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LOS CHICOS MALOS

Aunque parezca increíble, EE.UU. tiene su propio Ejército Rojo para foguear a sus tropas

23 de mayo de 1988

El suelo tiembla mientras varias decenas de tanques y camiones de transporte corren en medio de nubes de arena en el desierto de Mohave, al sur de California. El ruido de las ametralladoras y morteros se mezcla con el estruendo de un avión que vuela a baja altura, lanzando bengalas destinadas a confundir a los misiles guiados por el calor que emite su blanco. En medio del caos, algunos soldados rojos tratan de romper con ganzúas los espirales de alambre de púas que cierran su camino. Por fin lo logran y uno de ellos marca el lugar con una granada de humo verde. En cuestión de minutos, los tanques se abren camino por la brecha. Las fuerzas soviéticas han hecho trizas las defensas norteamericanas y alcanzan su objetivo de destruír sus abastecimientos. La batalla ha terminado.
La anterior no es una escena de una película de propaganda soviética. Se trata de la narración de un ejercicio bélico realizado entre norteamericanos en el Centro Nacional de Entrenamiento cerca de Fort Irwin, California, en un lugar donde las condiciones son prácticamente ideales.
A lo largo y ancho del sitio del combate, han quedado los soldados dados de baja, los vehículos destruidos, y la desolación de la derrota. Pero no hay metal retorcido, sino luces amarillas para marcar los tanques inutilizados, ni sangre y muerte, sino sirenas que determinan el lugar donde quedaron los soldados muertos.
Se trata de un campo de entrenamiento que se sale de lo común. Allí reside un batallón de 1.200 hombres que reflejan en su uniforme diario la insólita misión que les ha correspondido cumplir: las barras y estrellas son reemplazadas por una solitaria estrella roja, y la hoz y el martillo campean por doquier. Los integrantes de esta especie de injerto son combatientes formados bajo las doctrinas soviéticas y entrenados para pensar y actuar como un verdadero soldado de la URSS. Sus victorias de mentiras son para ellos la realización de su objetivo real: enseñar a los "verdaderos" soldados de Estados Unidos cuán dura podría ser la primera batalla contra un batallón de soviéticos. Si se les pregunta cuál es su pensamiento durante el combate, su respuesta es automática: "Malar a los azules".
Se trata de reclutas escogidos al azar entre el grueso del Ejército de los Estados Unidos. Su comisión en Fort Irwin, en la "Fuerza de Oposición", dura 4 años, durante los cuales se preparan para hacer el papel de enemigos ante las unidades que se movilizan hasta allí para llevar a cabo 14 ejercicios anuales de dos semanas de duración. Desde que se incorporan a la peculiar unidad, su intenso entrenamiento se dedica exclusivamente al uso de armas soviéticas, a la estructura del Ejército Rojo y las fuerzas del Pacto de Varsovia y a la historia de Rusia, su organización política y al bagaje ideológico del soldado soviético de infantería. En la formación del perfil sicológico del soldado, el entrenamiento se apoya también en una película documental realizada en 1969 por la cadena ABC, que sigue la vida de un recluta soviético de 19 años desde su alistamiento hasta cuando termina su entrenamiento, en donde es constantemente instruído sobre su deber de defender la madre patria. Pero además, buena parte de la información que se da a los reclutas "rusos" se basa en descubrimientos de los servicios de inteligencia norteamericanos y en documentos publicados por los propios soviéticos. La mayoría sin embargo, no corresponde a información "clasificada" -es decir, secreta- sino a lo que cualquier estudioso puede aprender con un poco de dedicación.
Hasta los uniformes que usa la "Fuerza de Oposición" son diferentes de los de sus compañeros del resto del Ejército norteamericano. Aunque no está diseñado para repetir exactamente el atuendo de sus contrapartes soviéticos, sí lo está para diferenciarlos claramente de sus compañeros. Allí, la estrella roja es la nota dominante.
Al comienzo de su entrenamiento, cada soldado de la "Fuerza de Oposición" recibe un cartapacio de esquemas tácticos de los rusos. Con el entrenamiento intensivo, aprenden a reaccionar como si lo fueran realmente, el énfasis en la obediencia es extremo, y el campo para la iniciativa individual se reduce al mínimo.
Para cada batalla de mentiras, la preparación del batallón visitante se ha iniciado meses atrás. Se trata de ejercicios para unidades de 3.500 hombres que toman la cosa muy en serio, no sólo por los uniformes que encuentran frente a ellos, sino por el extraordinario realismo de los ejercicios. La seriedad con que se toma el asunto es tal, que las reglas impiden que los combatientes se acerquen a menos de 50 metros entre sí, para evitar la lucha a puño limpio. Como dice un antiguo integrante de la "Fuerza de Oposición", el mayor John Feeley: "Nos respetan, pero pueden ponerse furiosos con nosotros. Y en medio de la batalla, realmente nos odian".
Se trata de un programa costoso, pero que recibe la mayor atención de parte del Pentágono. Para dar mayor precisión a los resultados de los ejercicios, se utiliza un sistema computarizado de rayos láser cuyo costo inicial superó los US$70 millones. Cada soldado y cada pieza de equipo tienen un sensor que reacciona cuando es estimulado por el rayo láser. Por otro lado, todas las armas, fusiles, ametralladoras, tanques y cañones, disparan rayos laser además de las tradicionales balas de salva. De esa forma, se mantiene un control cercano sobre el resultado de la batalla, y las bajas son estrictamente las que realmente se presentan. Como dice un soldado que vivió la experiencia: "Cuando la luz amarilla (que indica vehículo destruído) comenzó a encenderse, mi corazón dio un vuelco. Si no fuera porque esto es un ejercicio, yo ya estaría entre una bolsa".
De esa forma, el Ejército norteamericano pretende que sus unidades aprendan cómo enfrentar las dificultades de una batalla de verdad, y de paso tomar la experiencia del funcionamiento de las fuerzas soviéticas en batalla. La ofensiva del Ejército ruso tiene, según los norteamericanos, algunas virtudes esenciales. Primero que todo, la de mantener la iniciativa siempre que sea posible, mediante ataques masivos con gran número de tanques y soldados, con lo que se gana supremacía sicológica, a gran velocidad -alrededor de 40 kilómetros por hora. Para el mayor Feeley también resulta muy importante la forma como funcionan las comunicaciones de batalla entre las unidades rusas: las conversaciones radiales fluyen en una sola dirección, sólo desde el comando, lo que evita en alto grado la confusión. "La simplicidad es una fuerza, que nos lleva a hacer las cosas simples muy, pero muy bien".
Tan bien hacen las cosas, que el bando "soviético" gana las batallas en la gran mayoría de los ejercicios, pero eso es precisamente lo que el alto mando norteamericano quiere. El costo de cada práctica, que llega a US$5 millones, le resulta bajo comparado con su efectividad. "Lo que tratamos de hacer es eliminar la primera batalla de la próxima guerra", que se considera siempre como una experiencia de aprendizaje, dice el capitán Mark Dutton, jefe de relaciones públicas del Centro.
En cuanto a los ejercicios aéreos, existen también unidades especialmente entrenadas para pensar y actuar como lo harían los pilotos soviéticos, y llevan a cabo también ejercicios extremadamente realistas. Pero el objetivo de combinar fuerzas de tierra y aire en una gran batalla, no se ha podido conseguir aún. El resultado de representar hasta tales extremos una batalla real, es para el alto mando norteamericano algo que contribuirá a disminuír las posibilidades de una guerra verdadera. Un vocero del arma, teniente coronel Jim Fetig declaró al New York Times que "si se incrementa grandemente la calidad del entrenamiento, y se tiene un buen Ejército, se tiene también un buen elemento de disuasión".
Como podría pensarse, la agencia soviética de noticias TASS ha dejad conocer su "insatisfacción" por el programa, pero el Ejército norteamericano no considera que el Centro sea una causal de incremento de las tensiones entre las superpotencias. Como dice el coronel Fetig, "simplemente estamos aprendiendo a enfrentar a los soviéticos. Los ejercicios son defensivos por naturaleza, y de ningún modo ofensivos. De ninguna manera puede considerarse una provocación".
En cualquier caso, la idea de un campo de batalla lleno de lucecitas en vez de muertos, podría sugerir a un visionario la imagen de una guerra de mentiras, en la que las grandes potencias dirimieran sus diferencias coma ante un tablero de ajedrez. Pero esa seria tal vez soñar demasiado.