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V I D A    <NOBR>U R B A N A</NOBR>

Los Hipermegaplays

Una banda de ‘niños bien’ jalaban carros en Barranquilla. La Policía asegura que puso fin a sus andanzas.

12 de febrero de 2001

Un semaforo en rojo, una parada de precaución o un descuido y hay dos hombres apuntándole al conductor desde cada lado del vehículo. Lo obligan a salir, lo golpean y se llevan el carro. La escena se repite docenas de veces al día en las ciudades colombianas. Por eso una camioneta último modelo que vale en el mercado 80 millones de pesos se puede conseguir en 10 o 12 millones. Basta que haya sido robada en una ciudad como Barranquilla y vendida en otra, como Maicao, Valledupar o Cali. Y basta que un grupo de muchachos se obnubile con la posibilidad de ganarse millones de pesos y se arriesgue a pasar varios años en la cárcel. Esto es lo que acaba de pasarle a Joel Flórez Hernández, de 22 años, cabecilla de la banda Los Hipermegaplays que, según la Policía del Atlántico, era responsable del 70 por ciento de los robos de vehículos lujosos en Barranquilla. El y otros tres muchachos de 20, 21 y 23 años pasaron el 31 de diciembre en los calabozos de la Sijin y enfrentan un proceso en la Fiscalía. La banda de Los Hipermegaplays comenzó a operar en 1996 robando apartamentos en los barrios de clase alta. Luego se dedicó a ‘jalar’ carros de lujo y logró refinar sus métodos a tal punto que hace un año el teniente Juan Alberto Padilla, joven y activo jefe del Grupo de Automotores de la Sijin en Barranquilla, sufrió un preinfarto. Los hurtos aumentaban y los investigadores no lograban descifrar del todo el modus operandi de los delincuentes. El grupo del teniente Padilla aguzó entonces el olfato, la vista y el oído, acentuó la labor de inteligencia, incrementó los seguimientos, trabajó en los retratos hablados y construyó una base de datos que pronto comenzó a dar frutos. El grupo de la Sijin descubrió, por ejemplo, que la banda de Flórez escondía los carros a pocas cuadras del sitio del atraco, en casas de conocidos a los que les pagaban entre 200.000 y 500.000 pesos por el favor. Allí lo dejaban ‘enfriar’ durante varios días mientras otra parte de la organización se encargaba de conseguirle el ‘equipo’: placas, improntas, tarjeta de propiedad, seguro obligatorio, impuestos, todo. Esto dificultaba aún más las posibilidades de ubicar el automóvil robado. Claudio Pinto, otro socio de Flórez, buscaba los clientes en Colombia y en el exterior, pues la organización tenía conexiones que le permitían ‘exportar’ a Venezuela, Aruba y Curazao. El negocio llegó a ser tan rentable que cada uno de los miembros de la banda podía obtener en una semana hasta 16 millones de pesos, si se tiene en cuenta que por cada camioneta recibían cuatro millones de pesos y robaban hasta cuatro por semana. Sujetos peligrosos Desde los 18 años Joel Flórez Hernández tenía en jaque a las autoridades con sus golpes audaces y certeros pero, sobre todo, continuos. Por eso, en el último año y medio, el teniente Padilla venía pisándole los talones. El Grupo de Automotores, con el apoyo de la Policía del Atlántico y la Fiscalía, había logrado desmantelar otros 34 grupos dedicados al mismo delito en Barranquilla. Logró bajar de 28 a 10 el número de carros robados cada semana. Pero le faltaba el pez gordo. La cadena de sucesos que desembocó en la captura de Flórez y sus hombres de confianza comenzó el 25 de noviembre de 1998 cuando éste, en compañía de otros tres jóvenes, intentaron robarle el carro a Juan Abuchaibe Anicharico, un ingeniero de 62 años. Al ver que Abuchaibe oponía resistencia uno de los delincuentes le hizo varios disparos, los cuales le causaron la muerte días más tarde. La investigación por este asesinato produjo después el primer gran golpe a Los Hipermegaplays. El jefe del grupo estuvo en la cárcel pero al quedar libre reorganizó la banda para robar vehículos. Fue a raíz del caso Abuchaibe como se reveló una curiosa característica del grupo: no se trataba de muchachos de extracción humilde o provenientes de los bajos fondos. Estos eran jóvenes pertenecientes a ‘familias bien’ de clases media y alta de la ciudad. Mauro Celemín, actualmente tras las rejas, es sobrino de una fiscal que en su momento renunció para facilitar la investigación, y otro, que obtuvo su libertad, es hijo de una barranquillera que actualmente desempeña un alto cargo en el gobierno. El mundo de estos muchachos, dijo a SEMANA el teniente Padilla, era darse “la gran vida”, gastando su dinero en rumba, vicio, trago y mujeres. Se acabo la fiesta En octubre del año pasado un cuñado de Claudio Pinto y dos cómplices más sorprendidos por la Sijin cuando robaban una camioneta señalaron a Flórez como el cerebro de la organización. Lo mismo hicieron al mes siguiente otras tres personas que fueron capturadas por participar en la falsificación de documentos. Con estos testimonios y otras pruebas recogidas por el equipo de investigación, la Fiscalía libró una orden de captura contra Joel Flórez por hurto calificado y agravado y falsedad de documentos. El 29 de diciembre, la Sijin organizó un operativo para capturar a Flórez en su casa del barrio El Silencio, un sector de clase media de Barranquilla. Sin embargo la operación falló y el joven logró escabullirse. El golpe de gracia a la pandilla ocurrió el 30 de diciembre cuando Flórez, su compadre Yeinner Saurith, su ex cuñado Carlos Mario Caicedo y Jorge Eliécer Movilla estaban merodeando un almacén de calzado y, al mismo tiempo, una camioneta Toyota. Los agentes de policía de la estación de El Prado los detuvieron por sospechosos y avisaron al teniente Padilla, quien de inmediato se dirigió a la estación en compañía del cabo Torres, su mano derecha. Hasta ese momento nadie sabía que uno de esos muchachos era Joel Flórez, pues no sólo portaba la cédula de su hermano Jorge sino que se había hecho una cirugía plástica para cambiar su rostro. Por esto los registros fotográficos de la Sijin no coincidían con el hombre que tenían en frente. Pero el cabo Torres desarmó la treta al comparar los lunares del sospechoso con los de la fotografía original. Al verse descubierto Flórez se jugó su última carta: ofrecerle al teniente 15 millones de pesos en efectivo y cinco millones más cada mes si lo dejaba ir. Yeinner Saurith alegó ser sobrino de un senador e hijo de uno de los hombres más acaudalados de La Guajira. Los ardides de estos jóvenes se ven plasmados en una carta que la esposa de Flórez le envió a la Sijin al día siguiente de su captura y de la que reproducimos algunos apartes: “Hola Joel. Quiero que sepas que te debes mantener como Jorge Flórez (...) muestra tu documento que eres Jorge Flórez y alega que te cojan tus huellas dactilares, que eso está arreglado (...) Recuerda que si le dices a la fiscal que eres Joel no te saca NADIE porque tú sabes que eso era lo que Padilla quería ”. Trucos de cirugía, cambio de cédula y hasta intento de falsificación de las huellas dactilares. Nada funcionó. Por lo visto a Joel Flórez esta vez no lo saca nadie.