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Luis Alberto Gil dice que sus críticos sufren de la ‘viudez del poder’ y que por eso lo atacan con acusaciones falsas

PERFIL

¿Lobo con piel de oveja?

Luis Alberto Gil puede ser una de las sorpresas de las próximas elecciones. Para las ONG y para sus enemigos, construyó una poderosa maquinaria electoral gracias a sus vínculos con paramilitares y prácticas corruptas.

11 de febrero de 2006

Ante la pregunta, el senador Luis Alberto Gil Castillo conserva el rostro sosegado y su singular tono de voz nasal: "¿Usted es paramilitar o un simple hampón?" "Ni lo uno ni lo otro. A mis contradictores no les gusta que los haya derrotado y ahora me descalifican con esas falsas acusaciones". Nariz grande, pelo escaso y ojos pequeños, uno más que el otro, por lo que muchos lo llaman 'El Tuerto'. Un mal empaque, aunque eso no ha sido obstáculo para escalar hasta donde políticamente se ha propuesto.

"El problema no es de carisma sino de saber para dónde va uno", argumenta. Y el hoy presidente nacional del movimiento Convergencia Ciudadana tiene bien claro su destino: "En estas elecciones vamos a sacar 10 senadores". "¿Diez? ¿No es exagerado su pronóstico?". "Si no sacamos 10, habremos perdido el tiempo y yo no estoy acostumbrado a desperdiciar ni un minuto".

En efecto, nunca se ha quedado quieto. Desde muchos años atrás, cuando era un niño y trabajaba como recolector de envases en Floridablanca, municipio al que había ido a parar después de deambular por varios pueblos de Santander donde hoy se erige como el barón electoral más poderoso. Nació en el corregimiento de Cite, Barbosa, en un hogar donde había 12 hermanos. Sin embargo, se crió con una tía que lo adoptó, pues su padre murió cuando apenas tenía 5 años. Luego fue enviado a Piedecuesta donde terminó la normal y se aficionó por la enseñanza.

Con el tiempo se convirtió en uno de los líderes del magisterio en la región. Por eso insiste que en aquellos tiempos era macartizado como de extrema izquierda, en una situación contraria a la de hoy, cuando lo acusan de extrema derecha. ¿La razón? En su lista encontraron abrigo figuras como el general retirado Rito Alejo del Río o personas que tienen línea directa con los paramilitares, como Eleonora Pineda.

"¿Qué puedo responderles a aquellos que me acusan de paramilitar? Pues que en mi lista también está Rosemberg Pabón Pabón". Se refiere al famoso 'Comandante Uno' del M-19, el mismo que en 1980 mantuvo en vilo al país durante 61 días cuando, al mando de un grupo de insurgentes, secuestró una veintena de diplomáticos que asistían a una recepción en la sede de la embajada de la República Dominicana, en Bogotá.

En aquellos tiempos, la confrontación militar entre el gobierno y el M-19 vivía un clímax que tocaba a las principales ciudades del país. En Bucaramanga, por ejemplo, los dirigentes Andrés Almarales y Carlos Toledo Plata reclutaban muchos cuadros para encender la revolución armada. Gil Castillo fue uno de ellos y muy pronto empezó a brillar con luz propia en las artes de la conspiración. Por aquella época estudiaba en la Universidad Industrial de Santander. Después de graduarse como químico, el M-19 lo envío a la Libia de Kadafi, donde se preparó durante seis meses en las tácticas de acción y sorpresa.

Al volver al país centró su lucha contra el bipartidismo. Él recuerda esa época con nostalgia porque fue leal con la causa revolucionaria. Otra cosa piensa Gustavo Petro, el dirigente del Polo Democrático (PDI) y quien dice que desde aquellos tiempos Gil era un hombre sin principios, al punto que fue él quien lo traicionó y lo entregó al Ejército. Por eso a Petro no lo sorprende que Gil hoy esté al frente de lo que llama: "Una de las mafias políticas más grandes del país".

Lo cierto es que tras la desmovilización del grupo guerrillero, en 1990, Gil pasó a la asamblea departamental (entre 1992 y 1997); y luego abrió su propio movimiento, el mismo que hoy aspira a extenderse por todo el país. Desde la asamblea lideró a los maestros para que el sindicato tuviera sus propias empresas en salud y lo logró. Aunque sus críticos aseguran que su gestión no fue gratuita, sino que lo hizo con el interés de controlar los hilos tanto de la empresa promotora de salud solidaria Solsalud EPS y la Administradora de Régimen Subsidiado Solsalud ARS que con más de 100.000 afiliados le permite ingresos millonarios. "Por mis manos nunca ha pasado un peso de allí", afirma.

Aunque políticamente sí le sirvió de plataforma para salir del refugio santandereano y expandirse en los departamentos vecinos. Se lanzó al Congreso en 2002. A pesar de su condición de novato, barrió. Ganó su primera curul en el Senado y obtuvo dos escaños en la Cámara y al poco tiempo, su movimiento se hizo con la gobernación de Santander, a través del ex comandante del Bloque de Búsqueda, el coronel Hugo Aguilar Naranjo. Lo que ocurrió en el departamento no era otra cosa que lo que pasaba en el país: una aguda crisis de los partidos tradicionales en medio de una conflictiva situación social. Es decir, el escenario ideal para que irrumpiera cualquier figura que ofreciera una quimera a los electores. "Yo sé que ellos ahora me atacan. Yo los entiendo porque sufren de la viudez del poder", dice Gil para explicar la lluvia de críticas en su contra de parte del senador Hugo Serrano, en el ámbito local, y de Germán Vargas Lleras, en el escenario nacional.

Su discurso, en el que reivindica la igualdad, la justicia social y el empleo para todos, caló en muchas partes y se extendió desde Norte de Santander hasta el Magdalena Medio. Sin embargo, para el Observatorio Nororiental de Desarrollo y Derechos Humanos, su estructura política no estaba puesta al servicio de los desharrapados, sino que en realidad era fachada del paramilitarismo. "Los señalamientos más fuertes de vinculación política electoral y de gobierno con los paramilitares recaen sobre el movimiento Convergencia Ciudadana", dice esta ONG en su informe de 2005 sobre el conflicto armado en la región. Gil "logró estructurar una sólida maquinaría política que combina la administración pública con los intereses empresariales de su grupo y que, según se afirma de diferentes fuentes, cuenta además con la fuerza paramilitar de la región", señala el documento.

"¿Paramilitar yo? Sí en Colombia el paramilitarismo se acabó. Apenas queda el grupo de Martín Llanos, donde yo no tengo ninguna injerencia, pero en el resto del país el paramilitarismo no existe. Y no lo digo yo, sino lo dice nuestro presidente Álvaro Uribe". Gil aclara que no habla en chiste. Para él, el país tiene que mirar hacia adelante y aceptar que las AUC se desmovilizaron y que las personas afectas al movimiento no pueden ser estigmatizadas para siempre. "Yo no entiendo por qué Rocío Arias y Eleonora Pineda eran personas valiosas cuando servían de mensajeras entre la Casa de Nariño y Ralito y ahora son basura a la que hay que someter al escarnio público". Asi justifica haber incluido a Eleonora en su lista a la Cámara por el departamento de Córdoba.

Según él, es un forjador de consensos y no un político de gran chequera que le permite incluso comprar candidatos de otras listas. como en su momento lo denunciaron Piedad Córdoba y Vargas Lleras. "Les ha ofrecido dinero a candidatos nuestros para que se vayan tras él". "Yo apenas tengo unos ahorritos", dice Gil. Y entonces pone de ejemplo el reciente episodio que escandalizó al país cuando frente a una cámara de televisión sacó un fajo de billetes de una tula en momentos en que buscaba su celular. "Apenas eran 200.000 pesitos". Ante las acusaciones de vínculos con la mafia responde que esa es otra mentira de aquellos que durante siglos ostentaron el poder y ahora no saben qué hacer. "A mí me parece una persona honesta", explica cuando se le pregunta por qué incluyó en su lista al Senado a la abogada Daira de Jesús Galvis Méndez. Ella es nada menos que la mano derecha de Enilce López, 'La Gata', detenida la semana pasada por la Fiscalía.

Los bumangueses se preocupan no solo por la fortuna personal de Gil y por la forma como la obtuvo, sino por su proyecto polìtico. "Su poder es para beneficio personal de sus integrantes", dice Sebastián Hiller Galvis, director del periódico Vanguardia Liberal.

"Lo que asusta es cómo la mediocridad puede llegar tan lejos", dice un empresario también en esta capital. Y es que su paso por la presente legislatura fue más bien gris, pues sólo presentó dos proyectos de ley, aunque, eso sí, defendió el proyecto de Ley de Justicia y Paz y fue un vehemente defensor del presidente Uribe al que, sin embargo, ahora critica por lanzar al escarnio público a las figuras que lo apoyan como Eleonora y Rocío y los expulsados de la U y de Cambio Radical.

Otro empresario anota: "Cuando alguien quiere ingresar a Convergencia Ciudadana, Gil les pregunta: ¿qué tan deshonesto es usted?". Más allá de la ironía, lo cierto es que en la lista figuran también personas como Miguel de Jesús Arenas, quien, según la página en Internet de la Procuraduría General de la Nación, está inhabilitado para ocupar cargos públicos hasta 2008. Gil dice que no le inquietan todas estas acusaciones. Se defiende con sus ademanes suaves, su gesto sosegado, como de oveja. Aunque en su departamento, muchos sectores consideran que en realidad es un zorro, un lobo, un estratega que poco a poco ha ido conformando un poder del que el país hasta ahora empieza a darse cuenta. n