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El gobierno británico y Carlos de Inglaterra han liderado la conservación de los bosques en el mundo. En la foto el príncipe con los viceministros Adriana Soto de Ambiente y Ricardo Sánchez de Agricultura en una cumbre la semana pasada.

COOPERACIÓN

Los bosques del príncipe Carlos de Inglaterra

Carlos de Inglaterra entregó al gobierno el aporte más grande que ha hecho su país a un proyecto ecológico: 24 millones de dólares. ¿Qué hizo enamorar a los británicos de Colombia?

8 de diciembre de 2012

La semana pasada en el Palacio Saint James en Londres hubo una cumbre en la que Colombia tenía un lugar especial. Se trató de la reunión de alto nivel de la Fundación del Príncipe de Gales sobre la situación mundial de los bosques. La cita a la que asistieron dos viceministros, Adriana Soto de Ambiente y Ricardo Sánchez de Agricultura, era la culminación de una tarea tan desconocida como importante. El encuentro de esos dos funcionarios con el príncipe Carlos materializaba varios años de trabajo con ganaderos y campesinos y una de los aportes más grandes que ha recibido el medio ambiente del país: 24 millones de dólares (cerca de 45.000 millones de pesos). ¿Por qué los británicos pusieron sus ojos en las selvas colombianas?

Muy pocas personas saben lo que hace el príncipe Carlos. Su nombre se asocia más a las galas de la realeza, al debate sobre el futuro de la monarquía y a su pasado con Lady Di, que a las causas sociales. Pero el sucesor de la reina Isabel es un líder ambiental. "Su alteza real cree que el desarrollo económico es exitoso solo cuando trabaja en armonía con la naturaleza", dice su página web. Por esta razón, uno de sus proyectos bandera es sobre la protección de los bosques. Por eso, el gobierno británico impulsa proyectos que generen alternativas económicamente viables para que miles de campesinos prefieran conservar que deforestar.

Y eso, que no ha sucedido en casi ninguna parte del mundo, es precisamente lo que Colombia puede estar a punto de lograr. La donación del gobierno británico, a través del Fondo Internacional para el Cambio Climático y el Ministerio de Energía, es el aporte más alto que ese país ha dado a una causa ambiental. Que los ingleses hayan puesto sus ojos en un proyecto de ganaderos colombianos tiene una explicación. Desde hace dos años estos han desarrollado, junto con los ministerios de Medio Ambiente y Agricultura y la Embajada Británica, un modelo que permitiría hacer rentable proteger el ambiente.

Colombia es un país de bosques. Según la viceministra Adriana Soto, más del 53 por ciento del territorio está cubierto por ellos. Su valor es inmenso, pero está en riesgo. Se cree que más de la mitad de esos ecosistemas en el mundo han sido talados. Y ante la amenaza del cambio climático, como los acuerdos para reducir emisiones han fracasado, la única salida es proteger los pocos que quedan. Que Colombia tenga tan importante porción lo hace un país privilegiado: solo el 6 por ciento del territorio mundial tiene esta riqueza.

El problema es que se ha hecho poco por conservarla. En los últimos 20 años, el país ha perdido cerca de 5 millones de hectáreas de bosque natural, que es como arrasar árboles en dos veces Cundinamarca. La ganadería es responsable de una parte de esta tragedia. Colombia también es un país ganadero. Tanto que el 38 por ciento de la superficie del país está ocupado por esta actividad. En los últimos 50 años, la ganadería se ha expandido de 14 millones a 38 millones de hectáreas. Esa expansión que por un lado ha permitido sostener a miles de familias y alimentar el país, por el otro se ha llevado por delante ecosistemas muy valiosos como selvas, páramos y humedales.

El proyecto silvopastoril que auspician los británicos beneficiará a 1.200 familias, especialmente en dos 'puntos calientes' de deforestación: la Sierra Nevada de Santa Marta y la selva amazónica del Caquetá. "Aquí una vaca puede tener dos hectáreas", dice Víctor Ramírez, gobernador del departamento. Y eso es precisamente lo que se busca evitar: no talar árboles para que pueda pastar el ganado, sino hacer más productivos los predios. Cuando estos proyectos funcionan no solo gana la ecología, sino también los ganaderos. Logran duplicar el número de cabezas por hectárea, producir más carne y leche, reducir el uso de herbicidas a la mitad y multiplicar por cuatro sus ingresos. Por eso la viceministra Soto afirma que este sería el ejemplo perfecto para explicar el desarrollo sostenible. Un concepto en el que el medio ambiente y la economía no riñen, pero que pocas veces logra hacerse realidad.