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MALA RACHA

Al confeso narcotraficante Iván Urdinola Grajales cada día se le enreda más su situación judicial.

24 de abril de 1995

DESDE OCTUBRE PASADO las autoridades lo sospechaban. La suerte de Iván Urdinola Grajales, quien se había ganado en varias oportunidades los premios gordos de la Lotería de Bogotá, hacía pensar que más que suerte de gallero, lo que Urdinola tenía era todo un aparato operativo para lavar dinero (ver SEMANA #648). No era lógico para los organismos de seguridad que Urdinola se quedara una y otra vez con el premio mayor de la lotería. Detrás debería existir alguna maniobra delictiva.
Con estas sospechas varias unidades de la Subdirección de Policía Judicial e Investigación (Dijin) iniciaron una minuciosa investigación con el fin de aclarar los hechos. Los resultados se empezaron a ver a comienzos de este año, pero sólo hasta la semana pasada se pudieron absolver todas las dudas y llegar a una conclusión: Urdinola no tenía suerte de apostador.
En efecto, la Dijin logró establecer que el billete 5937 de la serie 1 de la Lotería de Bogotá del 26 de mayo de 1994, con el que la esposa de Urdinola, Lorena Henao Montoya, reclamó el premio mayor, no había sido comprado inicialmente por ella. Las investigaciones realizadas por este organismo de mostraron que el billete había sido vendido en varias fracciones en la zona de Honda y La Dorada a seis personas diferentes: cuatro que compraron cada una dos fracciones y otras dos que adquirieron una fracción individualmente. Lo que en otras palabras significa que era imposible que existiera un único ganador del premio mayor.
Según los organismos de seguridad algunas personas, actuando bajo las órdenes de Urdinola, estarían infiltradas dentro de la organización de la lotería con el fin de identificar rápidamente a los ganadores de cada sorteo. Después de realizar esta operación, los presuntos infiltrados buscan a los ganadores y les ofrecen cantidades superiores a las que han obtenido o simple y llanamente compran la fracción por el premio mayor sin contar la deducción por impuestos. El negocio es rentable tanto para Urdinola como para los ganadores. En primer lugar porque gracias a este mecanismo Urdinola puede justificar ante las autoridades algunos de sus millonarios ingresos, y en segundo porque los ganadores de la lotería no tienen que pagar el impuesto por ganancia ocasional, que en este caso reduciría el premio de 200 millones de pesos a 132.
El problema para Urdinola es que con las informaciones dadas por la Dijin la semana pasada, a su esposa podría abrírsele una investigación por el presunto delito de enriquecimiento ilícito y lavado de dinero que, de llegársele a comprobar, podría terminar con una pena de entre tres y siete años de prisión. Y esto es precisamente lo que esperan los organismos de seguridad del Estado, que ya aportaron las pruebas a la Fiscalía General de la Nación para que inicie la investigación.
Definitivamente Urdinola anda con el Cristo de espaldas. Hace poco más de seis meses estaba a punto de quedar libre, pero una decisión de un juez de ejecución de penas le negó la libertad condicional que su abogado pedía. Posteriormente, la Fiscalía le abrió proceso penal por el asesinato del teniente Ricardo Andrés Petersson Bernal. Poco después le dictó medida de aseguramiento por su presunta participación en el crimen y ahora su esposa Lorena Henao tendría que rendirle cuentas a la justicia.