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LOS QUEPIS AL TABLERO

Detràs de los rumores de golpe de Estado, màs que el fantasma de una rebelión podrían estar los ànimos caldeados previos a los próximos cambios en la cúpula militar.

13 de noviembre de 1995

RUIDO DE SABLES, GOLPE DE ESTADO, ALzamiento militar, son expresiones que estuvieron la semana pasada bastante de moda. Y aunque se trataba de plantear ni más ni menos que la posibilidad de sustituir al Presidente de la República por un régimen de facto -algo que no ocurre desde hace 40 años-, la verdad es que nadie dramatizó mucho el asunto porque muy pronto fue evidente que el debate logró, como pocas veces ocurre en Colombia, uniformar las voces de rechazo.
En efecto, desde los más diversos sectores solo se escucharon opiniones en contra del rumor que empezaba a alzar vuelo y que hablaba de la opción militar como una de las salidas a la actual crisis institucional que afecta a la Nación. Así, el comandante de las Fuerzas Militares, general Camilo Zúñiga, desmontó el chisme y en forma tajante dijo que "la frase golpe de Estado no existe en el léxico de los militares colombianos". Usando el mismo tono, el presidente Ernesto Samper sostuvo que "se trata de alucinaciones de personas que tal vez tienen síndrome de viudez de poder".
Algunos creyeron leer en las palabras del primer mandatario un mensaje a los generales retirados que en los días previos habían hecho duras declaraciones en diferentes medios de comunicación. Sin embargo, aunque es claro que desde la orilla de los generales retirados -convertidos en guías espirituales de los hombres que habitan los cuarteles militares- se escucharon juicios bastante severos en contra del jefe del Estado, la verdad es que en lo referente al supuesto golpe, el mensaje de los ex militares fue más bien tranquilizador. Así, el ex ministro de Defensa Fernando Landazábal desvirtuó en declaraciones para el noticiero TV Hoy los rumores de alzamiento, aunque dijo que Samper debía renunciar. El general Gabriel Puyana también criticó al gobierno, pero dijo que "golpe de Estado, propiciado por el estamento militar, no creo que vaya a haber". Y acudiendo al radicalismo que lo caracteriza, otro ex ministro, el general Rafael Samudio Molina, también cuestionó a Samper, pero sostuvo que los golpes no se anuncian sino se dan y agregó que "(...) no nos digamos mentiras, a la sombra de la sociedad civil siempre existirá el espejismo de un eventual golpe militar por el fracaso de la conducción política del Estado".

CLIMA DE REMEZON
Y aunque no todo el mundo convino en hacer una lectura tranquilizadora de las palabras de Samudio, lo cierto es que el tema de los rumores de un golpe, que mereció editorial de El Tiempo el martes y numerosos informes y entrevistas durante las 48 horas siguientes, estaba, al final de la semana, prácticamente desaparecido de los medios. ¿Qué había habido entonces detrás de un chisme tan insistente? La respuesta a esa pregunta parecía requerir de mayores análisis que el propio rumor.
El run-run había estado acompañado todo el tiempo de un nombre propio, algo que no siempre sucede cuando de golpe militar se habla. El nombre no era otro que el del general Harold Bedoya Pizarro, comandante del Ejército. Esta figura polémica había venido endureciendo su tono en los últimos meses, en especial frente al tema de la guerrilla y los derechos humanos. Causaron gran impacto sus agresivas frases en contra del ex procurador delegado para los derechos humanos, Hernando Valencia Villa, a quien calificó de "fugitivo de la juusticia" semanas después de que el funcionario ordenara la destitución del controvertido general Alvaro Velandia. Estas afirmaciones, que le merecieron a Bedoya un llamado de atención del ministro de Defensa, Juan Carlos Esguerra, fueron relacionadas por muchos con el famoso memorando del comandante del Ejército sobre el despeje militar del municipio de Uribe, revelado en exclusiva por SEMANA a mediados del año.
El único problema que tenía esta teoría es que la tradición de los golpes militares indica que general golpista que se respete, la primera regla que debe seguir es la de aparecer como el más civilista de todos. En Colombia, ese fue el caso del general Gustavo Rojas Pinilla en 1953. Y en Chile 20 años después, nadie hizo declaraciones más constitucionalistas que el general Augusto Pinochet en los días previos al golpe contra Salvador Allende.
En conclusión, poner a rodar la bola de nieve del golpe militar y hacerlo junto con el nombre del general Bedoya sólo parecía perseguir un propósito: hacerle daño al comandante del Ejército y que la propia bola de nieve se lo llevara por delante. Y ello justamente en vísperas de un remezón en la cúpula que promete ser bastante serio. "Muchos enemigos del general Bedoya -le dijo a SEMANA una fuente del Ministerio de Defensa- vienen desde la época del publicitado memorando sobre Uribe, tratando de hacerle el cajón, de envenenar en su contra al Ministro y al propio Presidente, y por eso no es absurdo pensar que todos estos rumores sobre un golpe tuvieran ese objetivo: dañar a Bedoya".
Pero; ¿lo lograron?, ¿consiguieron los enemigos de Bedoya poner a tambalear a este general que hasta ahora ha demostrado tener más vidas -en el servicio activo- que un gato?. Ese y otros puntos fueron los que SEMANA trató de esclarecer para redactar este informe. Aunque el gobierno ha manifestado su interés en producir el remezón en la última semana de octubre, hay ya varios indicios de que el anuncio de los cambios se acerca. El viernes en la mañana, el ministro Esguerra se reunió en su despacho con los 12 generales que tiene la Policía Nacional, para que esa junta seleccionara a los coroneles que aspiran a ascender a brigadieres generales. Con el mismo fin, en la tarde del viernes Esguerra se reunió con los comandantes de las Fuerzas Militares, el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea.
Estos primeros pasos serán seguidos de una reunión programada para después de la Cumbre de los No Alineados, en la cual Ministro y comandantes estudiarán los cambios en la cúpula y determinarán cuáles generales se van y cuáles se quedan. Finalmente, serán Esguerra y el presidente Samper quienes definan la nueva línea de mando.
En fuentes de la Casa de Nariño y del Ministerio de Defensa, SEMANA logró establecer que este año el remezón, especialmente en el Ejército, estará condicionado por tres variantes: primero, la beligerancia de varios generales respecto de temas importantes de la vida nacional, por lo cual sectores del alto gobierno estarían muy disgustados; segundo, algunas irregularidades en contratación administrativa detectadas por el ministro Esguerra desde cuando llegó a la cartera de Defensa; y tercero -algo que nunca falta- la absoluta certeza que debe tener el gobierno con respecto a la transparencia de todos los generales que continúen en servicio activo, en lo referente al delicado tema de la narcocorrupción.

LOS POSIBLES CAMBIOS
Lo primero que es bastante claro, a juzgar por las distintas fuentes consultadas por SEMANA, es que el principal candidato a salir es el general Camilo Zúñiga Chaparro, comandante de las Fuerzas Militares y cabeza máxima del estamento militar. Aunque no hay mayores reparos sobre esta figura que se constituyó en apoyo clave para el anterior ministro Fernando Botero y para el propio presidente Samper, los analistas apuestan por su paso a retiro debido a que dan por descontado que el ministro Esguerra, quien lleva poco más de dos meses en el cargo, debería tener la lógica aspiración de colocar en el más alto cargo de las Fuerzas Militares a un hombre escogido por él y no por su antecesor. Así lo hicieron en el pasado Rafael Pardo, a fines de 1992, y luego Botero a fines de 1994.
Otros dos retiros que se dan por descontados son los de los generales Luis Humberto Correa Castañeda -quien comandó la ocupación de Casa Verde en 1990-, y Juan Salcedo Lora. Ambos se encuentran actualmente como agregados militares en la embajada de Colombia en Washington, en cargos que suelen ser antesala del retiro.
El general Eddy Payares Cotes es el segundo en antigüedad y actualmente se desempeña como jefe del Estado Mayor Conjunto. Tendría por ello alguna lógica que fuera él quien entrara a reemplazar al general Zúñiga. SEMANA supo sin embargo que el gobierno ya lo habría descartado como posible comandante general de las Fuerzas Militares. Como se sabe, los generales Zúñiga y Payares fueron sancionados a finales del año pasado por la Procuraduría, que los halló presuntamente responsables de algunas irregularidades en la adquisición de 50.000 pares de botas para el Ejército. Sin embargo y debido a que la determinación inicial fue recurrida por los afectados, la decisión de segunda instancia se encuentra desde comienzos de año en el despacho del procurador, Orlando Vásquez Velásquez, quien no se ha pronunciado al respecto.
Descartado Payares, lo obvio sería que el gobierno mantuviera la tradición de que en el Comando General de las Fuerzas Militares fuera designado un general del Ejército, en este caso y por razones de antigüedad, el general Bedoya. Sin embargo, las fuentes consultadas por SEMANA afirmaron que es bastante posible que ello no sea así. Si bien el Ejecutivo no quiere quitarle el uniforme al actual comandante del Ejército, tampoco lo quiere premiar demasiado. Por ello el gobierno estaría muy inclinado a enviar a Bedoya a la jefatura del Estado Mayor Conjunto. En teoría es un ascenso más en la carrera del veterano oficial, quien en diciembre asciende a general de tres soles. Sin embargo, en la práctica, se trataría de cerrarle la boca y bajarle su perfil político, que según algunos funcionarios del alto gobierno ha sido demasiado alto en los últimos meses. Tan alto que, según una fuente de Palacio, cuando Samper se enteró de las declaraciones de Bedoya sobre el caso Velandia, expresó indignado: "Aquí hay gente que cree que yo ya no soy Presidente y eso hay que trancarlo".

SI NO ES BEDOYA, ¿QUIEN?
Y si no es Payares y tampoco Bedoya, entonces, ¿quién sería el reemplazo del general Zúñiga? Las fuentes de SEMANA ee la Casa de Nariño y el Ministerio de Defensa aseguraron que el gobierno estaría pensando en producir una verdadera sorpresa. Es decir, nombrar en el comando de las Fuerzas Militares al actual comandante de la Armada, el almirante Holdan Delgado. Sería la segunda vez que el Ejecutivo colocara en ese puesto a un oficial no perteneciente al Ejército. La primera ocurrió en la administración de Belisario Betancur, quien nombró allí al comandante de la Fuerza Aérea, general Augusto Moreno Guerrero. Según trascendió, desde cuando el ministro Esguerra asumió la cartera de Defensa se ha entendido muy bien con el almirante Delgado. El problema es que ya Betancur sufrió bastante con lo que muchos creyeron que había sido un desplante al Ejército, y por esa razón la tentación de llevar al almirante Delgado al comando general podría tambalear.
En cuanto al Ejército, si se da el traslado del General Bedoya al Estado Mayor, el Ejecutivo estaría pensando en designar como nuevo comandante al mayor general Rodolfo Torrado Quintero, quien actualmente ocupa el doble cargo de inspector general de esa arma y comandante del Bloque de Búsqueda, componente Ejército, en Cali. Torrado es conocido por su temperamento tranquilo y ha impresionado desde hace meses a funcionarios civiles por su capacidad analítica y su gran sensibilidad social.
Planteado el tema y sin posibilidad de eludirlo porque los cambios en la cúpula de las Fuerzas Armadas no dan espera, de todas maneras el gobierno tiene múltiples opciones. Sòlo falta por determinar en qué terminan algunas investigaciones internas iniciadas a raíz del hallazgo de algunas irregularidades en la adquisición de elementos para uso de las tropas. Al mismo tiempo habrá que esperar que se clarifique el alcance de los documentos que Guillermo Pallomari les habría entregado a las autoridades estadounidenses en relación con algunos generales que habrían tenido nexos con el cartel de Cali. Se ignora si copia de esos papeles fueron traídos al país a mediados de septiembre pasado por Bob Nieves, el segundo hombre de la DEA en Washington, quien permaneció en Bogotá por espacio de una semana, tiempo durante el cual se reunió con algunas autoridades colombianas. SEMANA intentó indagar con las diferentes fuentes consultadas para este artículo sobre el eventual alcance de las informaciones que habría dado Pallomari, pero la reserva en cuanto a este tema fue absoluta. "De todos modos -explicó un funcionario deL Ministerio de Defensa- si fuera cierto que datos procedentes de Pallomari pudieran influir en los cambios que se avecinan, hay que dar por descontado que los cambios relacionados con ese asunto serían presentados como rutinarios y se guardaría total secreto".
Sea como fuere, el gobierno tendrá que afrontar el remezón que viene con pinzas, pues no hay duda de que, en las últimas tres décadas, nunca como en esta ocasión la autoridad civil había enfrentado el relevo en la cúpula militar en una situación tan delicada para el Ejecutivo. "Hay que prever -anotó una de las fuentes- que si algún alto oficial se siente maltratado en el proceso de su retiro, puede salir a decir cosas muy duras en contra del gobierno y del propio Presidente, tal y como ya las han dicho algunos generales retirados". Por eso mismo, algunos no descartan que, después de analizar las diferentes opciones que tiene, el gobierno termine por permitir los ascensos de grado rutinarios sin plantear grandes cambios en la estructura de la cúpula. Como quien dice, que casi todos seguirían en sus puestos, algunos con un sol adicional sobre sus hombros. Sería la salida más fácil, pero igualmente el gobierno perdería una ocasión de renovar la línea titular del mando militar cuando ante el fracaso del proceso de paz, es evidente que se avecinan tiempos difíciles y se necesitan figuras frescas.


AMAGO DE TEMBLOR EN LA POLICIA

AUNQUE EN MENOR escala, el temblor en las Fuerzas Armadas también se va a sentir en la Policía Nacional. Al comenzar la semana pasada en el alto mando de esa institución fue evidente el desconcierto debido al rumor por el posible relevo del director, el general Rosso José Serrano Cadena. Superado ese incidente por el pleno respaldo que el presidente Ernesto Samper le dio a Serrano, surgió un nuevo inconveniente cuando circuló otro rumor, esta vez relacionado con el posible traslado a Washington del subdirector de la Policía, general Luis Enrique Montenegro. Péro en esta ocasión y dados los resultados de las últimas operaciones contra la guerrilla y el narcotráfico, voceros del Ejecutivo revelaron que la fórmula Serrano Montenegro no será disuelta.
SEMANA estableció que de todas maneras habrá algunos cambios en la actual línea de mando de la Policía. Aun cuando se considera que por su permanencia en el exterior ya se encuentran al margen de la institución, trascendió que en las próximas semanas el gobierno oficializaría el retiro de los generales Octavio Vargas Silva, quien se halla en España; Guillermo Diettes Pérez, quien labora como agregado ante la embajada de Colombia en Washington, y Pablo Elbert Rojas, quien ocupa el cargo de agregado de Policía de la embajada de Colombia en Gran Bretaña.