Home

Nación

Artículo

LOS GLAERISTAS

La compraventa de obras de arte ha sido la tabla de salvación de varios de los implicados en el proceso 8.000.

26 de mayo de 1997

Cuando los historiadores del futuro se dediquen a leer en detalle los expedientes del proceso 8.000 habrá algo que sin duda los va a dejar muy sorprendidos: la cantidad de políticos de fin de siglo que eran amantes del arte. Porque a pesar de que el escándalo siempre giró alrededor de los nexos de importantes personajes de la vida nacional con el narcotráfico, la verdad es que en la minucia de las indagatorias se habla más de cuadros que de cocaína. Efectivamente, en una forma u otra varios sindicados han tratado de justificar sus ingresos provenientes del tráfico de drogas o de su relación con narcotraficantes con la venta de pinturas y diversas obras de arte. El último episodio con el arte como telón de fondo ocurrió la semana pasada cuando el contralor, David Turbay Turbay, debió explicar el origen de un cheque de 10 millones de pesos que hace seis años le giró Pastor Perafán, el supuesto narcotraficante detenido hace dos semanas por las autoridades venezolanas. Según el funcionario, en la última semana de enero de 1991 Perafán le giró un cheque por concepto de la venta de un cuadro "en el que un hombre mayor le da una puñalada a un Cristo en medio del corazón". Turbay justificó la transacción afirmando que en esa época Perafán no tenía ningún antecedente por narcotráfico. Turbay fue el último marchand d'art pero no el primero. Ese honor lo tuvo Eduardo Mestre cuando afirmó que 38 millones de pesos girados a su favor por empresas de fachada del cartel de Cali tuvieron como origen la venta de dos cuadros: un óleo de un pintor francés que representa una escena de un puerto, por 15 millones de pesos; y un cuadro de una niña, del pintor Enrique Grau, por 20 millones.Otro que tiene cuentos de cuadros es Santiago Medina. Miguel Rodríguez Orejuela lo acusó de haberle vendido tres obras de arte del siglo XIX por 40 millones de pesos. Un dato curioso es que el ex tesorero de la campaña presidencial, quien por razón de su profesión de decorador podría haberlo hecho, niega sistemáticamente una negociación como la que mencionó Rodríguez. Para Medina la estrategia del jefe del cartel de Cali consiste en ocultar la real procedencia del cheque, convertido en la única prueba del ingreso de los dineros del narcotráfico a la campaña de 1994. Quienes conocen las intimidades de este escándalo no se explican porqué razón Rodríguez y sus abogados no presentaron el cheque como prueba de la negociación de los cuadros con Medina si lo anunciaron previamente a la Fiscalía junto con unos documentos que probarían que el anticuario les hizo llegar una cotización con el costo de las pinturas.Medina también aparece mencionado en otra parte del proceso 8000. El sacerdote Bernardo Hoyos manifestó que en el casete que escuchó cuando visitó a Miguel Rodríguez y a Helmer Herrera en Cali en junio de 1995 -pocos días después de la captura de Gilberto Rodríguez- se referían al "señor de los cuadros".Que un embajador con menaje traído de Europa o un decorador vendan cuadros podría ser comprensible. Lo que sorprende del 8.000 es que hasta los policías venden cuadros. Es el caso del hoy coronel y ex edecán presidencial Germán Osorio, quien trató de justificar con la supuesta venta de un cuadro la consignación en una cuenta bancaria suya de dos cheques por 1,5 millones de pesos girados por la extinta Elizabeth Montoya de Sarria.El propio Fernando Botero Zea aparece como vendedor de cuadros. Cuando le pidieron que explicara sus cuentas en Estados Unidos, tras la acusación del gobierno de que se había quedado con varios millones de dólares de la campaña presidencial, presentó cifras detalladas de los movimientos de sus cuentas. Entre otras cosas dijo que "he vendido obras de arte a muy distinguidas personalidades por valor de 1,5 millones de dólares". Para demostrar esto mencionó dos cuadros vendidos al industrial Luis Carlos Sarmiento Angulo por 650.000 dólares y una escultura de su padre vendida a varias personas que hicieron una especie de colecta para hacerse a ella.Su negocio de arte fue objeto de suspicacias al comienzo pues nadie que lo conozca suponía que estaba dedicado a estas actividades. Sin embargo, a diferencia de los otros personajes que acudieron a los cuadros como tabla de salvación, sus explicaciones fueron aceptadas. Al fin y al cabo es el hijo de uno de los pintores más famosos del mundo.