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Malos vecinos

Las relaciones entre Ecuador y Colombia atraviesan una etapa crítica. La lucha contra los grupos armados aumenta las tensiones.

11 de septiembre de 2005

Los roces entre Quito y Bogotá están pasando de castaño a oscuro. Desde cuando asumió Alfredo Palacio como Presidente de Ecuador, el viraje ha sido notorio, al punto de que no pocos ciudadanos colombianos asentados en el vecino país -desde refugiados y obreros, hasta altos ejecutivos, empresarios e inversionistas- sostienen que ha comenzado a desatarse cierta ola xenófoba. De hecho, con frecuencia ciudadanos colombianos son objeto de sospecha y detenidos sin razón, mientras crece en la calle la idea de que todos los males vienen de la frontera norte.

En junio pasado, unas declaraciones del ministro de Gobierno, Mauricio Gándara, prendieron el incendio. Afirmó entonces que se debía imponer el visado para los colombianos, "para evitarnos problemas, como la constante entrada de indeseables". Gándara reaccionó así a las informaciones de autoridades en el sentido de que los guerrilleros que atacaron cerca de Puerto Asís habían salido de territorio ecuatoriano.

Las Fuerzas Armadas colombianas propusieron acciones conjuntas, lo que no fue aceptado por Ecuador. Su canciller, Antonio Parra, dijo que era una locura impensable. Y sacó a relucir la tesis de la neutralidad: "No estamos ni con uno ni con otro en el problema colombiano. Eso es asunto de ellos", sostuvo. No contento con ello, el canciller fue más allá y recalcó que "el derecho internacional le reconoce cierta importancia a la insurgencia, cierta realidad jurídica".

Fue cuando la prensa colombiana calificó como "deslenguado" a Parra. Consultado por SEMANA, el canciller explicó que "el gobierno de Ecuador respeta, practica y aplica la no intervención, un principio de derecho internacional que se sintetiza en no participar o intervenir en los asuntos de otros países".

De esta forma, Parra respaldó al ministro de Defensa, Oswaldo Jarrín, quien en una entrevista con la revista Vistazo manifestó que "el Ecuador no considera terroristas a las Farc, y esto es parte de nuestra política de no intervención". Al respecto, la ex canciller Nina Pacari recordó a SEMANA que en una ocasión Washington y Bogotá fracasaron en su idea de que las naciones vecinas de Colombia declarasen terroristas a las Farc "como una sutil forma de involucrarnos en el conflicto colombiano".

En medio de tantas declaraciones, el 31 de agosto Parra se reunió en Bogotá con Carolina Barco, para tratar otros temas álgidos: fumigaciones y seguridad fronteriza. El planteamiento ecuatoriano de crear una franja de 10 kilómetros, a partir de la línea fronteriza, donde Colombia no pueda fumigar, fue rechazado por Barco y sus asesores por lógica matemática: 690 kilómetros multiplicados por los 10 significa un área de 6.900 kilómetros cuadrados o 690.000 hectáreas en las cuales se podría sembrar coca.

Tras su retorno a Quito, Parra dio a entender que el diálogo con Colombia había terminado. Enfatizó: "Nos cansamos. Ahora vamos a acudir a instancias internacionales, no tenemos otro remedio". Aunque no especificó, en una entrevista anterior con SEMANA se había referido a la Corte Internacional de La Haya, Naciones Unidas y la Organización Panamericana de la Salud. Parra también calificó el Plan Colombia como una clara intervención de Estados Unidos, "una lucha brutal que está teniendo efectos en Ecuador al igual que en Panamá y en Venezuela".

Ante la situación, el embajador colombiano en Ecuador, Carlos José Holguín Molina, sostiene que "para consolidar la hermandad entre los dos países el mejor camino es la creación de un proyecto binacional que tenga como uno de sus principales referentes el apoyo a la seguridad". Es decir, en opinión del influyente diario El Comercio, "un discurso mucho más conciliador del que vende a nivel presidencial Álvaro Uribe".

Pero en Quito muchos hablan de la influencia del presidente venezolano, Hugo Chávez, potenciada por su compra de la deuda externa ecuatoriana. Hasta el punto de que el despido de Gándara el jueves pasado y los problemas que enfrenta Parra serían consecuencia de una fuerte presión de Estados Unidos sobre Palacio.

Un análisis de El Comercio señaló que "poco a poco va quedando claro que Parra va quedando en desfase con el papel que se espera de quien dirige la cancillería de un país situado en una región conflictiva ". Según el rotativo, el estilo de Parra no cuaja, y su hora pasa.

Entre tanto, en las calles los colombianos de bien sienten temor por una xenofobia que proviene de las altas esferas.