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Olga Lucía Romero le abría el garaje de la casa a su marido cuando este fue abaleado por un sicario. En medio de la adrenalina del momento, manejó el carro familiar para tratar de salvarle la vida.

crónica

Maicao: una frontera caliente y la trágica historia de los Murillo

Un fletero asesinó al comerciante Esneider Murillo Mancilla en el interior de su carro cuando regresaba a su casa en compañía de su familia, en este municipio de La Guajira. Esta es la historia.

29 de noviembre de 2020

Aunque temblaba, estaba decidida. Olga Lucía Romero Pitre se subió al auto y acomodó en la silla del copiloto el cuerpo de su esposo, que había quedado con las piernas sobre la caja de cambios. A pesar de que condujo a toda velocidad entre las polvorientas calles de Maicao, mientras dos jóvenes en motocicletas intentaban despejarle el camino, Esneider Murillo Mancilla llegó sin signos vitales a la clínica. Unos minutos antes, un atracador le había disparado cuando apenas llegaba a su casa, en medio de un impactante crimen del que fueron testigos directos dos de sus hijos, de 10 y 6 años, y una sobrina de 10 años, que también estaban en el vehículo.

La escena quedó grabada en las cámaras de seguridad de la casa de la familia, en el barrio Santander. En las imágenes se ve cómo un hombre que vestía cachucha oscura y camiseta amarilla se acerca y golpea con el arma, cuatro veces, la ventanilla de Esneider, mientras este comerciante de 37 años esperaba a que Olga abriera el garaje. Al no recibir respuesta, el atracador disparó tres veces contra la puerta del conductor; una de las balas atravesó el corazón de Esneider, pues subió las manos para protegerse la cabeza.

El último disparo del fletero entró por la ventana izquierda trasera y pasó a muy pocos centímetros de las cabezas de los niños. “Con un gesto mi tío me dijo que nos tiráramos al piso, puse a mis primos abajo y yo arriba”, cuenta la niña. Ese rápido movimiento evitó que la tragedia fuese mayor. Antes del estruendo de los balazos, cuando Olga vio al hombre golpeando la ventana, salió volada hacia el interior de la casa; allí encontró a su suegro y a un grupo de trabajadores que hacían una remodelación. Gritó pidiendo ayuda, pero no le entendían. Cuando salieron, la calle ya estaba llena de gente. Los vecinos llegaron a ayudar, y alguien dijo que había que llevarlo rápido para que lo atendieran. Olga se subió al carro, como médica general sabía que no podía perder tiempo. Durante el trayecto alcanzó a hablarle. Le dijo que aguantara, que ella estaba a su lado, como siempre.

Lugar donde fue asesinado Esneider Murillo, el 9 de noviembre de 2020.
Lugar donde fue asesinado Esneider Murillo, el 9 de noviembre de 2020. | Foto: Semana

La historia de amor de Esneider y Olga cumple 18 años el próximo 1 de enero. Se hicieron novios en el mismo sofá que hoy aún domina la sala. Aunque no hubo declaración formal, sellaron el acuerdo mudo con un primer beso. Hace casi 11 años con el embarazo del hijo mayor, decidieron independizarse, pero hace siete años volvieron a la casa de los padres de él. Para muchos en Maicao, Esneider era el fiel reflejo del reconocimiento de lucha y superación que se ha ganado su madre, Edilsa Mancilla, una mujer que llegó de Sevilla, Magdalena, hace 40 años en busca de oportunidades: después de trabajar un tiempo en servicio doméstico incursionó en el negocio de finca raíz, y se convirtió en una reconocida comerciante del municipio.

A Olga la enamoró que Esneider era un hombre de proyectos, siempre estaba soñando en grande, inventando negocios. Desde una venta de comprensores de aire, pasando por El Buque –un famoso puesto ambulante de cazuelas de mariscos que el mismo preparaba– y un spa de uñas, hasta terminar con la administración de varios locales de giros de dinero y un gimnasio. Era tal su plan que luego de terminar la universidad se fue a trabajar un tiempo en Santa Marta. Allí usaba buena parte de su sueldo para mandar a fabricar máquinas del gimnasio. Quería convertir su práctica deportiva en una empresa. El sueño se materializó hace dos años cuando abrió Gym Cafs en una zona céntrica del municipio.

El crimen de Esneider no es un hecho aislado en Maicao, sino uno más de un grupo de muertes violentas en lo que va del año: otros tres reconocidos comerciantes han sido asesinados. Según Mohamad Dasuki, el alcalde, a pesar de que su administración “ha mejorado las cifras de seguridad”, con el homicidio no se ha logrado el objetivo, y la principal razón se relaciona con la aparición de nuevas estructuras criminales. “Sin discriminar, pero siendo sinceros, nos está afectando mucho la llegada de migrantes y colombianos retornados de la hermana república de Venezuela. Algunos de ellos, no todos, han llegado a delinquir y a crear bandas delincuenciales”.

Mohamad Dasuki, alcalde de Maicao, asegura que la criminalidad ha crecido en la ciudad debido a las bandas criminales que han conformado colombianos y venezolanos aprovechando la frontera porosa.

En Maicao hay unos 54.000 ciudadanos venezolanos –datos de Migración–, pero en la Alcaldía dicen que realmente son más de 100.000. De ahí también que Dasuki haya enviado una carta al Dane pidiéndole que rectifique la cifra de 185.000 habitantes que registró sobre el municipio en el censo más reciente. El mandatario cree que hace rato ronda las 230.000 personas. “Hablemos con cifras: de los 300 detenidos que hay esta semana en Maicao, 100 son venezolanos. La ciudad no tiene ni una sola cámara de seguridad; las 54 que había en la administración pasada nos las entregaron dañadas”.

Maicao comparte con Venezuela 210 kilómetros de frontera, con más de 100 trochas ilegales por las que se transita de país a país. El municipio cuenta con 300 soldados y 180 policías. Más se demoran las autoridades judiciales y migratorias en deportar a quienes infringen la ley que estos en regresar por una trocha.

Una despedida

El día anterior al crimen, Olga notó a Esneider diferente, un poco preocupado. Él le confesó que lo tenía así la falta de dinero y estaba esperando que le cancelaran una plata. Ella se acostó sobre su pecho y Esneider le acarició las cejas, en un momento íntimo, como hacía días el ajetreo cotidiano no se los permitía. Antes de que Olga saliera hacia el trabajo, la abrazó y le dio un par de palmadas en la espalda. “¿Por qué me estás dando el sentido pésame?”, preguntó ella asustada, luego de apartarlo. Él solo se echó a reír, y los hijos, que estaban cerca, le hicieron eco. Ahora ella piensa que fue una especie de despedida.

Fachada del gimnasio de Esneider Murillo.
Fachada del gimnasio de Esneider Murillo. | Foto: Semana

El lunes 9 de noviembre, como casi todos los días, Esneider pasó por Olga al trabajo. En el camino de vuelta le dijo que tenía que ir al banco, pero no comentó que iba a retirar una alta suma de dinero. Al llegar, recibió una llamada telefónica, entonces, le pidió a Olga que lo ayudara haciendo la fila. Entró a los dos minutos. Estuvo casi una hora en la sucursal, en la que había trabajado años atrás y donde tenía muchos amigos. Alrededor de las cuatro de la tarde salieron para la casa. Él puso el paquete de dinero en el interior del carro y le dijo que tenía dolor de cabeza. Sin comentar por qué, cambió la ruta habitual por la que transitaban, dio un par de vueltas. Luego le dijo que iban a buscar a los niños en la casa de los abuelos maternos. Hizo una especie de broma sobre la cara de un hombre que vio por el retrovisor a bordo de una moto, un comentario suelto. “Tiene cara de sicario”, dijo.

Unos metros antes de llegar, Esneider le entregó las llaves del garaje a Olga. Para meter el carro, primero hay que abrir una puerta incrustada y luego el portón grande. Fue la última vez que sus manos se tocaron en vida.

Después de varios días de silencio por la impresión de los disparos, el hijo menor de Esneider cuenta que en el momento del atraco su papá “empezó a llorar como un niño chiquito”, que intentó pasarse al puesto del copiloto y les quitó el seguro a las puertas para que ellos se bajaran. “Él estaba indefenso, desprotegido, no estaba armado y estoy segura de que no iba a preferir un dinero que a sus hijos”, señala Olga.

Seis días después del crimen y luego de labores de inteligencia adelantadas con información suministrada por la comunidad, hombres de la Policía Judicial de La Guajira arrestaron en el barrio Hugo Zúñiga, de Riohacha, a Fernando Jesús Toro Acosta, alias Fernandito, de nacionalidad venezolana. Aunque el hombre fue detenido por portar de forma ilegal una pistola calibre 38, las autoridades tienen serios indicios de que le disparó a Esneider. En el momento de la captura, el presunto asesino vestía tenis negros, jeans azul turquí, gorra negra con logo de color blanco, que habría utilizado el día del crimen. Esta información, dice la Policía, fue constatada con los videos captados por las cámaras de seguridad de la casa y los negocios cercanos, por lo que alias Fernandito será vinculado a la investigación que adelanta la Fiscalía 002 de la seccional de la Unidad de Vida de Maicao por el delito de homicidio.

El día del fleteo, unos metros antes de llegar a la Clínica Maicao, Olga vio que Esneider se había puesto muy pálido, pero no creía que fuera tan grave la herida. Lo último que salió de su boca fue un suspiro profundo. Lo bajaron dos camilleros. Sentada frente al sofá en el que se besaron por primera vez, vestida por completo de negro y luchando contra las ganas de llorar, con ese porte y firmeza de mujer guajira, dice que aún no lo cree y que en el silencio de la tarde imagina que Esneider llega pitando a pedirle que le abra el garaje. n