ellas los Vollmer, que constituyeron a mediados de los años 70 el Consorcio de Inversionistas Mercantil y Agrícola, CIMA. De esta última entidad dependen además del banco, una financiera, un banco hipotecario, una compañía de leasing, una asesora en banca de inversión y una operadora de bolsa. El grupo Mercantil es hoy por hoy el tercer conglomerado financiero más importante de Venezuela y su cabeza visible es el presidente del banco, Gustavo Marturet.
La entrada de este grupo a Colombia se produjo a través de la compra del banco de los Trabajadores. Esa operación se hizo en agosto de 1991 y su monto ascendió a 3.225 millones de pesos, que a la tasa de cambio de ese momento equivalían a casi cinco millones de dólares. Desde entonces, la razón social es la de Banco Mercantil de Colombia.
Otro grupo igualmente importante en vincularsc a Colombia fue el Grupo Construcción, que es de propiedad de la familia Di Maze y está compuesto por un conglomerado de empresas encabezadas por el Banco de la Construcción. Entró a Colombia con la adquisición del Banco Tequendama en julio de 1991 en una operación cuyo monto ascendió 35 millones de dólares. Además del Banco Tequendama, el Grupo Construcción adquirió posteriormente un paquete accionario del Banco Ganadero que representa el 23 por ciento del total de las acciones en circulación, lo que lo convierte en el principal accionista de ese banco indivudualmente considerado. La cabeza de esa organización es José Di Maze, hijo del fundador.
Uno de los empresarios venezolanos que está penetrando a Colombia con más fuerza es Orlando Castro, cabeza del Grupo Latinoamericana Progreso que ha desarrollado alrededor del Banco Progreso y de Latinoamericana de Seguros, una de las más grandes compañías de seguros de Venezuela y cuyo crecimiento vertiginoso se ha fundamentado en oferta de una gran variedad de productos de seguros de consumo masivo. Castro es un controvertido inmigrante cubano que llegó a Venezuela en los años 60 y que ha ido adquiriendo un perfil cada ves más alto en ese país.
Hace unos pocos años fue protagonista de una de las más ensangrentadas batallas conocidas por el mundo venezolano de los negocios: el control del tradicional y conservador Banco de Venezuela. La entrada de este grupo a Colombia se hizo con la compra de Seguros del Comercio. A fines del año pasado pagó más de 14 mil millones de pesos -más o menos 20 millones de dólares- por la Corporación Financiera de Oriente al Banco Cafetero. Orlando Castro es tan controvertido que incluso, ha sido acusado dc lavado de dólares aunque nunca se le ha probado nada.
Por último, está el Grupo Latino que se consolidó alrededor del Banco Latino que ha tenido un crecimiento espectacular en los últimos cinco años, al punto de ser, en la actualidad, el grupo financiero más grande de Venezuela. Su gestor y promotor fue el recientemente fallecido Pedro Tinoco -que también se desempeñó como gobernador del Banco Central dc Venezuela- y en la actualidad está manejado por Gustavo López. Forman parte del grupo también los bancos Hipotecario de Occidente, Occidente, Maracaibo, Hipotecario del Zulia y Barinas, la Sociedad Financiera Latino y una sociedad dc arrendamicnto financiero. Después de estudiar diferentes alternativas de ingreso a Colombia optó por la de constituír un nuevo banco y arrancar de cero. Obtenido el permiso de la Superintendencia Bancaria, el Banco Latino de Colombia inició operaciones en noviembre de 1991 con un capital inicial de 20 millones de dólares. Recientemente se aprobó una capitalización adicional de 10 millones de dólares. Este grupo está atravesando por momentos difíciles puesto que su rápido crecimiento tuvo un impacto significativo en la calidad de los activos. De otra parte, después de la muerte de Pedro Tinoco se generó un enfrentamiento entre algunos de sus principales accionistas.

Y PUEDEN LLEGAR MAS
Además de los anteriores, existen otros dos grupos que han manifestado interés en entrar a Colombia. El primero es el Banco Unión, que presentó ofertas a Fogafin en las ventas de los bancos de los Trabajadores, Tequendama y del Comercio, y ninguno de los tres casos resultó favorecido. Por el momento, mantiene una oficina de representación en Colombia. El otro es Bancor, un grupo financiero mediano que concentra su actividad en lo que se conoce como retail o menudeo bancario, y en banca corporativa a la mediana empresa. Ha tenido desde hace algún tiempo acuerdos estratégicos de colaboración con el Grupo Colpatria y acaba de abrir recientemente una oficina de representación en Colombia.
Todo esto no es más que un abrebocas. Nadie ec atreve a predecir hasta dónde pueden llegar las inversiones venezolanas en Colombia. Lo cierto es que en fenómenos económicos una vez que se genera una dinámica puede llegar a adquirir la dimensión de una bola de nieve. La invasión venezolana, es, sin duda alguna, uno de los hechos más significativos de los últimos tiempos. Lo que ha sucedido hasta ahora es apenas una muestra incipiente de una tendencia que seguramente se va a consolidar de aquí al año 2.000.
CARLOS PEREZ: UN HOMBRE ENIGMATICO
SIN DUDA ALGUNA, EN EL PROceso de integración económica que está en auge entre Colombia y Venezuela, una de las figuras centrales es Carlos Pérez Norzagaray. Y además de central, sin discusión, es la más enigmática. Porque alrededor de este personaje se ha tejido, desde hace 40 años, una leyenda que simultáneamente ha intrigado y fascinado a muchos. No en términos de opinión pública, porque a nivel nacional nadie sabe siquiera de su existencia, sino en los círculos de poder, donde pocos entienden de dónde saca y cómo mantiene tanta influencia.
Carlos Pérez es una persona influyente en Colombia y Venezuela. Pero es el nivel de importancia en este último país el que verdaderamente desconcierta. Es común verlo llegar a Caracas donde en el aeropuerto lo espera una limousine acompañado de motociclistas que lo traslada inmediatamente, sin hacer aduana ni mostrar el pasaporte al Palacio de Miraflores. Este tratamiento se lo han otorgado múltiples jefes de Estado del continente desde Fidel Castro hasta Omar Torrijos.
Lo misterioso es que Pérez no es un político, no es un diplomático, no es un magnate y, por lo general, no va en misión de ninguna clase. Por algún azar del destino ha sido íntimo amigo de la mayoría de los presidentes venezolanos y colombianos. Pero quizá fue la circunstancia de haber nacido en Arauca la que le ha dado, de facto, esta doble nacionalidad. Hijo de un cachaco bogotano, Julio Pérez Hoyos y de Isabel Norzagaray -una llanera de ascendente vasco- pasó los primeros 10 años de su vida en el "Arauca vibrador". En esa época esta región estaba, por razones de acceso geográfico, cultural y políticamente más cerca de Venezuela que de Colombia. Durante la dictadura de Juan Vicente Gómez gran parte del movimiento guerrillero se refugiaba en Arauca para conspirar y la casa de los Pérez era una de las sedes de la revolución.
Cuando Carlos era apenas un adolescente se vino a estudiar a Bogotá donde por entrador y descomplicado le cayó en gracia al presidente Alfonso López Pumarejo, viejo amigo de la familia, quien lo mandó a los 19 años de regreso a Arauca como intendente.
Allá solidificó sus vínculos con el vecino país y, al regresar, Alberto Lleras lo nombró secretario del Consejo de Ministros. Inmediatamente se convirtió en protegido y amigo del nuevo presidente.
Sorprendentemente, sus nexos con los futuros presidentes venezolanos también tienen origen en Colombia. A Rómulo Betancur lo conoció acompañando a Alberto Lleras a una cumbre de presidentes en Barranquilla. A Raúl Leoni cuando éste estaba exiliado en Bogotá y estudiaba derecho en el Externado. A Carlos Andrés Pérez también lo conoció cuando estaba exiliado en Bogotá y pasó con él la noche del 9 de abril en residencias El Nogal mientras la turba incendiaba el centro de la ciudad. Y para dar una idea de su cercanía con el actual presidente Ramón J. Velásquez sólo hay que decir que "Ramoncito" es el padrino de su hija Josefina y Pérez, a su turno, es padrino del primer hijo del mandatario venezolano.
Entre los dos compadres hubo un incidente curioso hace más de 30 años. El entonces embajador de Colombia en Venezuela, Francisco José Chaux, publicó en los periódicos de Caracas una carta suspicaz sobre las constantes visitas de Pérez a ese país.
Ramón J., en ese momento secretario general de la presidencia, le envió una carta al embajador colombiano en la cual afirmaba: "Carlos Pérez es para los venezolanos democráticos una figura familiar, un soldado hermano, cuya amistad nos honra hace lustros. Desde 1945, su palabra nos es familiar y se ha mantenido fiel en su desvelo y en su afecto por el destino venezolano (...) sin que jamás haya querido cobrar en monedas de interes, llámese esta influencia, figuración o dinero, esa presencia que en muchas oportunidades ha sido camino para la solución de dificultades. (...) Pero Carlos Pérez no tiene la culpa de ser viejo amigo del señor presidente Betancur, del general López Henríquez, del almirante Larrazábal, de Raúl Leoni, de Jovito Villalba, de Rafael Caldera. (...) Pero en ningún instante ha querido Pérez Norzagaray ostentar tales títulos, y es doloroso tener que hacer esta clase de alegatos para defender la honrabilidad de un hombre honesto..."
Esas palabras, expresadas hace más de tres décadas ilustran más que cualquier cosa los nexos de Pérez con Venezuela. Pero gran parte de la importancia que tiene acá es -precisamente- por la importancia que tiene allá. Y lo más curioso es que en Venezuela su importancia no radica en ser colombiano, que es más bien una desventaja, sino en un peso específieo enorme que tiene en la vida política y de negocios de ese país. Ha sido asesor y confidente de casi todos los políticos importantes del partido Acción Democrática (Adeco). Cuando hay un problema lo buscan. Pedro Gómez Barrero cuenta que, siendo embajador en Caracas, una vez se encontró a Pérez Norzagaray en el vuelo de Bogotá que iba a esa ciudad. Cuál no sería su sorpresa, cuando aterrizó el avión, al darse cuenta que dos delegaciones del más alto nivel de las fracciones del Adeco lo esperahan para llevárselo a reuniones claves que iban a tener lugar esa noche. Anécdotas como esta abundan y son precisamente las que han contribuído a crear el mito.
Otra parte de ese mito es el completo desconocimiento que existe sobre los negocios de Pérez Norzagaray. Sin duda alguna es un hombre muy acomodado. Pero no es propietario de ninguna empresa, no tiene activos identificables diferentes a su casa y su finca, y no tiene ni siquiera oficina o secretaria. En Colombia todo el mundo cree que hace grandes negocios en Venezuela, y en Venezuela todo el mundo cree que hace grandes negocios en Colombia. Pero en ninguno de los dos países ha dejado huellas, si es que los ha hecho. De su trayectoria comercial lo único que se conoce es que su primer negocio fue la venta de dos mil toneladas de papa a Venezuela cuando tenía 20 años. Años después fue el hombre clave como asesor de la Erickson para que esta multinacional entrara a Venezuela. Pero fuera de esto casi nadie sabe nada. La única vez que su nombre figuró en la prensa venezolana fue cuando se acusó al presidente Carlos Andrés Pérez de comprar el barco Sierra Nevada. En ese momento se llego a rumorar que en ese negocio había influído Pérez Norzagaray. Pero ni era ilegal ni nunca se pudo demostrar su participación.
Ahora, después de una vida a la somhra, la familia Pérez está comenzado a figurar en el mundo de los negocios en Colombia a través del hijo mayor. Carlos Alejandro. Este último es accionista del Banco Latino de Venezuela. También es socio con El Tiempo, los Cisneros y Vanguardia Liberal en la sociedad Movicel, que participará en la licitación del teléfono celular. Carlos Alejandro Pérez Dávila, a sus 30 años, tiene la figura de su madre Josefina Dávila y la audacia de su padre, pero aplicada a las finanzas. Graduado con honores en las universidades de Harvard y Cambridge, fue durante algunos años funcionario de la firma de Wall Street Goldman Sachs. En la actualidad es representante para Venezuela del banco inglés S.G Warburg. A pesar de su edad, Pérez Jr. es un consumado hombre de negocios y con él a la cabeza de las actividades familiares es seguro que el apellido Pérez va a desempeñar un papel importante en las actividades comerciales del país.