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Mensaje en el Día Internacional de la Mujer de la Alta Comisionada de las Naciones Mary Robinson.

11 de marzo de 2002

En este Día Internacional de la Mujer, estoy en Kabul, Afganistán. Participaré hoy en un taller sobre derechos de la mujer, organizado por la Ministra de la Mujer, en la nueva administración interina, Sima Samar.

Afganistán está dando sus primeros pasos tentativos hacia la reconstrucción, aunque permanece un conflicto armado entre las partes arrasador.

La reconstrucción de Afganistán con el apoyo de la Comunidad Internacional tiene la promesa de devolver a la mujer su debido lugar en la sociedad de su país.

He conocido tantas mujeres aquí, comprometidas y capaces, y puedo ver plenamente cuánto tienen ellas para ofrecer a la reconstrucción y la reconciliación.

Las mujeres en Afganistán sobreviven con coraje y dignidad, en uno de los más represivos y atrasados regímenes de la historia moderna.

El pleno respeto por sus derechos humanos debe florecer en la próxima paz.

Las mujeres en Afganistán pueden hoy permitirse imaginar una vida de respeto y dignidad humana. Esto todavía no es el caso de muchas de sus hermanas alrededor del mundo. Sabemos que es demasiado común el tráfico de mujeres, la violencia doméstica y la falta de acceso a la salud y a la educación. Sabemos que, tristemente, ser mujer incrementa la vulnerabilidad virtual de casi todo tipo de abuso de los derechos humanos.

En la Conferencia Mundial contra el Racismo el año pasado, nosotros aprendimos cómo la discriminación contra la mujer se suma a la discriminación racial. En Bosnia, Sierra Leona y otros lugares, hemos visto, con nuestros propios ojos, como las mujeres caen presas de la violencia sexual durante la guerra.

Lo peor de todo por su expansión es la pobreza. La pobreza golpea más fuerte a la mujer que a el hombre. Mujeres y niños forman la mayoría de los marginados y empobrecidos. El trabajo que hace la mujer es con frecuencia no remunerado y subvalorado. Además, las mujeres son frecuentemente excluidas de los procesos de toma de decisiones económicas y sus conocimientos son ignorados. Si se permite que la Globalización opere sin una brújula de derechos humanos, ésta continuará marginalizando a millones de mujeres en todas partes del mundo.

Deben ser incrementados recursos financieros vitales para el desarrollo y deben ser dirigidos hacia la satisfacción de las necesidades humanas básicas, como la salud, la educación y los servicios sociales.

Debe hacerse más para aliviar la carga de deuda en servicios y enfocar el desarrollo a la atención de las necesidades de las mujeres.

Debemos escuchar la voz de las mujeres y reconocer su pleno rol y contribución, si somos serios en la reducción de la pobreza y el desarrollo sostenible para todos.

La próxima Conferencia Internacional sobre Financiación y Desarrollo, en Monterrey, México, ofrecerá una importante oportunidad para hacer progresos en estas áreas.

La persistente discriminación contra la mujer, y todas las formas de parcialidad vienen de la falta de reconocimiento de la unidad básica de la familia humana y dentro de esta familia, de todos sus miembros. Negando la básica humanidad de otros, me niego a mí misma. Esto no es una pura observación abstracta. Esta es una evidencia fría y dura: sin la plena e igual participación de la mujer, no hay desarrollo real. Tenemos gran parte de leyes, programas de acción, de iniciativas.

En solidaridad con las mujeres de Afganistán, debemos continuar el trabajo de construcción por un mundo en el cual las mujeres sean, en todas partes del mundo, iguales en dignidad y derechos.