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LOS NIÑOS TAMBIEN LLORAN

EN UN PROGRAMA DE TELEVISION LOS PEQUEÑOS HIJOS DE LOS TRES MINISTROS ARREMETEN CONTRA FERNANDO BOTERO Y LE DAN EL TOQUE SENTIMENTAL AL PROCESO 8.000

6 de mayo de 1996

Si algo faltaba en la novela que ha sido el proceso 8.000, ese vacío lo llenó la programadora Punch la semana pasada con su espacio Testimonio. En una innovación original que además de rating ha dado mucho que hablar, Luz María Jaramillo, la directora del programa, decidió invitar a Rodrigo Pardo, Juan Manuel Turbay y Horacio Serpa, los tres ministros llamados a rendir indagatoria, junto a sus esposas e hijos, para darle una dimensión humana a la tragedia de su posible encarcelamiento. El programa, sin duda alguna, fue melodramático. La escenografía, los primeros planos, las preguntas de la presentadora y las conmovedoras respuestas de los entrevistados dejaron la sensación de una enorme injusticia en el caso de los tres ministros. Amigos, intelectuales, conductores, secretarias, dieron fe de la conducta intachable de cada uno de ellos. Juan Tokatlián aseguró que Pardo "era un volcán con gran contenido". El chofer del canciller expresó con una sonrisa nostálgica que al lado de su jefe "se sentía como si estuviera con un amigo más". Por su parte Gloria Franco, secretaria de Turbay, lo definió como "una persona recta en todos los aspectos", mientras que su amigo Carlos González resumía las virtudes del ministro simplemente como las de "un hombre probo, un elemento que es muy importante en el servicio público, tal vez hoy más que nunca".En medio de estas declaraciones los tres ministros imaginaron, ante la insistencia de la periodista, cómo creían que serían sus días en la cárcel. Todos hablaron con voz trémula de leer libros, reflexionar, estudiar y replantearse el futuro con valor, aunque coincidieron en que lo más grave era la separación de sus familias.En este punto Inés Elvira de Pardo, Gloria Cecilia de Turbay y Rosita de Serpa, las tres esposas, también expresaron sus puntos de vista. Inés Elvira de Pardo, por su parte, se lamentó de lo duro que había sido este último período de sus vidas,"sobre todo porque a uno no le gusta que le cuestionen la vida, lo que ha trabajado, lo que ha hecho, además con calumnias y mentiras".Pero lo que sin duda alguna marcó el momento culminante del programa fue el testimonio de sus pequeños hijos. Con frases infantiles y espontáneas, los niños respondieron a las preguntas que todos los colombianos se están haciendo. Mónica Pardo, de 7 años, en las rodillas de su padre y con una sonrisa ingenua resumió la situación con la siguiente frase: "Botero dice que mi papá es un mentiroso y él es el mentiroso". La misma idea la repetiría su hermano Daniel, con la mayor claridad que le permiten sus 10 años: "Fernando Botero dijo que mi papá había recogido plata del narcotráfico para la publicidad, pero yo sé que eso es mentira y que nada nos va a pasar...Yo le digo a Dios que todo salga bien y que nada nos separe". Este capítulo se cerró con la contundente petición de Mónica: "Qué no sean malos y que dejen a mi papá tranquilo porque él tiene muchos problemas".Los hijos de Turbay no se quedaron atrás. Marcela Turbay, de 9 años, acostada en su cama con un osito de peluche alcanzó a declarar: "Fernando Botero los acusó a mi papá, Rodrigo Pardo y Horacio Serpa de unas cosas que ellos no habían hecho", mientras que su hermano Alejandro, con el aplomo de sus 13 años, aseguró que a su padre: "Lo están tratando de involucrar en todo lo relacionado con lo que sucedió en la campaña. Claro que estoy seguro de que no tuvo nada que ver con lo que dicen que hizo". Pero el que nuevamente se llevó las palmas de la emocionalidad, como en sus discursos ante el Congreso, fue Serpa, junto con su hijo Horacio, quien llorando en forma incontrolable entre los brazos de su padre se dirigió a los millones de televidentes para pedir: "Qué digan la verdad, que él es inocente".Aunque la entrevista cumplió su propósito, no deja de impresionar que los ministros se prestaran para llevar a sus hijos a un programa de esta naturaleza. La espontaneidad de los pequeños conmovió pero también dejó un sabor de manipulación.Lo paradójico de todo esto es que quien había sido considerado el maestro de la manipulación en los anteriores capítulos del 8.000 era Fernando Botero. El manejo de su imagen siempre es orquestado con precisión científica. Ahora, para desacreditarlo, los tres ministros recurrieron a esas mismas armas con tal destreza que el propio Botero les quedó chiquito.