LOS LLERITAS
A un mes de muerto Carlos Lleras, sus descendientes se encaminan a convertirse en la dinastía política más importante del país.
Encuentra aquí lo último en Semana
EL EX PRESIDENTE LLEras Restrepo seguramente estaría simultáneamente incómodo y orgulloso. El, que tanto combatió cualquier rosca y nunca tuvo ningún interés dinástico, no dejaría de alarmarse un poco con la presencia de tantos familiares en la vida pública nacional. Pero, por otro lado, no podría dejar de registrar con enorme satisfacción el hecho de que dos generaciones de descendientes suyos se hayan convertido en el clan político más importante del país.
Porque Colombia, que siempre había sido un país dinástico en su tradición política, nunca había tenido a la vez a un candidato a la Presidencia de la República, un secretario privado de la Presidencia, un senador y un concejal de una misma familia ejerciendo al mismo tiempo.
Todo el mundo sabe que el actual embajador en Washington, Carlos Lleras de la Fuente, será uno de los precandidatos a la Presidencia de la República. Pero lo que no todos tienen claro es que con los 40.000 votos obtenidos por Enrique Vargas Lleras hace 15 días la nueva generación de los 'Lleritas' se ha constituido en una tripleta con una fuerza política considerable.
Los Lleritas en realidad son los hermanos Vargas Lleras, hijos del ex dirigente financiero Germán Vargas y de Clemencia Lleras de la Fuente, la fallecida hija del ex presidente. Esta última era la niña de los ojos de su padre y murió hace ya 19 años, dejando huérfanos de madre a tres muchachos que apenas empezaban a combatir el acné. Hoy los tres escasamente bordean los 30 años, y en materia política han resultado tan precoces como su abuelo y definitivamente mucho más que su tío, que no se lanzó al agua sino pasados los 50.
El primero en retornar las banderas fue Germán, el mayor, quien a pesar de no tener sino 32 años es ya un político con trayectoria. Galanista fanático desde los comienzos del Nuevo Liberalismo, se fue por orden de su jefe a encabezar una lista al Concejo de Bojacá. Posteriormente ocupó el cuarto renglón en una lista para el Concejo de Bogotá, encabezada por el propio Galán. Sólo salieron los tres primeros escaños y le tocó entonces ingresar a la burocracia como secretario privado del entonces ministro de Agricultura, Gabriel Rosas.
Después del asesinato del caudillo, el padre de éste, Mario Galán, encabezó una lista al Concejo de la capital y le ofreció el segundo renglón a Germán Vargas Lleras. El padre de Luis Carlos Galán y el nieto de Carlos Lleras Restrepo simbolizaban la unión política de esas dos familias, que siempre contaron con un gran respaldo popular en la capital. En el Cabildo acabó metido en el lío de los auxilios, pero fue el primero de los concejales en salir exonerado. Después de una reelección para el Concejo se lanzó finalmente a una elección para el Senado, obtuvo una respetable votación de 26.000 sufragios, 14.000 de los cuales fueron en Bogotá.
Pero si Germán era el más conocido, y ha sido un senador exitoso, su hermano José Antonio, dos años menor, con su nadadito de perro, está haciendo carrera política por otro lado. Había conocido a Ernesto Samper en Madrid, donde éste último se desempeñaba como embajador y Vargas Lleras como director adjunto de la oficina de Proexpo. Por alguna razón este funcionario sardino, introvertido, académico y poco entrador, acabó seduciendo con su persohalidad discreta al futuro presidente.
Samper, quien le para muchas bolas a sus discursos, llegó a la conclusión de que este Lleras era el mejor con la pluma desde el tío Alberto. Por esto, cuando se lanzó a la candidatura, se lo trajo. Tan validadas quedaron sus expectativas sobre el talento de su asistente que tan pronto fue elegido lo nombró secretario privado. Hoy pocos lo identifican, pues se trata de un hombre reservado que no tiene ningún afán de figuración, pero no es sino recordar la meteórica carrera que hizo Miguel Silva desde esa plataforma para darse cuenta de que es una de las mejores chanfas del país.
Un hijo en el Senado y el otro de mano derecha del Presidente sería suficiente para que cualquier familia se sintiera orgullosa de sus vástagos. Pero los Vargas Lleras, como los Kennedy, resultaron tres. El tercero apareció de la noche a la mañana en las últimas elecciones y su votación de 40.000 votos lo convirtió en un fenómeno político capitalino. Con un físico idéntico al de su abuelo en su juventud y una campaña publicitaria de Carlos Duque, Enrique Vargas Lleras, a los 29 años, llegó a obtener la votación más alta del Distrito.
¿Qué explicación tiene esto en un momento en que los electores prácticamente no creen en nada? Mucho tiene que ver, sin duda alguna, con el sentimiento llerista que vivió recientemente el país con el fallecimiento de Carlos Lleras Restrepo. Ahora que el requisito para ser elegido es ser antipoético, los Lleras tienen la ventaja de tener un apellido prestigioso, el cual la gente asocia con el anticlientelismo tan de moda en este momento. Pero como si esto sólo no hubiera sido suficiente, el benjamín de los Lleras resultó un trabajador político incansable y logró armar una coalición de cerca de 10 grupos políticos capitalinos, los que pocas veces se ponen de acuerdo. En él se unieron las fuerzas de Juan Lozano, Víctor Reyes, Juan Manuel Santos, María Cristina Ocampo, Poncho Rentería y otros. Esta coalición y la nostalgia llerista produjeron el milagro.
Interrogado el padre, Germán Vargas Espinosa, sobre el éxito de sus hijos, evita pudorosamente el tema y se limita a decir, "uno siempre se sorprende con los hijos y obviamente me siento orgulloso de ellos. Sin embargo yo nunca me he metido en sus vidas y los dejo actuar con independencia". Esa independencia la demostraron, sin duda alguna, cuando todos apoyaron a Samper frente a su tío, Carlos Lleras de la Fuente, en la pasada consulta liberal.
En todo caso, como están las cosas, de los Vargas Lleras se va a poder hacer el mismo chiste que se hacía sobre la mamá de Noemí Sanín, de quien se decía que durante un embarazo su médico le comentó que el niño parecía estar mal colocado. A esto su padre aclaró categóricamente: "Ninguno de mis hijos ha estado mal colocado".