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LOS HILOS DEL PODER

De manera silenciosa, por primera vez los grupos económicos se están moviendo para buscar una salida a la crisis.

19 de agosto de 1996

La semana pasada el periodista Enrique Santos Calderón puso el dedo en la llaga. En una columna que tituló 'El silencio de los grandes', Santos acusó sin miramientos a los grupos económicos del país de adoptar una actitud "miope, para no decir interesada, cómoda o egoísta" frente a la crisis. La principal crítica del columnista de El Tiempo a los grandes conglomerados era que en momentos en que prácticamente todo el mundo se había pronunciado a favor o en contra del gobierno, ellos continuaran silenciosos. Sin embargo, lejos de estar aislados del problema como pareciera y de permanecer indiferentes a la tormenta desatada por la suspensión de la visa norteamericana al presidente Samper, lo cierto es que los poderosos sí se han estado moviendo. Lo que sucede es que después de la tormenta generada por la decisión de Estados Unidos, se generó tal estado de confusión en el país, que nadie entiende con claridad quiénes están moviendo realmente los hilos del poder y cuál es su posición. Una de las más claras muestras de este desconcierto se produjo pocas horas después de que el presidente Samper le respondiera a El Tiempo el editorial en el cual le sugería renunciar. El periódico, que el domingo publicó en primera página la carta de Samper bajo el título 'No hay dilema: se queda', rectificó al día siguiente el titular, después de que el Presidente convenció al director del periódico en una llamada telefónica de que sí había dilema. Pero no habían pasado 24 horas cuando el vocero del gobierno se encargó nuevamente de negar lo que el Presidente le había asegurado a Hernando Santos. En una rueda de prensa en Palacio, Carlos Castillo aseguró que "ese dilema no existe. El (Samper) ha decidido, como le corresponde, quedarse como Presidente de la República". Otro síntoma claro de confusión se percibió el viernes 12, cuando el noticiero CM& abrió su emisión con un extra en el cual anunciaba el retiro del respaldo del Grupo Santo Domingo al presidente Samper. Según el noticiero, el Grupo estaría pensando además en recomendarle la renuncia. La noticia anunciada por Yamid Amat fue recibida con cierta incredulidad. Pero en la medida en que el director del informativo es considerado como una de las personas mejor informadas de lo que pasa al interior del Grupo, fue percibida por muchas personas como cierta. Es por esto que para la opinión resultó sorprendente que ningún otro medio la recogiera y que no se convirtiera en noticia de primera línea del fin de semana, sobre todo teniendo en cuenta que el Grupo no la desmintió. Después del almuerzo del lunes 15 entre el presidente Samper y el presidente de Bavaria, Augusto López, muchos colombianos pensaron que todo se aclararía. Pero no fue así. Lejos de despejarse las dudas, la confusión aumentó. En un acto que desafiaba toda credibilidad, pero que resultó verdad, tanto Palacio formalmente como el Grupo informalmente aseguraron que en las tres horas que duró el encuentro nadie habló de renuncia. ¿A qué obedece toda esta confusión? En primer término podría decirse que a una gran distorsión de papeles entre los distintos protagonistas de la vida nacional. En cualquier país del mundo, a la hora de las grandes decisiones, tradicionalmente se espera que quienes se pongan al frente de la situación sean los líderes políticos. En Colombia, hasta ahora, así había sido en la mayoría de los casos. En los momentos más críticos, los ex presidentes, los dirigentes de los partidos, los parlamentarios y las distintas fuerzas políticas habían sido los encargados de liderar los procesos para salir de la encrucijada. Sin embargo, lo que el país vio la semana pasada fue al presidente de una cervecería, al dueño de otra, al director de un periódico y a otros actores que nada tienen que ver con la política, aparecer como si estuvieran tomando las riendas de la situación para buscarle una salida a la crisis. En otras palabras, como sucede en muchos encuentros de fútbol, lo que los colombianos percibieron fue que el partido se estaba librando realmente en las tribunas y no en la cancha política. Esta percepción tiene su origen primero que todo en que en Colombia, en este momento como nunca antes, las fuerzas políticas se encuentran totalmente desdibujadas. Los ex presidentes, que en otras épocas eran los primeros llamados a colaborar en las horas de dificultad, en esta oportunidad, por distintos motivos y de diferentes maneras, se han mantenido alejados del manejo de la crisis política. En cuanto a los partidos, tal y como lo han venido demostrando los hechos, tampoco han dado la talla para ponerse al frente de la situación. Una prueba reciente de ello fue la reunión la semana pasada de la Dirección Liberal Nacional con el Presidente, en la cual -a pocos días de que Estados Unidos le quitara la visa a Samper y a pocas horas de que el periódico más influyente del país le pidiera la renuncia- la conversación al parecer no tocó ni siquiera tangencialmente el tema de la crisis sino que se limitó a considerar una serie de reformas a la Constitución que muchos consideran no sólo inoportunas sino además inconvenientes e ilusorias. Otra muestra de la irrelevancia de los partidos fue el nombramiento como Ministra de Educación, a nombre del conservatismo, de Olga Duque de Ospina, cuya única representatividad radica en el hecho de tener el apellido Ospina y ser nuera del ex presidente conservador Mariano Ospina Pérez, fallecido hace 20 años. Pero el desconcierto también tiene mucho que ver con la actitud misma de los grupos económicos, los cuales -después de la apretada de tuercas de Estados Unidos a Samper- se dieron cuenta de que no podían seguir de simples espectadores pues si bien hasta ahora la crisis no había tocado directamente sus intereses económicos, la decidida actitud de la administración Clinton contra el Presidente iba a terminar por afectarlos a todos, aunque quizá no en la misma proporción. Es claro que aunque todos los grupos podrían verse en aprietos si Estados Unidos decide empezar a imponer sanciones económicas contra Colombia, el primer afectado de ellos sería indudablemente el Grupo Santo Domingo porque una de sus empresas, Avianca, se encuentra ya en la mira de los norteamericanos. Es por eso que, aunque no lo hayan hecho evidente ante la opinión pública, los conglomerados económicos y particularmente el Grupo Santo Domingo, están actuando. La semana pasada se supo, por ejemplo, que el industrial Carlos Ardila Lülle estuvo comiendo hace unos días en Madrid con el vicepresidente Humberto de la Calle y tocaron a fondo los distintos aspectos de la crisis. Así mismo, un alto funcionario del Grupo Santo Domingo le aseguró a SEMANA que en el almuerzo entre Augusto López y el presidente Samper, "aunque en términos estrictos no se le pidió la renuncia al Presidente, el Grupo sí le dijo que consideraba la situación muy grave, al punto que podía convertirse en insostenible y por lo tanto, había que explorar salidas, sin descartar nada". Pero eso no es todo. También se supo, como contó el noticiero QAP, que Julio Mario Santo Domingo llamó a Hernando Santos el domingo siguiente a la publicación del editorial sugiriendo la renuncia del Presidente, para decirle que se sentía interpretado por las palabras del editorialista.
El que calla otorga
Pero ¿por qué las cabezas de los conglomerados económicos, con excepción del Sindicato Antioqueño, no se han atrevido a expresar públicamente lo que se dice que opinan en privado sobre las salidas a la crisis? Esta actitud tiene que ver, en primer término, con las razones que expresó Santos Calderón en su columna. Es decir con que "la complejidad y ramificación de sus intereses económicos les aconseja evitar roces con un gobierno que controla impuestos, vigila patrimonios y adjudica multimillonarias licitaciones. En telecomunicaciones, por ejemplo, donde pronto el Estado adjudicará los más grandes contratos de los últimos tiempos". En pocas palabras, 'los grandes cacaos' -como los llama el columnista- tienen que hacer el cálculo de que se puede ser enemigo del Presidente en una situación económica buena, o amigo de él en una mala, pero uno no se puede dar el lujo de enfrentarse al gobierno en momentos en que las condiciones económicas distan mucho de ser las mejores. En segundo lugar, es muy probable que, para sus adentros, varios de estos empresarios se hagan la reflexión de que el riesgo de hacer sugerencias que no sean escuchadas es demasiado alto como para correrlo en público. Sin embargo, lo que es claro es que más allá de ese raciocinio, en este momento para los empresarios resulta evidente que si bien no les conviene enfrentarse al gobierno de Samper, les conviene aún menos hacerlo al de Clinton, sobre todo cuando parece dispuesto a combatir con todo al del Presidente colombiano. Y es precisamente por esta razón que, por debajo de cuerda, están tratando de mover los hilos para buscar fórmulas que impidan que el enfrentamiento con Estados Unidos llegue más lejos. Al cierre de esta edición cobraba fuerza el rumor de que un destacado grupo de dirigentes económicos, promovidos por Hernando Santos y Augusto López, está buscando salidas a la crisis, entre las que no se descarta el retiro del Presidente y el traspaso del poder al Vicepresidente, tal y como lo propuso el editorial de El Tiempo del miércoles pasado. Esta alternativa estaría acompañada de una serie de garantías políticas para Samper en Colombia y del compromiso de Estados Unidos de no ser procesado penalmente en ese país. Uno de los dirigentes empresariales que ha estado vinculado a los contactos le manifestó a SEMANA, que la posibilidad de que puedan desempeñar con éxito sus buenos oficios es aún muy precaria pues "ni es seguro que el Presidente esté dispuesto a negociar su salida, ni lo es que a cambio de ella pueda conseguir cosas tan impredecibles como la seguridad de no ser procesado en Estados Unidos". Aún así es de prever que si se confirma esta versión y es un hecho que Hernando Santos y Augusto López están decididos a meterle el hombro al asunto, no van a darse por vencidos fácilmente ante una coyuntura tan crucial. En pocas palabras, todo parece indicar que el verdadero pulso por el poder apenas comienza.