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El abogado Ariel Ortega fue declarado inocente de la presunta amenaza contra el caricaturista Matador.
El abogado Ariel Ortega fue declarado inocente de la presunta amenaza contra el caricaturista Matador. | Foto: Cortesía.

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“Los medios y las redes me condenaron, pero la justicia me absolvió”: Ariel Ortega, quien presuntamente había amenazado por redes al caricaturista Matador

Este abogado había sido condenado en primera instancia a pagar más de seis años de detención. Ahora fue declarado inocente, reconoce que se equivocó, pero critica los linchamientos mediáticos.

26 de octubre de 2022

En plena campaña electoral de 2018 los ánimos estaban crispados, la polarización en redes era evidente y, de su mano, la imprudencia. Así le ocurrió al abogado Ariel Ortega, quien en medio de la disputa entre los entonces candidatos Iván Duque y Gustavo Petro tomó partido. Arremetió contra un habitual crítico del uribismo, el caricaturista Julio César González, Matador, y la factura le salió mucho más costosa de lo que llegó a imaginarse: fue condenado por la justicia. Apeló, y en segunda instancia, fue declarado inocente.

Cuatro años después de ese episodio y luego de una larga batalla jurídica en la que finalmente resultó ganador, Ortega decidió hablar con SEMANA. Contó cómo fue esa lucha, reconoció el error que cometió al publicar esa amenaza, pero aun así considera que fue un proceso injusto, que hubo un linchamiento mediático que desembocó en su condena y ahora creó una fundación para defender a personas con líos con la justicia que no tienen cómo defenderse.

Sobre su condena afirma que “las redes sociales sirven para desinformar y para interpretar las cosas a su manera, el mensaje había sido descontextualizado, Ariel Ortega no significa un peligro para la sociedad, en absoluto”.

Justamente por eso se refiere al fallo en segunda instancia que le devolvió la tranquilidad: “No fue un solo magistrado, sino tres, los que determinaron que la conducta por la cual se me había judicializado era una conducta atípica, el delito de amenazas no existe; los que saben de derecho tienen claro que para que una conducta sea penada debe haber elementos esenciales, y en el juicio que se llevó a cabo quedó claro que no se contempla el delito como tal”.

Agregó que “en Colombia existe y se ejerce el cuarto poder, pueden subir a una persona a un pedestal y luego presentarlo como el peor delincuente, y termina uno defendiéndose en los estrados judiciales. No es fácil cuando en los medios ya han condenado, aun sin ver si las pruebas fueron presentadas de forma correcta; es mi caso, y creo que hay personas que imparten justicia que le tienen temor a la prensa y fallan según lo que publican”.

“En Colombia existe la presunción de inocencia y nadie es culpable hasta que no se le demuestre en un estrado judicial. Hablaban de las amenazas como si fuera un hecho, pero todas las evidencias digitales deben ir soportadas por expertos idóneos, eso nunca pasó. Lo que la Fiscalía llevó siempre fueron pantallazos”, explicó sobre su caso.

Reconoce que él y el caricaturista Matador tienen claras diferencias ideológicas, pero que nunca le haría daño a él ni a ninguna persona, incluso señala que “sobre el señor Julio César he dicho que tiene un talento muy grande, hay que reconocerlo. Hace caricaturas que llaman la atención”.

Sin embargo, sostiene que “muchas veces las personas se parcializan para un lado o para el otro; los artistas no deben tener partido, porque cuando lo tienen todo lo que digan se debe tomar como inventario, de lo contrario, es descontextualizado”. Para Ortega, los caricaturistas, por su reconocimiento y evidente influencia política, no deberían suscribirse a un sector.

Cumplida su batalla jurídica, no guarda rencor, pero sí considera que su caso fue injusto, que se sobredimensionó la publicación que reconoce como error, pero quiere ayudar a quienes, como él, han enfrentado problemas en los tribunales y se consideran inocentes. Incluso le mandó un mensaje a Johana Bahamón, quien desde hace años ha asumido esta lucha, en la que se ofrece para ayudar a los reclusos.