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LOS ESCRITORES FANTASMAS

Quiénes son las plumas que escriben los discursos de los grandes personajes.

15 de diciembre de 1997

A sí como usualmente detrás de cada hombre hay una gran mujer, detrás de cada personaje público suele haber un gran escritor. Una pluma detrás del trono que, con su talento, le da brillo a las ideas de quien lo tiene como asesor. Aunque hasta hace poco tiempo que se llegara a saber que algún político importante no había escrito el discurso pronunciado ante un auditorio podía significarle un gran descrédito, la verdad es que todos han tenido algún escritor fantasma. Su existencia se debe a la gran paradoja de que, aunque la palabra es definitiva a la hora de gobernar, quienes gobiernan no gozan del tiempo suficiente para detenerse en ella. De hecho, el presidente Ernesto Samper ha leído cerca de 550 discursos durante su gobierno y César Gaviria tenía fácilmente 13 intervenciones en una semana, dos por día, con agendas que empezaban a las 7 de la mañana y terminaban a altas horas de la noche. Quien sí le dedicaba mucho tiempo a escribir era Virgilio Barco. Podía discutir durante cuatro horas con sus asesores el contenido y la forma de un texto, y trabajaba con el diccionario de la Real Academia de la Lengua en mano, con el cual verificaba cuidadosamente el significado de las palabras. El presidente Samper no se queda atrás. Para poder cumplir con los innumerables discursos que tiene que pronunciar cuenta en este momento con la mano de su secretario privado, Juan Mesa, y éste a su vez trabaja con dos personas más: Miryam Bautista y David Roll. Otros dos funcionarios redactan los mensajes que el Presidente envía a los eventos a los que no puede asistir. Uno de ellos es Pompilio Iriarte, un profesor de literatura del Gimnasio Moderno, el colegio en el cual estudian los hijos de Samper. El otro es el politólogo Leonardo García. También ha contado con la ayuda de José Antonio Vargas, de Rodrigo Pardo y de su hermano Daniel Samper. Pardo y Daniel fueron quienes elaboraron el famoso discurso que el Presidente pronunció en la instalación de las sesiones extras del Congreso cuando la crisis del gobierno estaba en uno de los momentos más difíciles.Es tan evidente que mandar no deja tiempo para escribir que algunos de ellos han tenido que contratar sus propios fantasmas cuando han llegado a ocupar cargos públicos. Rodrigo Pardo escribió discursos para los presidentes Virgilio Barco, César Gaviria y Ernesto Samper, pero cuando él fue nombrado Canciller nunca elaboró los suyos. Lo mismo le sucedió a Antanas Mockus, quien durante muchos años fue la voz de los rectores de la Universidad Nacional y cuando llegó a la política tuvo que acudir a la ayuda de su secretario general, Raúl Barragán, quien le ayudó en el discurso de posesión, y de Héctor Cadena y Carlos Augusto Hernández, que escribieron buena parte de los de su alcaldía. En la campaña presidencial Mockus decidió no escribir porque, según dice, "se hacen más discursos de los que la sociedad puede asimilar".

Fichas fantasmas
Los escritores fantasmas no sólo están detrás de los grandes discursos. En las actuales campañas políticas también se dedican a ayudarles a los candidatos a elaborar las fichas técnicas que muchos de ellos utilizan cuando no quieren pronunciar un discurso sino hablarle al público. Estas fichas, que casi todo el mundo usó en sus épocas de bachillerato, son ahora una herramienta indispensable para candidatos como Antanas Mockus, Noemí Sanín y el general Harold Bedoya. Para prepararlas Noemí reúne a su grupo de asesores con los equipos que manejan temas específicos, aporta los primeros conceptos y entre todos recopilan ideas. Al final todo queda resumido en los pequeños papeles que ella lleva a los foros como ideas centrales para hablar ante el auditorio. Sus asesores han descubierto que cuando improvisa cautiva mucho más al público. Algo similar le sucede al general Bedoya, quien viaja por el país con las ideas centrales escritas y lo demás lo deja para el momento. Bedoya también cuenta con la ayuda de dos personas para la elaboración de los discursos escritos. Detrás de las palabras del general suelen estar las mentes lúcidas de Hernán Echavarría Olózaga y Gustavo Gaviria González, cuyos textos Bedoya nutre muchas veces con las experiencias que durante muchos años ha recopilado en una agenda. También el presidente Samper ha decidido acudir a ellas, últimamente cuando viaja fuera de Bogotá y habla en recintos abiertos. Este tipo de yudas de memoria, le facilitan enormemente un trabajo que al principio del gobierno significó pronunciar hasta seis discursos semanales.Que los apuntes políticos estén de moda no significa que los discursos escritos estén llegando a su fin. Se debe más bien a la necesidad de establecer un contacto más directo con el público y en especial cuando se habla frente a un auditorio informal. Según uno de estos escritores fantasmas, "si alguien lee un discurso en la Costa está muerto políticamente".

Como espejos
Quienes colocan en palabras escritas las ideas de un personaje son más que simples conocedores del lenguaje. Además de ser muy buenas plumas, el oficio les exige llegar a pensar, sentir y prever lo que el líder quiere decir, a entender el tono interior de la otra persona. El trabajo diario les permite llegar a convertirse prácticamente en la voz de la otra persona, con sus mismos dejos y expresiones idiomáticas, e incluso a interiorizar el acento particular con que habla. Así les sucedió a muchos de los asesores del presidente Gaviria quienes, sin darse cuenta, terminaron utilizando varias de sus expresiones y pronunciándolas incluso con su particular tono de voz.De hecho, los buenos escritores fantasmas son aquellos que logran convertirse casi en un cerebro paralelo al del Presidente o al del candidato. Por esto es que algunos expertos recomiendan que quienes escriben discursos no tengan poder político, porque entonces podrían caer en la tentación de colocar sus propios intereses por encima de los de quien lee el discurso. Estos escritores no necesariamente son enciclopedias. La mayoría de ellos recurre a los expertos en los distintos temas, como economía, relaciones internacionales o leyes, para que les suministren información y conceptos técnicos. El trabajo consiste, entonces, en lograr que estos conceptos le lleguen al común de la gente, motivo por el cual también necesitan un buen conocimiento de los medios de comunicación. Del impacto que logren en titulares y noticias depende buena parte de la divulgación. Cuando se trata de candidatos políticos, quienes escriben discursos también deben prever lo que la gente quiere oír y saber cómo dar respuesta a sus principales necesidades. Uno de los escritores fantasmas con mayor prestigio es Teodoro Sorensen, quien escribió durante 11 años para el presidente Kennedy. El éxito de estos discursos radicó, según él, en la relación entre los dos: "Conocía sus ideas, conocía sus pensamientos y su estilo, conocía el tipo de palabras, el tipo de lenguaje que él empleaba. Cuando llegó a la Casa Blanca cualquier diferencia que hubiera podido existir entre los estilos de los dos se acabó y, en ese sentido, supongo que alguien pudo haber dicho que yo escuchaba su voz, pero esencialmente yo sabía que estaba escribiendo un discurso para él, no para alguien más". Se dice que él es el autor de la famosa frase "No piense qué puede hacer su país por usted sino qué puede hacer usted por su país". Mucho más que unoMuchos de estos escritores fantasmas están acostumbrados a trabajar en equipo y hay quienes consideran que los mejores discursos son producto de un trabajo colectivo. Por ejemplo, en el discurso de posesión del presidente César Gaviria participaron, además del Presidente, Miguel Silva, Mauricio Vargas, Rodrigo Pardo y otros. Ellos finalizaron el trabajo sin la famosa frase "Bienvenidos al futuro". Cuando Gaviria la pronunció muchos concluyeron que se había enredado en el computador de Miguel Silva o en el del propio Presidente. Sin embargo preguntarle a un escritor fantasma si él es el autor de una frase es casi como obligarlo a suicidarse, pues la vanidad personal debe estar totalmente fuera de quienes escriben para otros. El oficio requiere una gran confianza y sobre todo de mucha lealtad para no reclamar autorías. Todos los créditos y los honores se los lleva el líder. En últimas, el escritor fantasma es un personaje que nadie ve. Si el escritor deja de ser anónimo, entonces todo el truco fracasa porque se minimiza la palabra del líder. La estratagema consiste precisamente en dejar al personaje conocido como único autor de las palabras escritas aunque todos sepan que detrás de él se deslizan muchas plumas. Como dijo Gabriel Silva, quien ha escrito discursos para Gaviria y Virgilio Barco, "los buenos escritores de discursos son como los buenos amantes. Ellos nunca hablan de las mujeres que han conocido ni los escritores de los discursos que han escrito". Y así como los buenos amantes disfrutan en privado de sus tácticas, los buenos escritores también guardan para sí la fascinación de haber conquistado a un público con sus palabras, más si fueron interpretadas por un buen actor. Siempre negarán que los textos fueron suyos pero lo cierto es que todo el mundo sabe que, cuando de discursos se trata, de que los hay, los hay.. nTravesuras fantasmaleso todo en la vida de los escritores fantasmas es atractivo. Aunque su necesaria cercanía con el poder tiene su encanto en su oficio también viven cuentos de espanto, como trabajar en discursos durante días enteros con sus noches para que al final nunca se pronuncien simplemente porque los personajes para los cuales los escribieron decidieron improvisar a última hora. Otras veces suceden cosas tan absurdas como que, después de varias correcciones, a la hora de pronunciar el discurso aparezcan todas las versiones menos la final. Así le sucedió al presidente Ernesto Samper en la firma de la declaración de Chapultepec sobre libertad de prensa. Cuando estaba leyendo el segundo párrafo en el telepronter descubrió que ese texto era el borrador y no incluía las correcciones de última hora anotadas por él. Sin posibilidades de corregir el error le tocó improvisar sobre la marcha. Naturalmente, al darse cuenta de la situación, los responsables del percance, el entonces secretario privado José Antonio Vargas y el consejero para las comunicaciones Juan Fernando Cristo, huyeron por la derecha. Al parecer en el gobierno del presidente César Gaviria existía otro fantasma que se encargaba de borrar del computador los cambios que a última hora anotaba él mismo. Este fantasmita tenía, además, la particularidad de escoger generalmente para hacer sus diabluras los eventos en los cuales se contaba con menos tiempo para corregir. Pero los escritores fantasmas no sólo deben hacerle frente a este tipo de percances. También tienen que aprender a lidiar y entender el estilo de cada gobernante. Gabriel Silva, Manuel José Cepeda, Mario Latorre, Fernando Cepeda y Rodrigo Pardo tuvieron que acostumbrarse a manejar un jefe tan meticuloso como Barco. Los escritores de Gaviria, a un hombre muy preocupado por la técnica; y los de Samper, a que aunque hubieran dedicado a la preparación de los discursos varias jornadas de trabajo éstos terminaran saliendo solo proyectos o simples borradores después de que el Presidente mismo los corrigiera en su computador personal. Otras frases se hacen memorables porque nunca se hacen públicas. Por ejemplo, durante el gobierno de Virgilio Barco el tema del esquema gobierno-oposición debió tratarse en muchos discursos y de alguna forma decir que el Frente Nacional había quedado atrás. Para ello, uno de estos fantasmas escribió que en el Frente Nacional se hablaba duro y se transaba fácil. Barco tachó esta frase una y otra vez, pues el escritor hizo varios intentos para lograr que el presidente la pronunciara. Por incidentes de este tipo, expertos en política y en discursos aseguran que los escritores fantasmas deben evitar siempre cometer dos errores: creer que ellos son quienes les dan las ideas al jefe y enamorarse tanto de sus textos como para defenderlos a capa y espada de todas las correcciones.